ADHARA
Hace tres meses...
-¡Papá, Adhara volvió a esconder mis perfumes!- los gritos de Kaamla se escuchaban por toda la casa- ¡Mis doncellas llevan buscándolos toda la mañana!
Podía escuchar las quejas de mi hermana mayor, pero eso le enseñaría a no tomar mis vestidos sin mi consentimiento.
-Mi señora, debe levantarse -Sabía que mis doncellas tenían razón, probablemente mi padre las castigaría si llegase tarde otra vez a las clases.
-Cinco minutos más, no hay prisa.
-Eso dijo hace media hora, si no se levanta ahora no habrá tiempo de arreglarla.
-Farah ya te dije que las formalidades te las reserves para cuando estemos en público, aquí trátame como a una de tus hermanas, lo mismo va para ustedes -dije señalando a mis demás doncellas.
-Las doncellas de sus hermanas podrían estar tras la puerta escuchando... -Podía notar el tono de advertencia de Farah, pero sabía que muy poco le importaba lo que pudieran oír -Además, hoy vienen visitas y ni siquiera hemos cepillado su cabello.
Su último argumento terminó por convencerme, hoy vendrían los jóvenes hijos del Jeque Yusuf, y probablemente encontrarían a sus futuras esposas en la casa de mi padre, pero yo no estaría entre las candidatas.
Mi padre fue muy claro al señalar que era muy joven aún, y que no estaba lista para el matrimonio, pero yo se lo agradecía, sabía que me amaba y que yo era el mayor de sus tesoros.
Mis hermanas también eran parte de su tesoro, pero ya estaban en edad de casarse y en este momento era lo que más deseaban. Siempre insisten en lo mal que se vería pasar los 25 años sin estar casadas, y Kaamla estaba muy cerca, por eso estaba tan molesta.
Yo esperaba encontrar por mi cuenta a quien entregarle mi corazón, hasta que ese momento llegase disfrutaría los mimos de mi padre. Era su favorita -aunque él insistiese en negarlo, todos en casa lo sabíamos- por el gran parecido que tenía con mi madre.
Mi madre no resistió mi nacimiento, pero dicen que sus ojos se iluminaron como nunca antes cuando me vió, y que le hizo prometer a mi padre que me cuidaría con su vida.
En cuanto me levanté, mis doncellas no perdieron tiempo y comenzaron a arreglarme, yo no debía hacer nada más que permanecer quieta y obedecer a sus instrucciones.
Mi cabello era tan largo que necesitaba a dos de ellas para peinarlo, el resultado era hermoso, aunque no podrían verlo porque estaría cubierto por un velo, y por eso me parecía una pérdida de tiempo, pero ellas insistieron.
-Farah, dile a las doncellas de mi hermana dónde encontrar los perfumes, no quiero que le prenda fuego a mis vestidos, ya debió aprender su lección.
-Si, mi señora -Por la sonrisa en su rostro sabía que me trataba con formalidad sólo para molestarme.
Mientras mis doncellas terminaban de vestirme y maquillarme soñaba despierta con el día en que llegara a casa un apuesto joven con uno de esos hermosos joyeros de damasco. No pude evitar reír ante la imaginaria reacción de mi padre al verlo, seguramente lo echaría de casa y le diría que yo nunca me casaría con nadie, aunque luego me preguntaría si ese joven era de mi agrado y de ser así le concedería mi mano, pero ese era un futuro lejano aún.
-¡Adhara, ya es hora hija, date prisa! -mi padre debía estar muy ansioso si había ido a buscarme personalmente.
Abrí la puerta y le di un abrazo, sabía que las muestras de afecto no son muy comunes en nuestra cultura, pero yo parecía estar siempre fuera de lugar de todos modos, mi padre miró a las doncellas ordenándoles salir de manera indirecta.
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AKRAM: ¿Un Príncipe árabe puede enamorarse?
عاطفيةEn las lejanas tierras árabes Adhara sueña con historias de amor y recuerdos de una época en la que la abundancia y buena fortuna acompañaban a su familia. Los tiempos de bonanza pasaron, ahora no es más que una esclava, y la esperanza de amar y ser...