Cap.10 El guiso

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Joder, he tardado la vida para escribir este capítulo. He de decir que lo he pasado bien y mal a la vez. En fin, que por fin está aquí. Espero que os valga la pena. <3



Alba se perdió en el brillo de aquellos ojos café. Trató de encontrar alguna señal que le dijera que no debía, que no podía, pero en ellos solo encontró paz y libertad. Las dos cosas que anhelaba con todo su ser. Llevaba años sin saber ni quién era ella misma y solo ante aquella mirada había empezado a reconocerse. Estaba cansada de sufrir, de fingir y de ocultar, quería vivir, volver a ser la que era antes de que otros decidieran hundir su vida.

- Confío en ti.

Agarró la mano morena y atrajo a la canaria de nuevo a sus labios. Se besaron entre sonrisas, sintiendo que unas de las barreras que las separaba había caído.

Danara no sabía qué sería de ellas mañana pero por primera vez había visto seguridad en su compañera. Le daba igual tenerle un día, una hora o una vida, porque solo tenerle un segundo ya merecía la pena.

Aquel sentimiento le dio vértigo, ella no era de enamorarse, o al menos nunca se lo había permitido, pero aquellos ojos tristes habían traído la primavera a su corazón y no podía negarse a dejarla entrar.

- Me alegra mucho escuchar eso - contestó sin poder esconder su satisfacción.

- Vámonos antes de que me arrepienta - bromeó la menor.

Caminaron sin soltarse la mano rumbo a la calle. La noche era fría y no invitaba a ir en moto, pero ellas estaban en otro mundo. Al menos hasta que la voz de una mujer sorprendió a la rubia cuando llegaban a la altura del aparcamiento público que había a la entrada de la comisaría.

- Alba.

No necesitó girarse para saber quién era. Soltó rápidamente la mano de la isleña y se giró apretando la mandíbula. La voz pertenecía a una mujer delgada, de mediana estatura, con el pelo corto y negro como el endrino. Sus ojos verdes se clavaron en su estómago en cuanto los tuvo delante. Toda la paz que le envolvía se esfumó en cuanto la vio dar un paso más y acercarse a ellas.

- Regina, ¿qué haces aquí? - preguntó seca.

- Sabes muy bien por qué estoy aquí.

La morena se quedó observando intermitentemente a las dos mujeres, la tensión entre ellas podría cortarse con un hilo.

- No tenías que venir hasta Madrid. ¿Y Samuel? ¿Por qué no está contigo?

- Está bien, deseando verte. Se ha quedado con sus abuelos.

Danara estaba desconcertada, notaba cierta familiaridad entre ellas pero a la vez parecían dos extrañas.

- Le mandé un regalo de cumpleaños con Laura.

- Te lo agradezco, pero hubiera preferido que se lo llevaras tú en persona o que hubieras contestado a alguna de mis llamadas.

- He estado muy ocupada - apartó la vista incómoda.

- Pues por eso estoy aquí, necesito hablar contigo - dijo seria y casi desafiante.

- Ahora mismo no es buen momento, Regina. Vuelve a Barcelona y ya te llamaré yo - intentó girarse para marcharse, pero ella la agarró fuerte del brazo y la frenó.

- No he venido hasta aquí para marcharme sin respuestas, Alba.

La chica se puso nerviosa al sentir el tacto de aquella mujer.

La chica de las rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora