Cap.5 El espejo

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Salió del despacho tragándose una rabia amarga que le hacía sentir ridícula. No entendía por qué le afectaba tanto lo que acababa de descubrir sobre su compañera. Ella nunca había tenido problema con estar con gente con pareja, le daba igual, siempre que pudiera disfrutar de un buen rato, pero esta vez le picaba la garganta al pensar en no ser ella quien volviera a besar a la chica esa noche.

Sin mediar palabra con nadie, fue directamente en busca de una copa, maldiciendo en voz alta cuando lo más fuerte que encontró fue una cerveza.

— Menuda mierda de fiesta — dijo tirando sobre la mesa de las bebidas un vaso de plástico vacío.

— Ey, Díaz, ¿qué modales son esos?

La voz de una de sus compañeras la sorprendió por detrás. La chica pertenecía a científica, era más bajita que ella y bastante guapa. Vestía una de esas camisas estampadas que eran su sello de identidad y que tantas burlas le costaban por parte de la canaria.

— Estás un poco tensa, me parece a mí — le miró cruzándose de brazos.

— Mira, Lucía, no me toques el coño — contestó de mala manera.

En lugar de ofenderse dibujó en su rostro una sonrisa pícara , que Danara conocía muy bien de otras ocasiones, y se acercó más para poder hablar en voz baja.

— Eso quisiera, pero me tienes últimamente muy abandonada — terminó la frase dejando su respiración contra el oído contrario.

— ¿No tuviste suficiente en la última fiesta?

— La verdad es que siempre me dejas con ganas de más — posó disimuladamente una de sus manos en la cintura de la isleña e intentó acercarle.

— Pues hoy no es tu día de suerte, lo siento. Me apetece más destrozar a palos toda la sala, y como no puedo, pues venía a buscar una copa, pero veo que Belén ha preferido que esto sea un cumpleaños infantil. Así que hoy nos quedamos las dos con las ganas — le dio unas palmaditas en el hombro antes de separarse.

Por el rabillo del ojo pudo ver cómo su compañera llegaba a la sala, seguida de la que sería la tal Laura. Para su sorpresa, era una chica bastante atractiva, castaña y de ojos azules, bajita y de curvas marcadas. Era totalmente contraria a su compañera vistiendo, era mucho más moderna y desenfadada, y parecía desenvolverse muy bien con la gente desconocida.

— De verdad, qué aburrida te pones cuando te enfadas — dijo Lucía, llamando su atención de nuevo— . Mira, no te lo mereces, por ser tan borde, pero como me caes bien... — le tendió una pequeña petaca que sacó de un bolsillo de la camisa.

— ¿Cómo? Dime que es ginebra, por favor — sonrió cogiéndola.

— Y de la cara, amiga, nada de Larios puerco — se jactó.

— Eres la mejor. ¡La mejor! — Contestó, agarrándola fuerte de los mofletes mientras repartía besos rápidos por toda su cara, haciéndole reír a carcajadas.

— Sí, sí... Ahora soy la mejor. ¿Tendrás morro? 

Danara preparó dos copas rápidamente, le tendió una a la más baja y, tras brindar y guiñarle un ojo en agradecimiento, dio un trago que le supo a gloria.

Cuando empezaba a calmarse, la voz de la rubia sonó a su espalda, y como si estuviera hechizada, le obligó a girarse hacia ella.

— ¿Qué quieres tomar? — vio que le preguntaba a su pareja.

— Una birra estará bien — su voz era melodiosa, algo nasal tal vez, y con acento catalán marcado.

— Pues no quedan — contestó la de ojos miel con cara de apuro.

La chica de las rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora