Capítulo 3: T. M. Ryddle

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Draco no sabía que esperar del viaje en el Expreso de Hogwarts, pero sabía que cualquier invitación de parte de los Granger para ir a ver al Arsenal jugar a patear la pelota no sería pronto. Se dijo a sí mismo una y otra vez que no estaba molesto con la idea de que el señor y la señora Granger hubieran visto a su padre y juzgado a Draco gracias a él. No era como si pudiera culparlos. Se había paralizado sin hacer nada para mostrar cualquier clase de oposición, permitiéndole a los Malfoys poner un frente unido. No tuvo el valor para mencionar al Arsenal en sus dos cartas restantes a Hermione antes de septiembre, y ella tampoco lo mencionó.

Estaba patéticamente aliviado, en ese momento, de encontrársela en el tren y que ella lo envolviera en un abrazo diciendo "Hola, Frankenstein". Aunque ella fue la que se separó primero. Voltearon para ver a Ron y Potter ya sentados en su compartimiento, y la desgastada rata de Ron posada sobre su hombro tampoco lucía muy feliz de ver a Draco.

"Ron, Harry, saluden"

"Si, hola", Ron dijo débilmente, y Potter gruñó.

"Lo siento", Draco dijo, y cerró la puerta detrás de él, sintiéndose solo un poco menos ansioso que el año pasado, cuando había alucinado ser perseguido por Fiendfyre a lo largo del pasillo. "Lo siento, ¿está bien? Mi padre se pasó de la raya, lo sé. Siento no haber intervenido." Miró a Potter mientras decía eso, ya que Potter era quien más esperaba acciones heroicas de él. Potter se había quedado en la Madriguera el último pedazo del verano, y él y Ron habían tenido tiempo de sobra para ponerse histéricos con Draco si querían.

Por primera vez, Draco habría preferido lástima en lugar del disgusto en los ojos de Potter observándolo. Los niños se tomaban todo tan en serio. El mismo Draco solía llorar por horas después de perder ante Potter en Quidditch, e incluso después de discutir con Potter nunca sintió que hubiera ganado. Las pequeñas cosas se sentían enormes, cuando las decisiones que tomabas no terminaban entre vida y muerte, o tortura y libertad.

"¿Qué estaba haciendo tu padre en el Callejón Knockturn?" Potter finalmente preguntó. Draco miró a Hermione, pero ella estaba sentada mirando hacia la ventana con un descontento suspiro.

Draco no sabía estrictamente, per se, dudoso sobre si era algo que involucrara los planes de su padre para la Cámara de los Secretos, pero incluso la razón oficial de su padre era una que no podía solo soltar. "Ron... tu padre... sabes que no puedo contarles, porque tu padre es..."

"¿Qué?" Potter protestó. "¿El señor Weasley tendría éxito en una de sus redadas en tu mansión? ¡Nos dijiste que tu padre era un mortífago! Si todos los mortífagos son atrapados, tal vez el Señor Tenebroso no regrese nunca- Draco de qué lado estás-"

Draco creyó que ya había contestado eso definitivamente, al ir a través de la trampilla con Potter, por no hablar de como había tomado el lugar de Weasley como el caballero negro. El tener que responder tan abruptamente de nuevo antes de que llegaran a Hogwarts era hiriente. "Es mi padre, Potter ¿Qué esperas que haga? ¿Confiar en que Ron no le dirá nada a su padre? ¿O debo comenzar a pasar información a Ron para que su padre arruine a mi familia?" Era contraproducente enojarse con ellos, cuando sabía que solo fortalecería su opinión de hiriente indignación contra él. "Lo siento, de verdad. Pero me piden demasiado-"

"Draco", Ron dijo, lenta y suavemente, "¿Crees que sería mejor para ti si tu padre se hundiera?"

"Hermione ya nos contó", Potter continuó, "Que le escribiste para decir que lo sentías. Pero tu pides demasiado de nosotros, que solo aceptemos que tu padre siguió al hombre que asesinó a mis padres, y saber que aún así lo protegerás. Mis padres, Draco- por favor, si sabes algo, creo que tienes que-"

Draco Malfoy y el Heredero de Slytherin (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora