Respirá

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Noviembre 2019


Irónicamente una de las cosas que más te repiten en una guardia cuando recién estás empezando es que respires. Perdí la cuenta de las veces que me susurraron "respirá" mientras intentaba controlar el temblor de la mano para suturar o clavar una aguja en el cuerpo de una persona, hasta el punto en donde yo misma me recuerdo que tengo que respirar cuando las cosas se me ponen difíciles.

Ese día llovía con fuerza y la guardia estaba vacía, solamente estábamos Matías, la enfermera y yo, y aprovechábamos el día lluvioso para dormir una siesta. Matías estaba en el dormitorio, yo había tomado posesión de la camilla del consultorio y la enfermera me despertaba de tanto en tanto con los ronquidos que provenían de la enfermería que estaba pegada al consultorio.

Un ronquido me despertó por cuarta vez y suspiré recordando la sonrisa burlona de Matías cuando me preguntó por segunda vez si no prefería dormir en la habitación, sin decirme que la enfermera sonaba como un rastrojero descompuesto. Iba a escucharme cuando volviera a asomar la nariz por esos lugares. Me giré intentando conciliar el sueño una vez más y el sonido de la puerta de la sala de espera siendo abierta de una patada hizo que me sentara en la camilla y bajara de un salto. Para cuando llegué a la enfermería, tanto la enfermera como yo estábamos bien despiertas y abrimos la puerta antes de que pudieran golpearla.

Nunca voy a olvidar la mirada de terror de esos dos padres. Traían a un bebé de no más de dos años en los brazos y colgaba como un muñeco de trapo. No entendía nada de lo que decían, los dos hablaban al mismo tiempo y gritaban. Respiré. Hice que dejaran a ese bebé sobre la camilla intentando no pensar en que tenía la edad de mi sobrino y esos podrían ser mi hermano y mi cuñada. "¿Que pasó?" pregunté "respirá" le pedí a la mamá tomándola por los hombros "Ya llegaste, respirá" le pedí de nuevo y suspiró antes de explicarme que lo habían diagnosticado con bronquiolitis, y que la medicación no parecía funcionar desde esa mañana "Empeoró de golpe" me dijo y pregunté si era alérgico a algo, "a todo" respondió llorando.

Me puse el estetoscopio y me aterré por un instante. El bebé abría y cerraba la boca buscando aire, pero sus pulmones casi no se expandían. Un sudor frío me recorrió la espalda al pensar que no tenía como intubarlo o siquiera sabía como hacerlo. Respiré. Lo revisé rápidamente mientras esperaba que Matías llegara a rescatarme, le pedí a la enfermera que trajera el oxígeno y que preparara unas nebulizaciones "¿Cuantas gotas?" me preguntó "A discreción" le dije, en ese punto no podíamos empeorarlo más de lo que estaba. Matías llegó cuando estaba decidiendo si ponerle corticoides o adrenalina. "Una adrena no le va a hacer mal" me dijo haciéndome una seña para que me moviera para que pudiera revisarlo.

Corrí al teléfono y pedí una ambulancia, quien sea que me haya atendido debe haber oído la urgencia en mi voz porque me hizo pocas preguntas antes de asegurarme que estaban en camino.

Cuando volví a la camilla el bebé (me es imposible recordar su nombre a pesar de que lo grité unas cuantas veces, quizá mi cerebro todavía intenta mantener al bebé en un plano teórico para que no lo relacione con mi sobrino) estaba igual, o quizá peor. Me puse frente a Matías y nos miramos un instante '¿Ahora qué?' nos estábamos preguntando en silencio.

"¿La adrenalina hizo algo?"

"Poco, sigue muy obstruido"

"¿Y el corticoide?"

"Está tardando mucho, ¿Qué le pusiste a las nebulizaciones?"

"Ipra y Bude, ¿Me faltó algo?"

"No ¿Cuanto? ¿Lo auscultaste?"

"Si, como para broncodilatar un caballo... chifla mucho"

"Si... demosle más corticoides, no podemos hacer mucho más"

"Y ponele más bude... Se va a parar, traé el desfibrilador por las dudas..."

"Y prepara jeringas con dopamina... a dosis pediátrica no me acuerdo cuanto es"

"En la puerta del botiquín pegué las dosis, buscalas... Dios, mirá la fuerza que hace... ¿Como puede ser que no haya nada para asegurar la vía aérea?"

