AKRAM
Dicen que viajar por el desierto nocturno es casi un acto de suicidio, la vista engañosa no previene los peligros venenosos que se ocultan tras las dunas o que se entierran en la arena. La sed, que incluso sin el sol es demandante. Y la brisa helada que lejos de ser amigable puede llegar a entorpecer el avance y enceguecer a más de uno por horas.
Tener referencias es complicado, el viento mueve la arena como le plazca y allá donde encuentre un lugar la acomoda, tu mapa son las estrellas y aquel que no sepa leerlas se encuentra condenado a una agónica muerte.
No iba a esperar ni siquiera los primeros rayos de un nuevo amanecer, en cuanto pude, partí de inmediato a las Tierras del Jeque Zoram, una pequeña comunidad llamada Zallsab, a día y medio de distancia a caballo y poco más de dos días a pie.
Mis acompañantes eran apenas una veintena de mis más leales hombres, y por supuesto mi hermano, quien aún no terminaba de entender la razón por la cual me había empecinado en celebrar una boda que repudiaba en tierras ajenas a las nuestras.
El Jeque partiría mucho más tarde acompañado por mi padre y el resto de los miembros de la realeza, incluyendo a su gente y la que ahora era mi prometida.
Adelantarme era parte de mi plan, debía explorar lo más que pudiese, e indagar cualquier anomalía, así como hacer un reconocimiento del terreno previo. Todo ello sería complicado teniendo los ojos de mi futuro suegro de manera constante.
Por supuesto había considerado el hecho de que mi repentina decisión por celebrar la boda en aquel sitio despertaría el recelo de quienes tuviesen cautiva a Adhara, y que incluso podrían cambiar su ubicación. Aquella posibilidad no hacía más que aumentar mis ansias por partir y llegar a aquel sitio.
Desearía que hubiese una forma más veloz para llegar a Zallsab, mi corazón había recuperado algo de su fuerza y sentía en mi pulso la motivación de la añoranza por estar de nuevo con Adhara.
De una forma inexplicable tenía el presentimiento de que ella se encontraba en aquellas tierras, y me desesperaba con cada segundo que pasaba, aunque de la misma forma mística, sabía que estaba viva.
En medio de mis cavilaciones vislumbre un movimiento extraño, unas sombras se acercaban sigilosas no muy lejos, de no ser por la agudeza de mi vista nos habríamos encontrado de frente con las mismas, fatalmente tarde puesto que parecía un grupo numeroso en comparación al mío.
Con un movimiento del brazo hice que mi caravana se detuviese,
-¿Sucede algo Majestad? – Susurró uno de mis hombres.
-Hay movimiento en aquellas dunas – Me decepcionaba el hecho de que nadie más lo hubiese notado - Advierte a los demás, no quiero bajas.
-Si, majestad.
Observé el largo y ancho de sus sombras, debían ser unos cincuenta; nos sobrepasaban por lo que debía ser estratégico.
Aún se movían con un ritmo constante, de habernos descubierto habrían detenido su avance para realizar el mismo ejercicio que hacía yo ahora.
No me convenía perder a uno solo de mis hombres, tenía a los más leales conmigo, y por tanto los más letales, los necesitaba en aquel pueblo en caso de que se iniciase una contienda.
No confiaba en los hombres del Jeque, y no tenía sentido que estuviesen allí. Si su intención era eliminarme, perderían la boda que tanto les convenía, y con ello la fortuna y poder que anhelaban.
Sin embargo, no podía descartar que su intención fuese matarme. Podrían esperar a que la boda se llevase a cabo para atacarnos en el viaje de retorno y quedarse de ese modo con el trono.
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AKRAM: ¿Un Príncipe árabe puede enamorarse?
RomanceEn las lejanas tierras árabes Adhara sueña con historias de amor y recuerdos de una época en la que la abundancia y buena fortuna acompañaban a su familia. Los tiempos de bonanza pasaron, ahora no es más que una esclava, y la esperanza de amar y ser...