Capítulo 2

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La celda era peor que la de los barracones en cuanto a limpieza, pero al menos ésta tenía un lavabo y una mesita a parte del camastro de muelles.

Por alguna razón odiaba los camastros de muelles. Fuera de la celda vi un pasillo iluminado esta vez por luces de micromotores de fusión nuclear, baratos pero no demasiado modernos, con lo que los hacían perfectos para una base escondida sin mucho presupuesto.

El pasillo era de hormigón térmico, que permitía mantener una temperatura agradable sin que el precio del material fuera caro. Había otras siete celdas pero estaban vacías. Era el único prisionero allí. No tenía reloj pero estimé unos 10 minutos antes de escuchar unas voces que venían del final del pasillo.

–...pero me ha salvado. Podría haberme dejado en la celda o matado pero en su lugar cargó conmigo hasta la salida y os ayudó con los guardias. No podemos dejarlo encerrado. –dijo la voz de una mujer en la distancia.

–No sabemos quién es. No podemos fiarnos de él hasta que tengamos más información –claramente era la voz del sargento que luchó en el hangar.

–Eso déjamelo a mí –la voz de la mujer se hizo más clara. Por los gritos que oí, supuse que sería Sadhana, la chica a la que rescaté del complejo militar.

Sadhana se paró delante de mi puerta y le indicó al sargento que nos dejaran a solas. Una vez se hubo ido, Sadhana sacó unas llaves y abrió la puerta de mi celda. Iba vestida con las mismas ropas militares, pero se había quitado la chaqueta porque ésta había quedado manchada de sangre de los dos guardias en la sala de tortura.

Me quedé sentado en el camastro, mientras la chica se colocaba frente a mi. Ahora que la tenía delante (y no la estaban electrocutando en una silla) pude fijarme mejor en su aspecto. Sus ojos eran de un verde intenso, y su semblante era decidido y regio pero a la vez con un toque macabro y rebelde en los ojos. Me miró fijamente y me preguntó:

–¿Cómo te llamas?

–Yo... no tengo nombre –dije, tratando de parecer lo más convincente posible No quería mentir, porque tampoco tenía motivos para hacerlo.

Sadhana me miraba ahora con extrañeza, como si estuviera mirando algo que nunca había visto. Sentí como si algo estuviera escudriñando en mi propio espíritu, una mirada penetrante tratando de descubrir mis secretos, sin embargo, no duró mucho.

–Tú no eres normal, ¿a que no? Me viste en la silla y sabes que yo tampoco lo soy.

Miró fijamente a la mesita y ésta empezó a elevarse, pero en seguida cayó al suelo. Al volver a mirar a Sadhana me fijé en una enorme gota de sudor que le caía por a frente. No me impresionaba, sobre todo teniendo en cuenta lo que hice antes en la silla (aunque en cierto modo, me seguía aterrando).

–No puedo hacerlo mucho. Me agoto con facilidad –dijo Sadhana resollando. –El caso es que esta no es la única habilidad que poseo. También puedo saber cuando una persona está mintiendo o no sólo con mirarla, pero de alguna manera a ti no puedo verte. Sólo veo confusión, y eso... me fascina. Quiero saber más de ti. ¿De dónde eres? ¿Quién eres? ¿Cómo hiciste lo que mató a los guardias en la sala de la silla eléctrica? ¿Puedes hacer más cosas?

Estaba realmente entusiasmada. Antes de darme cuenta, la tenía encima mía. Sus pupilas estaban dilatadas. Debía estar muy contenta de haber encontrado algo... "diferente"... Si tan solo yo mismo supiera quién era...

Sadhana empezaba a estar muy cerca y empecé a sentirme incómodo. La aparté antes de que empezara a probarme para ver si sabía a humano.

–Bueno... creo lo que dices de saber si digo la verdad. No recuerdo nada. Ni quién soy, ni de dónde vengo, ni cómo hice lo que hice en los barracones ni si puedo hacer más cosas. Tan sólo recuerdo despertar en un callejón sin tener ni idea de nada y que unos guardias me llevaran por no tener identificación –dije tratando de mantener la compostura. Sadhana era muy entusiasta.

Crónicas de un mundo sin OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora