El mundo se le vino encima. No podía ser cierto. De repente olvidó cómo se respiraba, todo se nubló a su alrededor y sintió que las piernas le fallaban.
-Por favor, por favor, no -repetía una y otra vez mientras luchaba con todas sus fuerzas para introducir aire en sus pulmones.
Se sentía atrapada en medio de un mar enfurecido que la azotaba con sus olas de metros infinitos.
¿Cómo habían llegado hasta ella? ¿Qué le habían hecho?
-Alba, respira. Escúchame, por favor - oía la voz lejana de Danara intentado calmarle.
- Ella no, ella no, por favor, por favor .
Se ahogaba en su propia angustia lentamente. Su cabeza imaginó cientos de barbaridades que podrían haberle hecho.
"Es mi culpa", pensó. "Si hubiera tenido el valor de acabar con esto hace meses, Laura ahora estaría a salvo".
De nuevo la palabra "cobarde" venía a jugar al patio de sus remordimientos.
Con dedos histéricos cogió su teléfono para llamar.
"Cógelo, por Dios, contesta".
El pitido sonaba una y otra vez y con cada tono aumentaba dentro de su estómago el peso de la losa que amenazaba con asfixiarle.
Nadie contestaba del otro lado, el silencio aterrador era la única respuesta. Se bloqueó, no podía hablar, ni moverse, ni siquiera pensar. Solo quería cerrar los ojos y cambiarse por ella.
- Alba, dame el teléfono - la morena tomó las riendas del asunto.
Cogió su móvil para llamar mientras trasteaba con el de la catalana buscando el contacto.
- Dígame, inspectora - contestó la voz alegre de Álvaro.
- Álvaro, necesito que me localices el móvil que te acabo de pasar.
- Vale, me acaba de llegar. Intentaré tenerlo cuanto antes, es que estoy con unos papeles del...
- ¡Álvaro, no! Los necesito ya, ahora mismo, por favor - dijo con urgencia.
- Entendido, entendido. Deme unos minutos, en cuanto tenga algo le llamo.
- Por favor, es primordial que lo encuentres.
- Descuide, haré todo lo que esté en mi mano.
Acto seguido, colgó y se centró en Alba, que tenía la mirada perdida en algún mundo muy lejos de ahí.
- Ey, pequeña... Vamos a encontrarle, ¿me oyes? - le acarició la cara sin obtener respuesta- Necesito que me escuches, y que trates de llamarle de nuevo.
La rubia apretó los puños con todas sus fuerzas. Quería creer las palabras de su compañera, tenía que creer. Si se quedaba ahí plantada no conseguía nada. Tragó saliva y le miró, consiguiendo volver a la realidad de la situación. Los ojos café le dieron el toque de valentía que necesitaba para hacerse cargo.
- Tienes razón - susurró.
Cogió su móvil de nuevo y marcó, pero nadie contestó, ni esa vez ni ninguna de las que siguieron hasta que el teléfono de la morena sonó.
- Dime que lo tienes - atajó la isleña.
- Lo tengo. La última vez que se utilizó ese teléfono, la señal venía de uno de los repetidores de Barcelona. He triangulado su posición y hace unos quince minutos ese terminal estaba, aproximadamente, en un radio de unos 400 metros...
- Plaza Sant Agustí y el Liceo - repitió Danara.
- Es su casa... Mierda. Laura vive justo al lado de la plaza - se pasó las manos por la cara.
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La chica de las rosas
RandomAcción, odio y sexo. El cóctel perfecto para que todo salga mal.