AKRAM
Debía ser más de media tarde.
Habíamos pasado toda la mañana entre caricias, besos, y solo nos levantamos para ingerir algo de alimentos.
La notaba diferente, no podía identificar cuál era precisamente el cambio, se trataba de una combinación interna y externa; tenía un nuevo brillo y sus mejillas sonrosadas le daban un aire tan vivo que me hubiese gustado poder retratarla en ese momento para la posteridad.
-¿Cómo te sientes? -Pregunté una vez terminamos de comer, y al ver que tardaba en responder me puse ansioso -Te... -Carraspeé -¿te duele algo?
Me preocupaba haber sido demasiado brusco, había tratado de controlarme, pero hubo más de un momento en el cual me perdí tanto en ella que tal vez pude hacerle daño.
-Estoy de maravilla. -Dijo tras un tanto más de espera.
-¿Qué tal si damos un paseo? -La invité.
-¿Un paseo por tu maravillosa alcoba? -Dijo con burla. -¿O es que queda algún pasadizo por descubrir?
Ella apenas había siquiera visto la luz del sol a través de las grietas que rodeaban mis aposentos, en estas semanas lo único que tuvo fueron frías piedras y nada más que sufrimiento.
Me sentí culpable, pero no pude hacer más en su momento, en ese entonces primaba su seguridad al ser acechada por un asesino a sangre fría, y aunque ahora también era vigilada por mi padre, lo cierto es que siempre y cuando cumpliese con mi parte del trato ella estaría segura.
¿Qué importaba entonces si salíamos de nuestro enclaustro voluntario y disfrutábamos de las bellas vistas que ofrecía el reino de Bahréin?
De pronto tuve la necesidad de ofrecerle un recorrido completo por aquellas calles que tan poca importancia daba, pero que ahora me parecían atractivas, sentí el deseo por invitarla a un paseo en caballo y llegar al árbol de la vida, mostrarle la colección de reliquias de mi madre o el museo de armas de mi padre, y como no, ofrecer una fiesta para que escuche la melodía de nuestros músicos. Aunque esto último era lo más improbable, todo lo demás si era posible.
Me puse de pie y me dirigí al baúl en el que había guardado los vestidos que le había regalado y tras sacarlos se los ofrecí para que ella misma escogiese cuál deseaba usar.
-No, un paseo real. -Me miró confusa una vez más y no era para menos. -Mi padre ya sabe de ti, y a estas alturas el reino entero, entonces es un despropósito seguir ocultándonos. -La vi dudar y antes de que pudiese rechazar mi invitación la animé. -Hay un lugar que pocos conocen, y donde me gustaría contar con vuestra compañía.
Finalmente accedió, y tras escoger el vestido de terciopelo azul me pidió que saliese para darle algo de privacidad.
Aunque no lo entendía puesto que ya había visto por completo su infinita belleza, preferí no perturbarla en esta ocasión. Mientras tanto, ordené que preparasen dos caballos y que los trajesen a la puerta lo antes posible.
Estaba ansioso y aún desconocía la razón, tal vez temía que alguien la viese y señalase por la calle, atribuyéndole la culpa de lo que había sucedido y de todas las muertes trágicas de hace tan solo unas horas, aunque claro fuese erróneo ese juzgamiento.
Me preguntaba si los cuerpos ya habían sido apilados para luego ser incinerados, debido a las infecciones que podrían acarrear.
Por la mañana había notado algunos rastros de sangre que debieron ser limpiados y de todas formas conocía una ruta hacia el árbol de la vida que no requería atravesar aquel fatídico espectáculo lleno de muerte.
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AKRAM: ¿Un Príncipe árabe puede enamorarse?
Lãng mạnEn las lejanas tierras árabes Adhara sueña con historias de amor y recuerdos de una época en la que la abundancia y buena fortuna acompañaban a su familia. Los tiempos de bonanza pasaron, ahora no es más que una esclava, y la esperanza de amar y ser...