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—Ponte esto y espérame en la puerta principal. No llegues tarde.

Habían pasado varios días desde el incidente con las arpías. Gracias a Dios, no se las había vuelto a cruzar. Si todo hubiera salido como el barón lo había planeado el debería habérselas cruzado en el comedor.
Se supone que SeokJin debería comer en la mesa de la familia porque en un principio ese fue el plan; adoptarlo y convertirlo en el heredero, pero no sucedió así.

La baronesa no había podido quedar embaraza por un largo tiempo, se creyó que había contraído algún enfermedad o infección que le quitó la posibilidad de concebir. Por eso, a pesar de que Seok no fue una niña como el barón esperaba, concerbó a Jin para convertirlo en su heredero o ayudante. Después de algunos meses en la casa de Choi, milagrosamente la baronesa quedó embarazada y dio a luz a un hermoso niño que por derecho debía tener el título de heredero.

A Seok no se le quitó la educación que estaba recibiendo; se le nombró como futuro mayordomo. Por ello, sus clases de modales se volvieron más demandantes y pasó a manos de la mismísima baronesa, que como se dijo en un principio golpeaba a SeokJin ante el más mínimo error.

Su excusa era que así aprendería mejor; no obstante, Jin hasta ahora se cuestionaba si esa era la verdadera razón.

¿Aprender a golpes? ¿Acaso eso tenía una pizca de sentido?

Sus golpes siempre caían en sus manos, pero luego la baronesa se dio cuenta que sus golpes habían comenzado a dejar marcas visibles y hasta permanentes en las manos de SeokJin. Por eso, los golpes que recibía habían comenzado a dárselos en las plantas de sus pies, como el lugar ya no era visible para las personas que veían a SeokJin, la baronesa comenzó a poner aún más fuerza en aquello. Hasta el punto de sacarle sangre y dejar cicatrices.

Aún recuerda llorar por el dolor que le provocaba caminar y aún más que la costra que se formaba se pegara a sus calcetines. Todo era un infierno, del que no parecía haber salida.

Afortunadamente, la "educación" que recibía por parte de la baronesa llegó a su fin a sus 15 años. Dios definitivamente se dio cuenta de su sufrimiento y escuchó sus plegarias. Lamentablemente, su sufrimiento no llegó a su fin.

Como si fuera una cosa y no una persona que piensa y siente, pasó a manos del barón. Y aunque no lo maltrataba tanto como lo hacía su esposa, varias veces le llegó a levantar la mano. También tuvo que soportar que el barón lo manoseara cuando se encontraba borracho. Solo recordar como esas horrorosas manos pasaban por su trasero lo hacía querer vomitar.

Volviendo al presente, el barón le había entregado un traje para asistir a la dichosa fiesta organizada para todos los aristócratas. El traje era demasiado... ¿cómo decirlo? Pegado.
De verdad sentía que no llevaba nada encima de lo apretado que era.

Al mirarse al espejo se dio cuenta que se ajustaba perfectamente a su figura, resaltando todos los atributos que Dios generosamente le había dado. Desde su estrecha cintura hasta sus estilizadas piernas, todo sr marcaba. Le dio escalofríos al darse cuenta de que más personas tendrían que verlo así.

Genial, su primera vez en una fiesta y se iba a convertir en el centro de atención debido al dichoso traje.

Decirle al barón que si podría cambiarle el traje no era una opción, probablemente le grite que no sea malagradecido con las cosas que le dan y que si no le gusta el traje entonces que vaya desnudo o algo así.

Con toda la pena del mundo, salió de su habitación y se dirigió a la puerta principal. Sentía todas las miradas del personal en él, sus orejas seguro que igual al color de los rubíes debido a toda la vergüenza que estaba pasando. Hasta creyó oír que alguien le silbó.

Moon, the storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora