Todos menos yo

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La noches de los miércoles suelen ser tranquilas. Nos entretenemos con los enfermeros hablando de estupideces hasta que el sueño nos vence y nos desperdigamos por los consultorios para dormir un poco. La falta de consultas te da una falsa sensación de seguridad, de que nada malo puede pasar, de que todas las consultas se van a solucionar con un analgésico o una charla.

Esa noche estaba mas concurrida de lo habitual, eran casi las dos de la mañana y todavía no habíamos logrado "limpiar" la lista de pacientes en espera, y sólo seguían multiplicándose. Me había tomado unos minutos para escribir unas historias clínicas que tenía atrasadas, mientras una de las medicas que estaba conmigo me explicaba algo dibujando en el dorso de un recetario y yo prestaba atención a medias mientras copiaba un laboratorio y tecleaba las indicaciones. En el consultorio de al lado podíamos escuchar hablar a otro de los médicos, haciendo preguntas de rutina, y el resto sólo era silencio.

En un segundo, como suele suceder, la paz de la guardia se terminó con un solo llamado de administración. "Están llevando a un hombre que no puede respirar" habían dicho, y todos habíamos saltado de nuestros asientos, tomado unos guantes y nuestras máscaras, y esperábamos en el shock room a que aquel hombre, cuyos intentos por respirar se escuchaban entrar por la puerta, ingresara. 

Un policía, demasiado habituado a las urgencias, dejó al hombre en silla de ruedas en el centro de la habitación y todos comenzaron a moverse rápido. Yo me limité a no estorbar y observar, mi falta de experiencia aún era un obstáculo y siempre creí que es igual de importante saber qué hacer y saber cuando no molestar.

Tan pronto como le colocaron una mascarilla con oxígeno se tranquilizó, y nosotros también. Nos relató toda una historia de cómo había estado en terapia intensiva por COVID durante un mes y había salido hacía sólo una semana, nos decía que estaba cansado, que tenía miedo, intentaba no llorar y pedía disculpas por habernos molestado. Nos tranquilizamos aún más. Le pedimos que dejara de disculparse. No lo hizo.

Pasada la conmoción volví a mis historias clínicas, los otros médicos, muchísimo más experimentados que yo, me explicaban qué habían hecho y por qué, qué debía hacer si algún día estaba sola en esa situación. Terminé mis historias clínicas pensando en cuanta experiencia me faltaba para no acobardarme ante un paciente como ese, de nuevo me pregunté si estaba lista para trabajar sola, de nuevo me respondí que no.

Uno a uno atendimos a todos los pacientes que esperaban, que a a comparación de aquel hombre me parecían cosas sencillas, me atreví a solicitar estudios antes de presentarle el caso a los otros médicos y me valió un par de guiños cómplices y asentimientos aprobatorios. El hombre seguía sentado en una silla, mirándonos pasar un poco aburrido. Pasada la conmoción y un poco mas tranquilo sólo quería irse a casa. Me compadecí un poco de él, sabía lo aburrido e intimidante que era estar solo en una guardia, y me senté en el escritorio de la habitación en la que se encontraba a mirar unas radiografías que había pedido. No pasó mucho tiempo antes de que empezáramos a hablar, que era el motivo principal por el que estaba viendo los estudios en esa computadora, y no en la que estaba en la sala de médicos.

"Estuve en terapia intensiva" me dijo y lo observé "Éramos doce pacientes, solamente salí yo... el trabajo que hacen ustedes es horrible"

"¿Si? A mi me gusta" bromeé y el rio un poco. Lo miré esperando a que siguiera hablando, era obvio que necesitaba poner sus pensamientos en voz alta, y yo siempre fui buena escuchando.