"Pregunto lo mismo desde que trabajo acá... controlá los vitales, si se para corrés al teléfono, ¿Estamos?... ¿Que hacen los papás acá?"

Ni siquiera intento imaginar lo que debieron sentir esos padres, paralizados de miedo, tan aterrados que ni siquiera emitieron un sonido hasta que Matías se giró y los vio. Una mamá nunca debería escuchar lo que escuchó esa mamá aquel día, nunca debería haber visto la mirada de duda de los dos médicos que estaban intentando salvar a su hijo. Me la llevé de ahí, intentando no pensar en que esa mamá podría ser mi cuñada, y ese papá mi hermano. "Hagan algo por favor" me pidió agarrándome la mano con demasiada fuerza, para obligarme a verla a los ojos 'Respira' pensé y asentí murmurando un breve "Ya viene la ambulancia" y cerré la puerta con fuerza.

El bebé estaba menos azul, Matías empujaba el émbolo de una jeringa con medicación en la vía que se conectaba a un suero. Saturaba mejor, seguía grave pero el oxígeno empezaba a entrar a los pulmones, pero no nos relajamos, su respiración era irregular, probablemente sus músculos se estuvieran agotando por el esfuerzo. "Ya viene la ambulancia, bebé, respira un poquito más" le pedía una y otra vez la enfermera, "Dale muñequito, aguanta un poquito más, respirá" me sumé a los ruegos agarrando una de sus manitos diminutas que se perdían entre las minas, y repitiendo 'respirá' en voz baja, casi como un mantra, intentando no pensar que ese 'muñequito' era del mismo tamaño que mi sobrino. Vi que Matías corría al teléfono, pero no llegó a tocarlo antes de que las sirenas de la ambulancia nos arrancaran un suspiro de alivio "Ya están acá bebé, ya está, te van a llevar a un hospital, ya está" le dijo la enfermera en voz dulce mientras le acariciaba la cabeza, tenía los cabellos pegoteados por el sudor, probablemente había estado transpirando mucho, lo recuerdo a la perfección porque pestañeó, un movimiento muy leve, que podría haber sido involuntario, pero que nosotras tomamos como si nos estuviera prometiendo aguantar un poco más.

Los médicos de la ambulancia entraron practicamente corriendo y se hicieron cargo de la situación, protestando por nuestra falta de insumos, mientras yo me escapaba de la enfermería y del bebé para hablar con sus padres. Como si se lo explicara a mi hermano les dije todo y cuanto había ocurrido ahí dentro, les dije que la ambulancia lo iba a llevar al hospital de niños y que no se asusten, pero que le habían puesto una mascarilla laríngea, también les expliqué qué era eso.

No recuerdo muchos detalles de cómo se llevaron al bebé, si su mamá iba con él o si era su papá, si lo llevaron con la mascarilla puesta o no, si estaba despierto o seguía con los ojos cerrados, si estaba azul o no. Solamente recuerdo las luces de la ambulancia llenando la enfermería y el sonido de la sirena mezclada con la lluvia alejándose de allí. También me acuerdo que llamé a mi hermano para pedirle que pusiera a mi sobrino al teléfono, creo que supo que necesitaba verlo más que escucharlo porque hizo una videollamada y mi sobrino extendió los brazos hacia la cámara gritando "Tia", una de las pocas palabras que  decía en ese entonces, me mostró su auto rojo de juguete, un camión amarillo y la pista de carreras improvisada que le había hecho mi hermano. Cuando sentí que no podía contener las lágrimas los dejé jugando en su mundo donde los bebés son felices y las cosas malas no pasan. Me hice un café y cuando Matías terminó con los papeles y volvió a esconderse en el dormitorio, yo me escondí en el consultorio y lloré, y del otro lado de la puerta que me separaba de la enfermería ya no se oían ronquidos, sólo un silencio interrumpido por suspiros que reconocía muy bien, porque eran los mismos que estaba lanzando yo para disfrazar mis lágrimas.

Nunca pensé que 'respirá' fuera algo que le diría a un bebé. Nunca pensé que 'respirá' fuera algo que rogaría en una sala de guardia. Nunca pensé que respirar fuera tan difícil.

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