σ - El refugio de las Gorgonas

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Percy:

Salimos demasiado rápido del Campamento.

Nicolás parecía saber a dónde iba, así que tomó la dirección del grupo. El muchacho no era precisamente lo que llamaríamos un líder nato. Aunque lo ocultara, era nervioso, tal vez demasiado. Parecía preocupado y enojado al mismo tiempo.

No le dije lo de los sueños apenas se levantó, para empezar, porque no podía pensar bien mientras estaba casi convertido en paleta de semidiós. Ahora que lo veía más alterado que entonces, decidí mejor hablar con Annabeth al respecto.

No me gusta lo que pasa - le dije - esos sueños... Parecen más bien una suerte de profecía extraña. No sé si será intencional, pero a Hipnos se le está yendo la mano -

Repite una vez más lo que recuerdas, y déjame asimilar bien las cosas, el frío que hace me impide pensar con claridad -

Le conté a Annabeth una vez cada imagen de la que me acordaba: las sombras de un chico atravesado por una lanza, otro ardiendo hasta consumirse, uno más siendo atacado por alguna cosa con garras, una chica apuñalada en el pecho, dos personas hundiéndose en la tierra, otra siendo fulminada por un rayo y una última era atravesada por un tridente, esa parte me daba muy mal rollo.

Eso no era lo más aterrador. Lo aterrador era lo que venía después, los ocho seres que se alzaban sobre el mundo. Dos de ellos eran azules, otros dos, negros y la otra pareja, blancos.

Los dos que estaban solos eran de un gris tormenta y un púrpura oscuro.

Púrpura oscuro - murmuró Annabeth - tengo la mala sensación de... - me vio a los ojos. Se debían notar los nervios que tenía. Me adelanté a ella y pronuncié ese horripilante nombre.

Tártaro.

Si ese tipo vuelve a aparecer frente a mí, le clavaré un cuchillo en su cara de espiral - dijo ella.

Después de ver a Tártaro en persona, la verdad, es que a ninguno de los dos nos apetecía volver a encontrarle.

Los otros... Bueno, es algo más complejo. Podrían representar muchas cosas, así que por ahora, dejemos ese tema ahí. Ahora... Respecto a las sombras... No sé, también me da repelús. Hay cosas muy específicas -

No quería darle más vueltas al asunto. Era aterrador pensar en todo eso. Tártaro podría venir a por nosotros o algo por el estilo. Algunos terminarían muertos de una mala manera, y probablemente, yo fuera uno de ellos.

Los demás no hablaban mucho. Solo seguíamos a Nicolás por donde fuera que nos llevara. Hace un rato nos habíamos alejado de la carretera y caminábamos a través del bosque.

En un principio, todo parecía tranquilo. Al cabo de un rato, llegaron los monstruos. Nada digno de relatar... Excepto tal vez la cara de pánico que ponía Nicolás cada vez que un bicho moría.

Ehm, sabes que una vez mueren, hasta que se regeneren en el Tártaro, no atacan, ¿Verdad? - le dijo Nico luego de cargarse un perro del infierno más que salía al azar del bosque.

Si, pero... No importa, solo, sigamos -

Al cabo de un buen rato (cuando empezó a amanecer) llegamos a la carretera... A un almacén enorme, tal vez demasiado, con un letrero de Neón rojo: Emporio de gnomos de la tía Eme.

ESTE LUGAR NO ERA TAN GRANDE ANTES - grité

Vaya, vaya - dijo una voz familiar detrás de nosotros - nos volvemos a ver, Perseus Jackson. Espero que esta vez, si puedas morir -

Euriale sonreía de forma macabra. La última vez que la había visto, bueno, la muy bruja y su hermana Esteno habían querido rebanarme muchas veces, pero mi ya perdida bendición de Aquiles me había salvado en esa ocasión.

Queridos, queréis salchichas? Los mataran rápido - Las dos infernales mujeres gorgona nos cerraban el paso. No podíamos dar vuelta atrás. Debíamos luchar... O morir.

Hermanas... Por favor, maten a todos estos ineptos, pero dejen intacto al muchacho de los ojos verdes. Me gustaría conservarte en mi colección. No hay rencores -

Inmediatamente entré en shock. Medusa, Esteno y Euriale estaban juntas, las tres, trabajando en el mismo lugar. La última vez que luché contra Medusa estaba sola, y eramos tres contra ella. Ahora, eran tres brujas con cabello de serpiente contra siete semidioses, y una de ellas podía habernos vuelto estatuas inmediatamente si lo hubiera deseado.

Ehm... Que hacemos ahora - me susurró Nicolás al oído.

Naturalmente, grité lo primero que se me vino a la mente.

CORRED AL ALMACÉN -

Si, vale, no era la mejor opción, pero al menos así le dábamos la espalda a Medusa y su mirada infernal. De alguna manera, logramos entrar en la tienda, que ahora era un enorme laberinto de pasillos, arbusto y vete a saber que más.

Lo que pasó después, no lo esperaba ninguno de nosotros.

De alguna manera, las paredes y arbustos se reubicaron, separando nuestro grupo en tres.

POR QUÉ SIEMPRE PASA ESTO - gritó Will. Había quedado aislado junto a Nico en la parte izquierda del lugar.

Tranquilos todos. Avancemos por el lugar, debe haber un punto en el que los tres caminos convergen - dijo Annabeth. Ella, Manuel y Karen fueron encerrados en el lado derecho, hacia la zona de comidas en la que una vez, Medusa nos había ofrecido hamburguesas con patatas fritas.

Nadie dijo nada. Era el mejor plan que teníamos, y el único también. Nicolás y yo nos adentramos en el jardín, al mismo tiempo que los demás avanzaban por sus respectivos caminos.

Percy Jackson y el hijo perdido de CronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora