Capítulo 11

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Salí de la ciudad. Habría ido por el interior con Turby pero llamaría demasiado la atención. Primero tenía que ocultarla fuera, investigar el terreno y buscar una ruta para colarla en el anillo medio sin ser vista.

Busqué el lugar con la mayor cantidad de arbustos que pude y con mucho pesar dejé a la moto allí. Me llevé la llave (no sé si lo mencioné en su momento, pero al encontrar la moto la llave estaba puesta. Por eso pude ponerla en marcha) para que nadie pudiera robarla en mi ausencia (al menos no sin tener que llevarla a cuestas). Dudaba que nadie buscara allí. También me aseguré de no dejar huellas para que no se pudiera seguir mi rastro.

El toque de queda había cesado en la ciudad, posiblemente al considerar Magnus inútil buscarme allí, aunque supuse que no tardaría en enterarse de la desaparición de sus soldados por lo que decidí estar atento.

Por muy raro que pareciera por las descripciones sobre el lugar, no había apenas guardias patrullando. No pedían identificaciones a nadie, y hasta presencié como impedían un robo a una pequeña tienda de comestibles y detenían al ladrón sin utilizar más violencia de la necesaria.

No había casi ni rastro de la distopía tiránica que se supone que enfrentaba la rebelión sin nombre. Sin embargo, había una cosa que dejaba ver que no todo era tan bonito como podría parecer: no había identidad.

Las calles eran nuevas pero mal hechas, mezcladas con vestigios de calles más antiguas, sólo que estas nuevas eran todas iguales. Los edificios pintados iguales, algunos remodelados para parecerse a sus vecinos.

Todo estaba bien medido, y no había monumentos ni patrimonio. Sólo calles y comercios.

El aeródromo estaba abierto, pero los controles sí eran excesivos ahí. Se controlaban mucho las salidas, y vi las cantidades de dinero en créditos que se pagaban por un viaje: normal que la gente no saliera muy a menudo.

El cielo estaba casi limpio de vehículos: tan solo una fina línea de transportes en lo alto, que salían del centro de la ciudad hacia sus destinos en otras partes del planeta, con pasajeros civiles, militares y bienes para comerciar.

—Eh joven.

Me giré sorprendido. Había una mujer a mi lado, mirando al cielo, al igual que yo que contemplaba los coches voladores de pasar.

—Hola —dije, tratando de parecer natural (no lo parecía).

—El tráfico aéreo es muy escaso estos días. Nadie tiene ni recursos ni motivos para viajar, y menos ahora mismo que esos rebeldes la están liando tanto. Aunque si yo fuera el gobierno ya los había pillado.

—Bueno... sí, supongo —no quería decir mucho porque tampoco sabía qué contestar.

La mujer se quedó mirándome unos segundos, inclinó la cabeza y sonrió.

—Tú no eres de por aquí —esa frase me dejó sin habla, pero para evitar darle la razón, traté de actuar con total naturalidad. Fingí estar molesto, ya que había acusado a un ciudadano de forastero, ¿no?.

—No sé de qué me estás hablando, pero realmente hay que tener la lengua suelta para soltar semejante acusación así de la nada. ¿Quién eres?

—Quien sea no importa, pero estoy impresionada por tu lenguaje educado. Tal vez eso engañe a los guardias pero no a mi. No nací ayer —sí es cierto que la mujer aparentaba unos treinta. Pelo rubio recogido en una cola de caballo, ojos marrones. Podría decirse que guapa, pero no joven. Mediría un poco más que yo y estaba bastante delgada. . Sus ropas no destacaban, una blusa y unos vaqueros, siguiendo más la moda terrestre que la que se suponía que era la local. —Nadie mira al cielo. Lo han visto mucho, y ni siquiera hay nada que ver. Nadie se queda veinte minutos delante del aeródromo observando, y nadie lleva esas ropas —dijo quitándome la boina rápidamente. —No en la ciudad, pero sí en esta zona. Los guardias no se han acercado a ti porque sí que hay algunas personas que las llevan, pero por lo general no suelen vivir aquí. Muy atrevido por tu parte. No sé de dónde has salido pero me lo imagino. No sabes mucho sobre la ciudad, pero aun así te has mostrado indiferente al haberte mencionado la rebelión. Alguien que no la conozca de nada se mostraría algo más cauto al hablar. Alguien de aquí ya se habría largado de mi presencia al mencionarla. La única opción es que seas de fuera, y seas de esa rebelión. ¿Me equivoco?

Crónicas de un mundo sin OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora