Capítulo 5

94 16 9
                                    

El humano que cuidaba había dejado el lugar seguro que preparé y escapó a la tierra pasando la noche allí. Por mi parte regresé a la cueva para dormir, necesitaba descansar y pensar en una forma de volver a acercarme a él.

A la mañana siguiente desperté muy temprano y al reflexionar llegué a la conclusión que el humano estaría mejor en tierra que dentro de la cueva, si era necesario yo mismo le llevaría el agua de cielo arriba. Estaba más animado luego de una merecida noche de sueño. El día anterior no fue para nada bueno, sin embargo ahora me encontraba buscando más algas brillantes para agregarlas a mi colección en el pozo y el pasadizo, era mi jardín personal. Al entrar y ser recibido por su brillo era un lujo que estaba seguro que los demás no tenían.

Mi día mejoró al encontrar unas pequeñas algas de tono azul, estás quedarían muy bien con las de tono verde que ya se encontraban en las paredes del pasadizo. Ya en la cueva, mientras colocaba las algas en su nueva roca, de repente escuché un ruido estruendoso y reconocí los gritos del humano muy cerca.

Momento después lo vi arrastrarse hacia el pozo mientras yo intentaba entender cómo había regresado de la tierra si no había otra entrada además que el pasadizo. Me acerqué manteniendo el ceño fruncido, todavía estaba molesto por haberme engañado pero todo el enojo se esfumó al ver que una de sus piernas estaba herida. Parte de su piel gruesa había sido arrancada y sangraba.

Tal vez estaba paseando sobre la cueva y se cayó, me dije mientras revisaba la cosa de mis herramientas. Había descubierto que se podía unir en los extremos y yo lo coloqué alrededor de mi cintura para llevarlo conmigo a todos lados. Realmente era muy útil. Aún no sabía donde estaban cada cosa y saqué accidentalmente la herramienta que corta. El humano al verlo hizo ruidos y se cubrió con los brazos. Sabía lo que era y pensó que lo cortaría, pero esa no era mi intensión. Comenzó a temblar así que le di una sonrisa, quería que entendiera que no debería tenerme miedo, así que señalé su pierna.

Tomé su tobillo para examinar mejor la herida mientras el humano hacía ruidos. Su segunda piel estaba rota pero la estaba tocando y no reaccionó, no vi dolor ni nada parecido en su expresión. La segunda piel tenía el color de sus manos, pies y rostro, entonces toqué el corte que había en ella.

—¡Me haces daño! —fue lo que entendí por su reacción. La piel gruesa es falsa y protege a la verdadera que está debajo, pensé al entender lo que estaba pasando.

—Ay —repetí un sonido que había hecho. Su rostro ahora cambió y levantó las cejas, estaba sorprendido—. ¿Ay? —esta vez señalé su pierna, asintió dándome a entender que ese sonido significaba dolor. Entonces comencé a cortar la piel falsa para sanar el corte con facilidad.

Usé la herramienta filosa con cuidado de no cortar de más, al liberar parte de la pierna noté que su verdadera piel era igual de suave que sus manos o pies, aunque sin rastros de escamas o patrones como los míos.

Comencé a tararear mientras acariciaba su pierna herida, quería tranquilizarlo mientras pensaba que esto ayudaría a que me acepte para la reproducción. En ese momento lo sentí tocar mi cabeza por lo que levanté la mirada rápidamente. El humano me había tocado con su pequeña mano, me tocó.

—Ay —hizo ese sonido de nuevo y señaló la herida, un poco de sangre ya había manchado mis dedos.

Debía dolerle mucho y quería que sanara el corte, así que asentí y busqué las babosas del arrecife que Tez me entregó. Mi madre las usaba con nosotros para que los golpes y heridas ya no dolieran y sanaran rápidamente. Yo había colocado las babosas dentro de la botellita para tenerlas a mano.

Esta cosa es muy útil, me dije al sacarlas pues las había guardado junto a las herramientas en mi cintura. También abrí los bolsillos dónde había dejado una aguja y línea para las heridas, pues debía coser el corte profundo. Esto me lo había enseñado mi padre mientras sanaba a los heridos de otras familias.

Primero dejé las babosas alrededor de la herida, ellas se comerían todas las bacterias y la suciedad al mismo tiempo que su baba calmaría el dolor en toda la zona. Eso me facilitaría las cosas al momento de hacer los puntos.

El humano al principio estaba calmado hasta que chilló y comenzó a sacudir su pierna para quitarse las babosas. Se asustó al verlas pero no permitiría que las lastime, así que tomé su pierna de un extremo al otro para detenerlo. Su rostro ahora estaba muy pálido entonces le sonreí mientras me aseguraba que las babosas hicieran su trabajo sin ser sacudidas.

Ya era tiempo, así que guardé a cada una dentro del frasco y tomé la aguja y la línea. El humano palideció nuevamente.

—Voy a coser el corte. No sentirás nada, lo prometo —le dije con unas señas, el humano entendió a que me refería y me dejó seguir. Comencé a hacer los puntos con facilidad ya que se mantuvo quieto, me alivió saber que no sentía dolor mientras cocía el corte. Me tomé mi tiempo para hacerlo perfectamente y unir esa piel tan delicada. Gracias a Odisea había dejado de sangrar, era curioso ver que ambas especies compartían la sangre de un tono rojo.

Al terminar de hacer los puntos noté que se había quedado dormido, al principio me asusté pero sentí su cálida respiración, aún seguía con vida.

Luego de guardar mis herramientas en la cosa de mi cintura entré al agua para buscar a Tez inmediatamente. Nadé y nadé hasta alejarme bastante de la cueva, pero no tanto como para perderla de vista y entonces llamé a Tez con mi silbido. Cada familia tenía un sonido característico que utilizamos para llamar a los demás cuando nos encontrábamos lejos.

Los minutos pasaron mientras yo nadaba en círculos, estaba impaciente, entonces la vi acercarse rápido.

—¿Qué tienes? ¿Pasó algo? ¿Estás herido? —detuve sus brazos para que me prestara atención, eran demasiadas preguntas en tan poco tiempo.

—Yo estoy bien, pero mi humano se lastimó. Cerré el corte pero... ¿qué más debería hacer? —pregunté un poco preocupado.

—Ayer los humanos que cuido con mis amigas nos mostraron cómo sanarlos. Sus heridas no deben mojarse y luego de usar las babosas debes cubrir la zona lastimada con piel falsa —me explicó para luego mostrarme dicha piel cubriendo parte de su torso.

—¿La piel falsa tiene diferentes colores y tamaños? —cuestioné, realmente había muchas cosas que debíamos aprender acerca de los humanos.

—Si, nos dieron una para cada una de nosotras, porque cambiaban de color al ver nuestro pecho. Realmente son muy extraños —me explicó mientras sonreía.

—¿Puedes conseguirme una también?, pero que no se moje por favor —le pregunté.

—No lo sé, ya vuelvo. —Me indicó que espere mientras se alejaba velozmente.

Sentí que había pasado mucho tiempo separado del humano, tal vez ya había despertado pero debía aguardar por Tez. Cuando pude divisarla nadé a su encuentro para ver el objeto que tenía en sus manos, la piel falsa era de color blanco y estaba dentro de algo extraño y transparente. Parecía transparente como la botellita que contenía las babosas pero el material no era rígido, sino flexible.

—Aquí está, esta cosa la protege. Rómpela cuando estés fuera del agua —indicó Tez a lo que asentí dándole las gracias y me despedí para regresar a la cueva rápidamente.

Al salir a la superficie encontré al humano todavía dormido, su rostro me trasmitía paz, entonces me senté en el borde y sacudí mis manos para secarlas. Esperé que toda el agua se secara para estar seguro y como lo había indicado Tez, rompí la cosa para liberar la piel falsa. La misma estaba completamente seca, así que la envolví por la pierna herida del humano con cuidado. Al tacto era muy suave y deduje que existían diferentes tipos de piel y esta era suave para que las heridas no dolieran mientras sanaran.

Al terminar solté un bostezo, estaba cansado y había ignorado eso por demasiado tiempo, por lo que me acosté a un lado del humano. El suelo era incómodo pero quería experimentar cómo era dormir de la manera en la que ellos lo hacían. El sueño rápidamente me envolvió y caí rendido.

Fantasma Azul Editando*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora