Capítulo 26

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Las luces sobre las cabezas de los estudiantes comenzaron a parpadear y de pronto, una de las figuras negras del cielo descendió hasta ellos y golpeó el cristal de la ventana.

Todos los alumnos gritaron y la mayoría salió huyendo sin siquiera mirar atrás, abandonando el salón como si fuera una gran avalancha de personas. Abraham logró reaccionar y supo que también debía correr lejos de ahí. Siguió a la gran multitud que ahora se había formado en los pasillos y se dio cuenta de que nadie parecía interesado en tratar de mantener el orden y la paz, incluso los mismos profesores lucían nerviosos y eran incapaces de ocultar su miedo.

Abraham no podía ver con claridad lo que sucedía, muchos estudiantes eran mayores y más pesados que él, lo que provocaba que fuera empujado repetidas veces entre todo el alboroto estudiantil, le era imposible caminar con normalidad y era echado hacia atrás cada que intentaba dar un paso.

Cayó al suelo y se cubrió la cabeza con sus brazos para evitar sufrir algún golpe accidental, observó de entre las piernas de las demás personas un brazo con un reloj que no tardó en identificar, era el mismo reloj de Izan, el cual era imposible de no recordar ya que era inteligente y de alta tecnología, además de que lo llevaba siempre a la escuela, sin faltar un sólo día.

Abraham, tras unos minutos de murmullos y sollozos, entendió que todos se habían detenido, aprovechó esta confusión y se arrastró en el suelo, escabullándose entre las piernas de los otros y consiguiendo llegar al otro extremo, en esa pared se encontraba recargado Izan, quien tenía las rodillas pegadas al pecho y sus brazos aferrados con fuerza a ellas.

—Izan, Izan —llamó Abraham, su amigo apenas si alzó la cabeza—, ¿sabes que está sucediendo?

Él no hizo ningún movimiento que demostrara que lo hubiera escuchado, sin embargo, luego de unos instantes dijo:

—No lo sé, sólo puedo imaginar que si nadie se ha movido es que algo no nos permite avanzar y bloquea la salida.

A Abraham no le gustó esta conjetura.

—¿Crees que esas cosas del cielo nos hagan daño? —preguntó con su labio inferior temblando y su voz sonando un poco entrecortada.

—Quizá sean como los aliens como los de la película de la Guerra de los Mundos y vengan para robarnos nuestro mundo y beber nuestra sangre —Una voz distinta los interrumpió y Abraham se volvió hacia ella, de inmediato notó que Dylan los había encontrado y los miraba con preocupación desde arriba, siendo que se hallaba de pie.

—¿Lo dices en serio? —inquirió Abraham con molestia—, esto no es ninguna broma, esas cosas podrían ser aviones rusos que vienen a atacarnos. Ahora mismo podríamos estar en medio del inicio de una tercera guerra mundial.

—Eso suena más demente de lo que dijo Dylan —dijo Izan y soltó un suspiro de lamentación—, por favor dejen de dar ideas locas de lo que podría o no estar pasando. Tal vez no es nada y sólo es una clase de extraño show que los maestros prepararon.

—Sí, claro —murmuró Dylan—, seguro que es eso.

Abraham también quería poder convencerse de ello. 

El suelo retumbó y un grito general resonó en los pasillos, seguramente se trataba de un terremoto, o eso era lo que él pensaba.

—¡Todos vamos a morir! —exclamó alguien de la multitud con su voz colmada de miedo.

—¡Nadie morirá! —contestó quien debía ser un profesor que intentaba calmarlos—, ¡no hay un protocolo para esto pero no podemos perder el orden por ningún motivo!

Árbol Del Juicio [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora