Cap 14

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El lunes, cuando llegó a trabajar, él no estaba esperándola donde siempre

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El lunes, cuando llegó a trabajar, él no estaba esperándola donde siempre.
Eso le hizo saber que lo que pensaba era verdad. Él ya no quería ni verla. Se lo
comentó a Triana y ésta se apenó por ella. Triana aún creía en los cuentos de
princesas. Lo mejor era continuar con su trabajo y olvidarse de todo.
Definitivamente aquélla era la mejor opción.

Pero cuando lo vio entrar en el restaurante del hotel, sin poder remediarlo y armándose de valor, llenó una taza de café, le echó azúcar y cuando vio que se sentaba a una de las mesas junto a las grandes cristaleras, se plantó ante él y cuchicheó al ver que nadie los podía oír.

-Espero que lo pasara tan bien como yo, señor. Y tranquilo, ya capté el mensaje. No seré una molestia para usted. - Él la miró. Dimash, que durante el domingo había hecho esfuerzos sobrehumanos para no llamarla a pesar de haber leídos sus mensajes, dijo.

-¿Qué mensaje has captado?
-Mirándolo con cierto recelo, afirmó.

-Seré joven, pero no tonta, y sé cuando alguien, tras conseguir su propósito,
no quiere saber nada más. - Incrédulo porque ella pensara eso, sin importarle si alguien lo oía, aclaró.

-Pues siento decirte que yo no te he lanzado ese mensaje. Si no te llamé ni
contesté tus mensajes fue para darte espacio, porque no quería agobiarte. Y no
quiero hacerlo, porque deseo volver a verte. Anhelo poseerte otra vez, me vuelvo
loco por volver a tenerte desnuda entre mis brazos, pero sólo te pediré una cosa:
no vuelvas a irte de mi cama sin avisar. ¿Captas ese mensaje?

Sorprendida pero encantada por lo que acababa de decirle, lo miró; él, al comprobar su desconcierto, preguntó al ver la taza que le tendía.

-¿Crees que debo fiarme de este café?
-Con una encantadora sonrisa, Melody asintió con la cabeza. Dimash, sin apartar
los ojos de ella, lo cogió, se lo llevó a la boca y dio un trago. Cuando sus labios se separaron de la taza con una sugerente sonrisa, susurró.

-Gracias, Melody. Es tan exquisito como tú. -Congestionada por el mar de sentimientos que bullían en su interior, sonrió y se alejó. Minutos después, se acercó hasta su amiga Triana y murmuró.

-Quiere volver a quedar conmigo.

-Aiss, qué mono!!...

Juntas entraron en las cocinas con varios platos en las manos. Una vez que los hubieron dejado en el fregadero, salieron a una terraza trasera para fumarse un cigarrillo y Triana preguntó.

-¿Realmente qué es lo que pretendes con él, además de tirártelo otra vez?

-¡¿Yo?!

-Sí, tú. -Mientras se retiraba un mechón de la cara, Melody dio una calada a su cigarrillo y tras expulsar el humo, respondió.

-Simplemente quiero pasarlo bien con él. Nada más. - Triana se carcajeó. Aunque Melody no lo admitiera, ese hombre le gustaba. Se le veía en la cara. Divertida, cuchicheó.

-Es un bomboncito. Tan alto, tan educado, tan perfecto...

-Tan anticuado en el vestir -se burló suspirando. Triana movió la cabeza y murmuró.

-No es anticuado, Melody. Es sólo que tiene una edad en la que no se va con pantalones cagados, ni gorras ladeadas, cielo. Ese hombre es un caballero Kazajo y no sólo en el vestir; sinceramente, reina, los trajes le sientan mejor que al mismísimo George Clooney.

-Triana, ¿te encuentras bien? -Se guaseó Melody tras oírla, pues Clooney era lo máximo para su amiga.

-Oh, sí... perfectamente. -Suspiró- Sólo pienso que ése es el tipo de hombre que me encanta, pero nada... ¡se prendó de ti!
-Alegre por el comentario, Melody soltó una carcajada y dijo para jorobarla.

-Es tremendamente ardiente en la intimidad.

-Eso... Tú ponme los dientes largos, jodía.
-No pudieron continuar. El jefe de sala apareció, les recriminó su pérdida de tiempo y ellas rápidamente, entre risas, regresaron a sus trabajos.

 El jefe de sala apareció, les recriminó su pérdida de tiempo y ellas rápidamente, entre risas, regresaron a sus trabajos

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Esa noche, Dimash y ella se volvieron a ver. La recogió en la puerta de su casa y juntos se dirigieron directamente hacia el ático de la calle serrano. Esta vez Dimash comenzó a besarla en el ascensor y en el descansillo de la vivienda ya estaban medio desnudos. La noche fue ¡colosal!

Así pasaron una semana. Se veían todas las noches en el piso y hacían el amor de todas las formas y modos posibles. Nada los paraba. Eran insaciables. Dos guerreros del sexo, y como tales lo disfrutaban. Pero los días se sucedían rápidamente y Melody, intranquila, no quería preguntarle por su marcha. Él vivía en Kazajistán y ella en Madrid, y tarde o temprano el día de su partida llegaría; sólo con pensarlo se le encogía el corazón.

¿Qué iba a hacer sin él?
El jueves, día en el que ella libró, lo dedicaron a hacer algo de turismo fuera
de Madrid. Melody lo recogió en la puerta de su casa con Paco para llevarlo a Toledo. Estaba segura de que aquel lugar lo enamoraría y quería enseñarle ese mágico y maravilloso paraíso.

Visitaron el Alcázar, el Museo Sefardí, la Puerta Bisagra, el Museo del Greco.
Todo. A Dimash le encantó absolutamente todo. Aquello era cultura viva.
Mientras caminaban por las empedradas y estrechas calles del mágico Toledo, Melody vio a una pareja de músicos callejeros y tirando de Dimash, llegaron hasta ellos.

Abrazada a él, escuchaba cantar a la chica. La letra mencionaba un amor eterno, para toda la vida.

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𝐶𝐴𝐹𝐸 𝐶𝑂𝑁 𝑆𝐴𝐿.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora