Presencia

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Hola amor!
Me he pasado otra noche en vela sumergida en la más profunda desesperación, te necesito, necesito tu cuerpo, necesito sentirme viva, deseada, seducida, sucia y vil...

Quiero ser tu prostituta, sin tapujos, ni hipocresías, hacerte arder hasta que te consumas entre mis piernas, sacar de tus entrañas ese animal que duerme en ti, para que me devore.

Dame muerte y dame vida de nuevo, en un abrazo apasionado que nos fusione, y me vuele los sesos, luego devuélveme el aliento con un beso, de esa bolsa de terciopelo que me envenena. Sigo esperando por ti, porque tu deseo surja incesante de nuevo, porque tú ardas de ansias como yo, y cuentes los segundos en espera del placer venidero, con el aliento entrecortado, como lo vivo yo a diario, ansiosa por contemplar tu mirada mientras te hundes en mí.

Ya basta. No sirve, estoy exhausta, la espera me aniquila, me paraliza, soy solo un algo, inerte en espera de una reacción, no puedo seguir en pausa, esto no me deja ser, ni hacer, ni actuar, ni pensar, es una maldita obsesión enferma... Una adicción, que me ha bloqueado, solo pienso en eso, queda perfecto citar a James Joyce, ese bastardo lujurioso, que me enamora en mi soledad con su pluma difunta y lasciva:

“Estoy todo el día excitado. El amor es un maldito fastidio, especialmente cuando también está unido a la lujuria”. ¡Savias palabras de un fornicador consumado!
¿Sabes? Esta noche he muerto un poco más, entre tantas cavilaciones reflexivas respecto a mi vida actual, mi futuro, mi pasado, ese maldito tiempo que me asecha a cada instante, recordándome que a cada minuto se acerca el desenlace... Y me pregunto ¿De qué? ¿A dónde voy?, ¿Adónde se supone que estoy llegando? ¿Estaremos juntos cuando llegue?...

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