Capítulo 7

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Estaba en una cueva, tumbado sobre la roca. Tenía un paño de agua en la frente y unas vendas cubrían mi pecho. Estaban manchadas de sangre.

Imaginaba que mi cuerpo había colapsado por el esfuerzo de la pelea contra el Reck poseído, y se estaba manteniendo hasta ese momento, pero ¿quién me había puesto las vendas? ¿Dónde estaba?

La cueva estaba iluminada por una lámpara de aceite anticuada, pero bastante potente. No era una sala muy grande, pero al menos no era claustrofóbico. Por la apariencia de la cueva, podría perfectamente haber sido la guarida de alguna persona en tiempos remotos, un intento de mina o incluso una cueva provocada por una masa de agua ahora seca. Quién sabe.

Sentada al otro lado de la sala había una figura encapuchada, que llevaba una túnica raída morada. Tras los cortes de la túnica se apreciaba un traje blanco inmaculado.

—Ya estás despierto —era la voz de una mujer. —Esas heridas te las has provocado tú solo. Aún tienes que aprender a controlar tu poder —tenía un tono misterioso que me hizo sentirme algo incómodo.

Me enderecé a duras penas, aunque me dolía todo el cuerpo. Miré a la mujer encapuchada, tratando de ver su rostro, aunque la capucha lo cubría bien.

—¿Quién eres y por qué me ayudas? —le pregunté con esfuerzo. Mis pulmones parecían dañados también.

La mujer se levantó y se acercó a mi, lenta y grácilmente, como cabría esperar de un elfo o algo por el estilo.

—Quien yo sea ahora mismo no importa. Y te ayudo porque te necesito. Necesito que me ayudes a mi —el ritmo con el que hablaba era controlado y pausado.

—¿Ayudarte? ¿Ayudarte a qué? No tengo nada que ofrecer, ni lo he tenido desde que recuerdo. Tal y como me ves ahora, no tengo a donde volver si tuviera que darte algo.

—No necesito que vuelvas a ningún lado, tienes todo lo que necesitas... o eso espero. ¿Cuál es el sitio al que no puedes volver? Habrías dicho ir si no vinieras de alguna parte —apuntó ella con perspicacia.

—No debería decírtelo. A todo esto... ¿cómo es que sabes de mis poderes? —la miré con extrañeza, sin poder hacerme a la idea de quién sería.

—Simplemente lo se. No te perjudica en nada no saberlo, ahora mismo céntrate en descansar —al decir eso, empezó a alejarse un poco.

Fue entonces que de su bolsillo sacó un pequeño objeto morado, con forma hexagonal.

—A todo esto, tenías esto... ¿de qué se trata? —dijo con un tono que me hizo dudar si realmente no lo sabía o quería que se lo dijera de mis palabras.

—No estoy seguro. Es ese amuleto que me dio aquel tipo. No sé por qué, pero tengo la sensación de que al igual que pudo percibir dónde estaba Sadhana, podrá percibir dónde está el amuleto —dije, tratando de recordar de nuevo los hechos antes de mi inconsciencia

—Sadhana... —dijo la mujer, pensativa. —¿Quién es Sadhana? —preguntó, aunque no sonaba muy segura, de nuevo, preguntándome como si ya supiera la respuesta.

—Una amiga. Es muy largo de contar. Igualmente, ¿me lo podrías devolver? —pregunté, extendiendo mi brazo para que me lo pudiera dar sin que yo me levantara.
—Hmmm... no, me parece que no —dijo metiéndolo en su bolsillo de nuevo y caminando fuera.

—¡Espera, no, dámelo! —dije levantándome de golpe.

Al hacerlo noté un intenso dolor en el pecho y vomité un poco de sangre. Caí al suelo desde la cama rocosa, dándome un golpe contra el suelo.

Crónicas de un mundo sin OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora