Son mejores amigos, hasta que uno empieza a tener sentimientos de amor por el otro. Todo estaría bien si simplemente se le confesara, el problema es que tiene miedo de romper su amistad, además de que está acostumbrado a verlo tener un novio tras ot...
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«Ayer me pregunté a mí mismo si era lo suficientemente bueno para hacerte feliz».
Hablemos de como Katsuki tiene demasiada buena suerte para enamorarse. El único chico al que ha amado con toda su vida es el ser más hermoso que puede existir en el mundo. El rubio puede apostar por ello, puede hacerlo en el momento que acaricia sus suaves mejillas tan tiernamente, con miedo de lastimarlas con sus manos. Lo hace en el instante que sus labios rozan los labios de Shõto, embriagándose de un dulce sabor tan adictivo, tan incondicional.
Por las noches, suele escapar de su casa para correr al otro lado de la calle y encontrarse con el amor de su vida esperando por él, escondido entre los arbustos. Pasan ahí largas horas, sentados en el césped y hablando tanto que no encuentran la forma para que el tiempo se vuelva más lento. De hecho, los minutos corren y ellos ni siquiera han podido abrazarse como es debido.
Colocan una sábana sobre el suelo, se recuestan sobre ella, se dedican a mirar al cielo. En ocasiones, Katsuki le cuenta historias mitológicas, donde ellos bien podrían haber sido parte de alguna guerra, de un amor imposible, que quizá ahora mismo ambos son la reencarnación de una relación fallida. Shõto a veces se asusta de que aquello sea un sueño, de que al cerrar los ojos y volverlos a abrir regrese a esos días en los que su mejor amigo y él ya no soportaban verse ni un solo día.
Sin embargo, al sentir los brazos de Katsuki envolviendo su cuerpo entero, las lágrimas son tan fáciles de llamar, pues en cuestión de segundos se encuentra sollozando sobre el pecho del rubio, y a Katsuki no le importa peinar el rebelde cabello del bicolor, haciendo pequeños masajes en forma de círculos. Incluso es la mejor excusa que el rubio encontró para tener a Shõto entre sus brazos. Y sí, así tenía que ser.
Shõto al lado de Katsuki. Katsuki al lado de Shoto. Como el destino decidió unirlos aquel catorce de febrero, en el centro comercial, exactamente en el puesto de chocolates de la mamá del bicolor. Sweetie no ha dejado de tener la costumbre de observar a Mate dormir, continúa contemplándolo como si fuese el arte más excepcional de su vida, pero es que así lo es, al menos para él lo es.
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