Vendido como si se tratase de un objeto, Kim SeokJin se convirtió en uno más de los concubinos del rey. Sin embargo, había sido olvidado y se mantenía en las sombras, esperando su trágico final.
Sus días eran prácticamente iguales, monótonos, hasta...
«Estando al borde del abismo, eres mi última razón para seguir viviendo»
Magic Shop — BTS
TW: Mención a SA (Sexual assault) no explícita
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Era una noche fría y silenciosa, demasiado silenciosa para el gusto del nefasto monarca. Su mente no dejaba de darle vueltas al asunto del oro faltante.
A pesar de ser la familia real, su fortuna había disminuido cada vez más, hasta al punto de que el antiguo rey tuvo que pedir prestado dinero al duque Kang para que siguiera a flote, lo que ahora provocaría que esté atado de manos.
— ¡¿Por qué ella, su Majestad?!
Su padre siempre había sido una figura distante e intimidante para él. Nunca existieron muestras de afecto ni palabras de aliento, solamente miradas frías. Tal vez por eso Young Soo se convirtió en la persona que es ahora.
—¿Por qué no?— sentado desde su majestuoso trono, lo miró desde arriba como si se tratase de un pequeño insecto.
—¡Ni siquiera la amo!
Lo único que escuchó fueron sus carcajadas.
—Hijo mío, quién necesita el amor cuando tendrás a tu disposición a todas las mujeres que quieras, hasta a un hombre entre tus piernas si es lo que deseas.
Maldecía a su padre en todas las formas posibles. ¡Cómo se atrevía él a comprometerlo con esa bruja! No había entablado más que dos a tres conversaciones con Kang MinHee, pero esos pequeños encuentros le bastaron para darse cuenta del tipo de mujer que es. Esos aires de superioridad que poseía no provocaban en él más que repugnancia. ¡Quién se creía! Estaba frente al príncipe y osaba a alzarle la mirada.
—¡Pero ella es tan… tan….!
—Si no la puedes controlar, solo debes domesticarla, hijo. Después de todo es una mujer y tú, príncipe, además de un hombre.
Su padre era un estúpido, pero decía cosas sabias una que otras veces. Lamentablemente, eso no lo salvó de la muerte. Mentiría si dijera que asesinar a su padre le había dolido un poco.
Motivado, se dirigió hacia donde su instinto lo guiaba. Tenía una fuerte corazonada y no la dejaría pasar.
Al abrir las puertas de su estudio, empezó a rebuscar entre los libros diarios la fecha donde, misteriosamente, desapareció su oro. Exactamente como lo recordaba, el día de la fiesta fue la dichosa fecha. No es como si no tuviera ningún recuerdo de ese día, solo que era algo borroso. Sabe que conversó con muchos nobles, pero exactamente uno le mostró algo que lo hizo muy feliz.
—¿Sabe, mi rey?
Únicamente tenía que esforzarse en recordar. ¡¿Quién, quién, quién?!
