ADHARA
Nunca antes había apreciado tanto un baño como ahora, en cuanto el agua tibia tocó mi piel sentí cómo el peso de los anteriores días disminuía.
El poder de la realeza se dejaba ver incluso en los detalles más sencillos, no pude ver cuántas personas habían preparado el baño, pero debieron necesitarse muchas para cargar con el peso de esta bañera, que parecía estar bañada en oro por fuera, tenía unos grabados únicos de flores en los bordes que no podía dejar de repasar con los dedos.
Se debió necesitar mucho oro y muchos expertos trabajándolo para hacer cada detalle de esta habitación, a él parecía no importarle en lo más mínimo, pero en mi caso, jamás había visto tanto oro en un solo lugar.
Los marcos de las puertas, la vajilla y fuentes con comida, las lámparas de aceite, los detalles en los cuadros, los bordes de los muebles, incluso la armadura que había visto hace un rato, todo estaba cubierto de oro.
Tomé el pedazo de tela suave que habían colocado al borde de la bañera, junto con un jabón impregnado de su aroma y comencé a frotar mi piel, estaba tan absorta que por un momento casi olvidé su presencia
-¿Cuál es tu nombre? -Su voz profunda resonó tras las cortinas de su lecho
Podía hacerme tres preguntas, las que él quisiese, y había escogido una de las que yo consideraba menos relevantes, y a su vez, la más peligrosa.
Evaluaba la posibilidad de mentirle, de inventar otro nombre, aún no tenía la suficiente confianza, aunque había tratado de demostrarme que podía confiar en él al darme sus cimitarras.
Me había dado, sin dudar, la posibilidad de hacerle daño, un arma para mi libertad, y sabía perfectamente lo que significaban sus acciones, pero de alguna manera me sentía segura.
El recuerdo de él sosteniendo las armas provocó que me sonrojara, y agradecía el hecho de que él no pudiese verme en este momento. Su rostro siempre serio se iluminó en cuanto comenzó a hablar de ellas, seguía con el torso desnudo, de manera que sus músculos se marcaban al soportar el peso de las cimitarras, incluso pareció crecer aún más, si es que ello era posible, puesto que su porte al sujetarlas era firme y seguro, no quería imaginarlo en batalla, pero en aquel momento me pareció aún más atractivo, aunque traté de disimularlo concentrándome en los detalles de cada adminículo. No había duda de que su colección era algo que le apasionaba puesto que parecía abstraerlo de todo lo demás.
Al despertar y no encontrarlo se me pasó por la mente aprovechar el momento para huir, pero no sabía dónde me encontraba exactamente, no tenía ni la más mínima idea de por dónde podría salir y en caso de milagrosamente conseguirlo, dónde podría refugiarme.
Era una forastera, no poseía nada, nadie me conocía y difícilmente alguien me daría cobijo a cambio de nada, por ahora lo más seguro eran estas cuatro paredes, por ello en vez de intentar escapar había preferido ver con la luz del día los detalles de aquella habitación.
-Creí que teníamos un trato. -El rumbo de mis pensamientos se vio interrumpido al escucharlo tras las cortinas -yo permanecía de este lado de la cama sin poder verte si tú respondías a tres de mis preguntas, sin embargo, no respondes ni siquiera a la primera, significa entonces que puedo ver.
-Está en lo correcto majestad, tenemos un trato.
-¿Y bien? -Notaba la frustración en su tono -¿Respondes o ya puedo salir de aquí?
-Adhara. -Solté antes de que él se asomara o que la duda me inundara otra vez.
Una parte de mi quería ocultar mi identidad, mientras que la otra esperaba demostrarle que había decidido confiar en él.
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AKRAM: ¿Un Príncipe árabe puede enamorarse?
RomanceEn las lejanas tierras árabes Adhara sueña con historias de amor y recuerdos de una época en la que la abundancia y buena fortuna acompañaban a su familia. Los tiempos de bonanza pasaron, ahora no es más que una esclava, y la esperanza de amar y ser...