"Los vi intentar salvar a todos... yo antes creía que a ustedes no les importaba lo que nos pasara, que solamente era su trabajo que nos curáramos... hasta que les vi las caras cuando mis compañeros de habitación morían" dijo casi en un susurro antes de mirarme, entre avergonzado y pidiendo permiso para continuar, le sonreí debajo de mi barbijo y asentí acodándome en la mesa para escucharlo. Me agradeció con la mirada y tomó aire antes de continuar "Éramos doce... solamente salí yo... y no dejo de preguntarme por qué, ¿Qué tengo de especial? ¿Por qué yo salí y ellos no? Desde donde estaba escuchaba a los médicos hablar, había un papá de una nena de dos años, vecino de una de las enfermeras... un abuelo, la mamá de una amiga de algún camillero o enfermero. Yo escuchaba todo... éramos doce y solamente salí yo, y no sé por qué... ¿Usted que cree?" me preguntó, mirándome como si yo pudiera explicarle el azar.

"Yo creo que todavía te queda algo por hacer en este mundo" dije, esperando que le bastara, pero seguía mirándome "O quizá solamente tenés a alguien que te cuida del otro lado"

"Mi mamá" dijo asintiendo antes de suspirar "Dejé de respirar dos veces, no me acuerdo mucho, pero sí me acuerdo que vi a mi mamá..." empezó a decir pero se detuvo mirándome como si hubiera hablado de más.

"¿Ves? Te estaba cuidando" dije, intrigada por saber más sobre su experiencia en terapia intensiva. Uno no se detiene mucho a pensar en esas cosas, quizá como una forma de protegerse, y tener a alguien ahí que estuviera hablando con tanta franqueza sobre el asunto me tenía deseosa de saber más.

"Si, la segunda vez sentí como me agarraba la mano... pensé que me iba a morir, pero ustedes no me dejaron. Me trajeron de vuelta las dos veces... de los doce solamente pudieron traerme de vuelta a mí" nos quedamos en silencio unos instantes "Veía a los camilleros meterlos en bolsas, ¿Sabes? Cada vez que entraban disfrazados de astronautas para llevarse a alguien pensaba que el próximo iba a ser yo, pero no me fui en una bolsa. Volví a mi casa... tengo miedo de morirme Doc, estuve muy cerca... estoy seguro de que si vuelvo a una terapia intensiva no salgo"

Uno de los médicos entró a la sala e interrumpió la atmosfera de confianza que habíamos creado. Totalmente ajeno a nuestra conversación le hizo unas preguntas, lo revisó y le explicó que iba a quedarse internado por precaución. El hombre me miró con un poco de temor en los ojos mientras lo preparaban para llevárselo a una habitación, "Vas a estar bien" le prometí y asintió saludándome con la mano.

No pensé mucho más en él, no tuve mucho tiempo, había otros pacientes bajo mi cuidado, en especial un hombre joven con una arritmia esperando derivación que me tenía preocupada. Estaba revisando unos electrocardiogramas en la salita de médicos, intentando memorizar el patrón de la arritmia mientras una de las medicas me explicaba qué hacer y qué no con ese paciente, de nuevo dibujando en el dorso de un recetario, cuando una de las medicas de internación entró con mala cara. Aquel hombre con el que había charlado con total normalidad necesitaba ser trasladado a un hospital de mayor complejidad. Su estado se había deteriorado y temían que se agotara y dejara de respirar. "Tengo miedo de morirme Doc, estuve muy cerca... estoy seguro de que si vuelvo a una terapia intensiva no salgo" me había dicho, y esperaba que no fuera una premonición.

No vi cuando se lo llevaron, no quise. Pero supe por el medico de la ambulancia, que había sido mi compañero de facultad, que estaba en terapia intensiva y que lo habían intubado. "Se veía feo" me había dicho, sin atreverse a vaticinar su muerte.

Casi como un reflejo pensé en su mamá. Pensé que quizá su ultima misión en esta vida era charlar con una medica inexperta a la que le gusta escribir para que contara su experiencia, y quizá alguien lo leería, se conmovería, se pondría en sus zapatos y sentiría su miedo. Y quizá ese miedo haría que tuviera mas cuidado y no terminara en una terapia intensiva, viendo como se llevaban a sus compañeros en bolsas, rezando para no ser el próximo. O quizá solamente yo también estoy buscando un por qué.


MédicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora