ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 𝟷𝟷

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Fruncí el ceño y entonces me recosté en el respaldo del piloto respirando hondo.

—Ciertamente no lo había pensado...

Sofía asintió. Continué:

—Creo que no siempre sabemos lo que nos deparará el futuro. Pero... dudo que algo así pueda suceder. Es decir, es difícil intentarlo, cuando sabes que lo que estás sintiendo es más grande por otra persona.

—Creo que tienes razón.

—No quisiera volver a lastimar a alguien.

La vi a los ojos y ella desvió la mirada, era como si esa pequeña felicidad se hubiera desaparecido en cuestión de segundos.

—¿Te llevo a la fiesta?

—Creo que puedo llamarle a Jay y pedirle que pase por mí.

—No. Ya hiciste suficiente. Déjame llevarte.

—No es necesario.

Ella asintió.

—Supongo que te veo después en clase —comentó seria y mientras miraba al frente.

—Sí.

Ella se bajó, dando la vuelta al auto para abrirme la puerta.

—La costumbre... —Me dio la mano para ayudarme a salir.

—Cuídate mucho.

—Lo haré. Tú igual.

—Hasta luego.

—Adiós.

—Sof...

—Dime.

—Lo lamento.

—¿Por qué?

Y no pude más, la besé. Nos besamos. Lo deseábamos. Nos queríamos. Anhelábamos sentir a la otra tan cerca. Yo quería mostrarle cuánto iba a seguir sintiendo, al menos una vez más. 


Sofía me giró, dejándome recargada sobre el auto, mientras nos besábamos una y otra vez. Sus labios eran el lugar más dulce en el que soñaba estar aquella tarde. Acaricié sus hombros y ella no tardo en pasar ambas manos por la parte baja de mi espalda.

—No te vayas todavía... —dijo, una vez que había soltado de mis labios hinchados.

POV AVA.

No sabía a qué clase de fuego me iba a meter con esto, pero no me iba a engañar, no hoy. Esa sensación, ese sentimiento, era mutuo.

—¿No?

—No.

Volvíamos a besarnos y luego bajé a su cuello, donde comencé a besar lentamente. Ese olor me tenía deseando e imaginando más de lo que yo misma pude creer.

—Sube al auto. —Me separé viéndola.

—¿Ahora mismo?

—Sí. —La tomé de la mano, llevándola del otro lado para abrirle la puerta y hacerla que se sentara.

—¿A dónde me llevas?

—Aquí cerca. —Besé sus labios y cerré la puerta, dándome la vuelta para sentarme en el piloto y manejar.

El camino nos llevó aproximadamente veinte minutos, quería mostrarle un lugar. Uno que no ocurría todos los años, pero que me moría por visitar con ella.

—Hace frío.

Estacioné, dándole la mano para ayudarla a salir y le puse mi saco.

—Ven.

—¿A dónde me llevas?

Abrí la cajuela de la camioneta, en ella tenía algunas almohadas y unas sábanas y entonces la ayudé a sentarse.

—¿Qué es esto? —Ella sonrió mientras miraba hacia el paisaje que el invierno había traído.

—El paraíso. —Me senté a lado de ella, pasándole el brazo por los hombros para pegarla a mi cuerpo y protegerla del frío—. Vine una vez con mis papás. Durante el tiempo que nieva nadie suele venir aquí, es un poco peligroso.

—Entonces no deberíamos...

—El de la entrada es amigo de la familia, no nos hubiese dejado pasar de estar imposible.

Estábamos sobre una montaña en lo alto, mientras que a lo lejos alcanzábamos a contemplar un rio, el cual, por supuesto estaba congelado por la época, pero se miraba increíble, incluso mejor que cuando fui con mi familia.

—¿Te gusta?

—Mucho.

Ella me vio, y de un momento a otro, volvimos a fallar: nos besamos.

Después de un rato de besos me dispuse a cerrar la cajuela y prender la calefacción, gracias a Dianne que había dejado algunas cosas de cuando fue a acampar y las usamos para cobijarnos en aquel lugar. A decir verdad, era bastante amplio y cómodo, más porque tenía a Chlo. Nos acostamos sobre una sábana y luego de un par de besos más, estos comenzaron a salirse de control.

—Ava.

—Shhh...

Me vio a los ojos y entonces yo me incliné de nuevo para besarla, parecía una clase de juego en la que dos personas juegan competencias para ver quién resiste más. En este caso ambas debimos haber perdido. Nos fuimos recostando, hasta que hice quedar a Chlo debajo de mí, los besos se tornaban de unos más rápidos a unos más tranquilos, solo sabía que deseaba perderme de todo y disfrutar, aunque fuera una última. Al menos eso creíamos.

Subí una de mis manos, acariciando lentamente por su hombro, hasta que mi mano se fue deslizando y bajó por su pierna, dibujando unos pequeños trazos, mientras rompíamos el beso tan solo un instante para vernos a los ojos.

—No hay día en que no te piense, Chlo... —susurré tan bajo y a la vez tan claro, justo en la comisura de sus labios.

—Me siento exactamente igual. —Vi unas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas, las cuales comencé a limpiar inmediatamente.

—No llores...

—Es que lo siento tanto.

—Shh... —Besé sus labios y luego bajé a su cuello, donde acomodé mis labios para besarle—. Calma, mi amor.

Mis labios bajaban, cada vez más y más, marcando beso tras beso, sobre el cuello de ella, mientras escuchaba cómo de entre sus labios salían un par de jadeos.

—Es inevitable... —Le acaricie el rostro, comenzando a subir su vestido con la otra mano, para acariciar lentamente de sus piernas—. Dejar de estar tan enamorada de ti.

Seguí besando de su cuello, mientras me perdía en aquel aroma a flores. Ella me quitó el saco y no pasó mucho tiempo cuando bajé el cierre de su vestido, desnudando lentamente de su cuerpo.

—Chlo...

Ella me miraba y yo sonreí.

—¿Me dejas hacerte el amor?

Entonces se inclinó, pegando mi cuerpo a su cuerpo, sintiendo cómo nuestros corazones latían con gran fuerza. Nos vimos un momento más, enlazábamos las manos, y entonces, me besó. Esa tarde haríamos el amor por primera vez, enredadas en las sábanas.

Solo Chlo y Ava.

El último deseo (Dofía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora