AKRAM
Su nombre era Adhara, como la blanca y pura flor de azahar, y como la estrella más luminosa que en muchas ocasiones me había guiado por el desierto.
Aún tenía a sus hermanas, quienes ahora eran familia del que había mandado a matar a su padre, no mencionó a ningún tío, primo, u otro familiar, por lo tanto, parecía no tener a nadie.
No entendía la razón de su recelo al momento de hablar sobre sus sentimientos, era posible que tuviese a alguien esperando por ella en casa, aunque realmente no lo creía porque de ser el caso ella hubiese acudido con él primero, a menos que ya estuviese muerto y omitiera esa parte de la historia.
Me puse de pie para poder buscar algo que pudiera usar, pero en definitiva no estaba preparado para verla.
Estaba de espaldas a mí, con el torso envuelto en la tela que yo mismo había utilizado en muchas ocasiones para secarme, pero con los hombros y parte de las piernas descubiertas.
Su piel, aún húmeda, resplandecía y su cabello se deslizaba por su espalda, escondiendo parte de su figura debido a lo largo que era.
Traté de bloquear los pensamientos que se asomaban y pensar en algo que podría utilizar ella. Pero desde luego nada era adecuado para Adhara. A menos que le diese mis propias vestimentas, sin embargo, antes podría intentar buscar en otro lugar.
-Quédate aquí, -Señalé la bandeja con comida -puedes servirte lo que desees, volveré pronto.
Al salir, como era de esperarse, no pude encontrar a nadie cerca, lo cual me tranquilizaba.
-¡Rashid! -Llamé esperando no tener que alejarme mucho.
-Majestad, Rashid ha sido llamado por su hermano hace unos momentos, si desea algo puedo comunicárselo o hacerlo yo mismo.
Contemplé al sirviente tratando de pensar en qué podría decirle para conseguir una vestimenta de mujer. De haber sido Rashid podía confiar en que tal petición quedaría entre los dos, pero de ser otro, era posible que se esparciera el rumor de que el general del ejército y segundo príncipe andaba pidiendo vestidos sin razón alguna.
-Deseo hacerle un regalo a mi hermana, la Princesa Yamileth.
Tenía muchos hermanos y hermanas, Yamileth era hija de la segunda esposa del Rey, pero era a la que mejor soportaba de mis hermanos, poseía un carácter fuerte, nunca había estado conforme con las lecciones de baile y canto que le impartían, le gustaba pelear, por lo que cuando éramos niños, de vez en cuando entrenábamos a escondidas.
-Por supuesto, ¿Hay algo que le desee encargar al joyero?
-Mi hermana tiene suficientes joyas, pienso que le haría más feliz un par de vestidos que estrenar.
Yamileth odiaba tener que usar vestidos, recordarlo me causó gracia, aunque desde luego no iba a exteriorizarlo.
-Desde luego majestad, puedo hacerme cargo.
-Espero seas rápido, y preferiría entregárselos en persona, por lo que tráelos a mi habitación en cuanto los tengas.
-Como usted ordene, ¿Hay algo más en lo que le pueda servir?
Pensé en Adhara, en lo evidentemente que estaba acostumbrada a las comodidades de una familia bien acomodada, y en el difícil momento que estaría pasando, deseaba hacer que se sintiese cómoda y distraerle en parte del sufrimiento de los últimos días.
No sabía de dónde me venía esa necesidad por verla bien, normalmente no me interesaba por nadie que no fuese yo, pero con ella era diferente y aún no comprendía el por qué.

ESTÁS LEYENDO
AKRAM: ¿Un Príncipe árabe puede enamorarse?
RomantizmEn las lejanas tierras árabes Adhara sueña con historias de amor y recuerdos de una época en la que la abundancia y buena fortuna acompañaban a su familia. Los tiempos de bonanza pasaron, ahora no es más que una esclava, y la esperanza de amar y ser...