VEINTITRÉS

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— ¡Cumpleaños feliz, te deseamos a ti! – La voz de Noah reverbera en la acústica de la cocina a medida que se acerca

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— ¡Cumpleaños feliz, te deseamos a ti! – La voz de Noah reverbera en la acústica de la cocina a medida que se acerca.

Me giro en mi asiento hasta la puerta, viene con una caja en las manos y canta a todo pulmón. Se que mi padre debe de estar cerrando los ojos y armandose de paciencia junto a mi mientras lee el periódico.

Noah hace esto todos los años, llega sin avisar y grita a todo pulmón, si alguien más viviera en esta casa estoy segura de que sería despertado por los gritos de Noah. Le sonrió de oreja a oreja y el a mi. Me causa curiosidad saber que hay dentro de la caja.

— Noah – Murmuró.

Deja la caja sobre la mesa junto a mi comida y me abraza con tanta fuerza que siento que voy a desmayarme. Le doy un golpe en el hombro para que me suelte, murmura cosas sin sentido, cosas que no entiendo porque estoy más concentrada en respirar.

— Vas a matarla, Noah – Mi padre habla y Noah me suelta.

— Lo siento, es la felicidad de que ya seas mayor de edad – Me pellizca las mejillas.

Dios ¿por que tiene que ser así? Me aparto empujandolo ligeramente y vuelvo a sentarme.

— Son solo dieciocho años – Murmuró.

Pareciera que me molestara estar cumpliendo un año más y no es así. Me alegra que sea mi cumpleaños pero hay una diferencia en este que no puedo pasar por alto. Esta mañana mi padre entró a mi habitación con un pastelillo cantando feliz cumpleaños como hacía todos los años junto a mi madre. Me causó nostalgia, y quise volver a repetir esos años.

Noah aparta mi plato de cereales, estoy quejarme cuando coloca la caja en el lugar que ocupaba el plato. Le diría que es un idiota por quitarme mi desayuno, porque la comida siempre es primero, pero tengo interés en saber que hay dentro.

Me levanto de la silla pues estando sentada no lograré ver que hay dentro, quito el lazo que Noah a atado perfectamente y los extremos de la caja caen sobre la mesa revelando un cachorro. Mi corazón da un vuelco en mi pecho cuando salta y mueve la colita, chilló tan alto que mi padre baja el periódico asustado.

— ¡Un firulais!

Noah suelta una carcajada junto a mi y yo me inclino hacia adelante para tomar el cachorro, salta sobre mi y comienza a lamer mi cara. Su boca huele a bebe, huele delicioso y lo abrazo como si fuera un peluche.

Vas a matarlo.

Lo alejo de mi lo suficiente para mirar su carta bonita, es bastante peludo, mis dedos se pierden en su peaje beige y el color marrón de sus ojos me derrite por completo.

— Mira, papá – Giro el cachorro hasta él – Un cachorro muy bonito.

Menea la cabeza. De niña siempre quise uno pero mis padres no me lo permitían, mi madre era alérgica a ellos y a mi padre le molestaba el ruido que hacian. De niña siempre llegue a tener hamster, no eran tan divertidos y entrenidos como un cachorro.

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