Capítulo 4

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Cuando el Guiverno aterrizó en la Isla flotante, lo hizo sobre un campo con algunas flores de toda clase de colores que se aplastaron bajo el peso de la criatura.

Abraham bajó de la montura, deslizándose por uno de sus costados, percatándose que del cielo descendía el animal que Wirm guiaba. Kya cayó a su lado en un ruido sordo. Estaban a unos metros de la orilla de la superficie, había un manantial que brotaba de entre unas grandes rocas y que escurría entre las altas hierbas hasta caer por el borde creando una pequeña cascada.

Abraham se dio la vuelta y observó que en el centro de la superficie se alzaba un gran castillo de cuarzo que parecía brillar por su cuenta, como una estrella en la noche más oscura. Era simplemente asombroso. La vegetación lo rodeaba y un estrecho sendero resaltaba de entre los árboles y helechos.

—Ya casi llegamos —anunció Kya con sus manos posadas en su cadera.

Wirm llegó a ellos y los tres se encaminaron al frente por el camino ya trazado. Avanzaron varios metros en línea recta hasta llegar a una alta e imponente puerta, frente a la cual se hallaban dos estatuas enormes de granito con la forma de gladiadores, sus facciones eran tan detalladas que  incluso parecían ser reales.

Kya se dirigió hasta quedar delante de las estatuas.

Entonces ambas esculturas cobraron vida y cruzaron sus alabardas una contra la otra, sorprendiendo a Abraham y diciendo con voz profunda:

—¡Alto ahí! Ustedes se encuentran en la magnánima Isla Errante de los Sabios. Informen sus motivos.

—Estoy aquí para verlos, me ordenaron venir—dijo Kya.

Las estatuas se quedaron inmóviles por unos instantes, luego retiraron sus armas permitiéndoles el paso, pues al momento la puerta hizo un tosco sonido y se abrió de par en par hacia adentro, mostrando una cegadora luz que forzó a Abraham a entrecerrar los ojos.

Cuando el brillo por fin se apaciguó, atravesaron la entrada llegando a un amplio lugar, todo era cándido y del techo colgaban candelabros de cristal cuyas llamas eran color azul. No había muebles que ocuparan el espacio y lo único que había era una larga escalera en el centro sin ningún barandal a sus costados. En lo alto de ellas se encontraba una pared, lo que hacía ilógica su construcción. Aún con esto Kya comenzó a subir por ellas, y Wirm le siguió.

Abraham se quedó de pie, dudando entre ir con ellos o quedarse ahí, se sentía cohibido con su pijama, hasta que Wirm apenas llegando al segundo escalón se giró hacia él y dijo:

—No hay que hacerlos esperar, siempre están ocupados —No estaba alzando la voz, mas parecía retumbar en el cuarto vacío.

Abraham, sin responder, empezó a subir detrás de ellos, mirando de soslayo los bordes de los escalones, temiendo resbalar y caer.

Al llegar a la cima, Kya se detuvo y, para sorpresa de Abraham, en la pared que parecía lisa se dibujó un rectángulo, apareciendo una perilla en uno de sus lados, la cual Kya tomó girándola un tanto dudosa, abriendo la puerta que hasta ahora había hecho acto de presencia.

—No hables a menos que te den la palabra —le advirtió Wirm a Abraham, y dicho esto entraron.

Al cruzar el umbral notaron que el lugar tenía un piso tan blanco como su planta inferior, estaban en el interior de una cúpula transparente que mostraba un cielo rojo con una luna negra y todo a su alrededor era igual, siete grandes tronos se ubicaban en torno al sitio y sus alturas eran aproximadamente de dos metros. El frío parecía haberse evaporado y con él los nervios de Abraham, era como si respirar el aire de ahí produjera una sensación de comodidad.

Árbol Del Juicio [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora