Cap.12 El colibrí

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HEEEYY!^^ Aquí está al fin, jeje.

Espero que os guste <3 (y que no sufráis mucho).




La puerta de la sala de interrogatorios se cerró tras las dos policías. El detenido miró con desconfianza a la rubia y acto seguido clavó sus ojos en Danara.

— Pedí hablar con usted — le dijo serio.

— Román, tú no pones las reglas. Te recuerdo que estás detenido — contestó con autoridad.

— Usted me dijo que me ayudaría si colaboraba.

— Por eso estamos aquí, para escuchar lo que tengas que decirnos — le mantuvo la mirada como si de un pulso se tratara.

— Pero no sé ni quién es esta cría — señaló a Alba, que con todas sus fuerzas intentó no mostrar ningún tipo de reacción ante aquel comentario despectivo.

— Es mi compañera, así que tiene el mismo derecho que yo a estar aquí — contestó seca.

— No me fío de ella — habló a media voz como si la otra no pudiera escucharle.

— ¿Y te fías de mí? — preguntó la canaria al ser consciente de que no le sacarían nada si no era capaz de atravesar esa barrera que había creado ante la presencia inesperada de la catalana. Si no lo tranquilizaba, se cerraría en banda y perderían esa vía de información.

— Sí.

— Entonces puedes confiar en ella. Yo le confío mi vida en cada operativo porque sé que la va a cuidar por encima de la suya incluso. Si hay alguien digno de confianza en esta sala, es ella, Román, ni siquiera yo — se sinceró sin mirar a su compañera en ningún momento.

Aquellas palabras fueron como un mazazo para la de ojos miel. No merecía aquellos halagos, no era verdad. Llevaba un año mintiendo a las personas que más quería, ni siquiera había sido totalmente sincera con Danara, y ella lo sabía, pero aún así, allí estaba, poniendo las manos en el fuego por ella.

Ese día se juró a sí misma que jamás le fallaría y que, en cuanto tuviera la ocasión, le diría toda la verdad. Estaba harta de mentiras y de engaños.

— Román — habló la catalana esta vez, con voz suave—, soy la inspectora Gómez — le ofreció la mano, gesto que el mencionado respondió con lentitud—. Te aseguro que solo quiero ayudar a Jerónimo y a su madre, no merece todo lo que está sufriendo.

El hombre la estudió unos segundos mientras ella le aguantaba la mirada estoicamente con un gesto cálido que terminó por ablandar al sospechoso.

— Yo solo quiero que Carmela esté a salvo, ella y mi familia, por supuesto — miró suplicante a ambas agentes.

— No dejaremos que les pase nada, créeme — le aseguró la más bajita—, pero necesitamos todos los datos que puedas darnos para saber a quién nos enfrentamos. Sin eso estamos a ciegas. Si nos ayudas, podemos anticiparnos a sus movimientos y con ello mantener a todos a salvo. ¿Lo entiendes? — Explicó con paciencia.

— Se acabarán enterando de que me he ido de la lengua, y mientras yo esté en la cárcel no pueden hacerme nada, pero a los míos sí — rebatió.

— Te prometo que vamos a cuidar de ellos. Entraran en el programa de protección de testigos y nosotras nos ocuparemos, personalmente, de que estén bien.

La seguridad y la empatía con la que Alba hablaba habían roto todos los prejuicios del contrario. Danara observaba algo más retirada la escena y podía comprobar cómo los hombros del hombre, antes levantados y en tensión, ahora reposaban caídos hacia delante en un gesto de derrota. Su compañera había desmontado toda su maniobra de defensa en cuestión de minutos. Lo había calado a la perfección y le había entrado por su parte protectora, ya que era su mayor punto débil.

La chica de las rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora