Capítulo 3

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Scott no podía parar de pensar en Madison mientras Hank y Hope discutían. Él estaba sentado detrás de la furgoneta sin entender nada, ¿y solo estaba ahí porque Janet van Dyne le había puesto un mensaje en la cabeza?

Quería tener una vida normal desde hace años. ¿Por qué demonios no podía conseguirla?

—No me digas que estás enfadado —le replicó Hope— aquí los que estamos enfadados somos nosotros, contigo.

—Sí, lo sé, no me recuerdes errores del pasado.

Scott quedó callado sin querer discutir y cabizbajo. Ella se dio cuenta de esto y decidió ser poco considerada.

—¿Quién era esa mujer?

—Ah, ¿te refieres a la que no pude ayudar por vuestra culpa?

—No teníamos tiempo Scott —se explicó Hank enfadado, tomando unas curvas bruscas.

—¿Quién era? —volvió a repetir— si te conoce puede que nos ponga en peligro.

—Lo dudo...

—Esto es serio, Scott, deja de tomarte todo a broma.

—¡Solo es una antigua amiga mía! ¿Contenta? —soltó ya exasperado. Hope la conoció, aunque no parecía acordarse de ella.

—Es mucho más joven que tú.

Scott se frotó las cuencas de los ojos con cansancio. No tenía por qué lidiar con una Hope celosa a estas alturas. No eran nada el uno del otro. ¿Y qué si ella era más joven que él?

—Dejaos de cháchara adolescente —cortó Hank— debemos centrarnos en la idea de los difractores. Sería una buena idea, solo que eliminé todos los difractores cuando perfeccioné los trajes.

—Entonces, si tuviéramos un traje antiguo, ¿podríamos rastrear el laboratorio?

—¡Sí!

—¿Y si fuera así?

—¿Qué quieres decir? —Hope ya se había cruzado de brazos.

—Pues... a veces la vida nos sorprende... —una exclamación salió de las gargantas de Hank y Hope.

—Menos mal... —suspiró ella con una sonrisa.

—¿Dónde está? —preguntó Hank, ya harto de tanto surrealismo.

...

—¿El trofeo? —Luís estaba en la habitación de Scott mientras hablaba por teléfono con él y revisaba unas estanterías— no, no está aquí.

—¿Cómo que no? ¿¡Dónde está!?

—Ya he mirado, ¡aquí no está! —el timbre de la casa sonó— escucha, te tengo que dejar, y a ver si puedes decirle a Hank que controle a su hormiga gigante. ¡Ah, y Madison estuvo aquí anoche!

—Ya, ya lo sé, me olvidé por completo pero no fue mi culpa...

—Estaba preciosa y nos trajo una botella de vino, yo ya le he dado un sorbito.

—¡Luís, no hagas eso!

—¡Oye que siguen llamando a la puerta! Te cuelgo.

Luís guardó el móvil y bajó las escaleras de la casa con prisa. Incluso estaban aporreando la puerta con fuerza. Ojalá no fuera algún vendedor, porque tenía que irse a trabajar.

En cuanto la abrió alguien se abalanzó sobre él y lo tiró al suelo con fuerza pero sin hacerle daño. Una chica de pelo moreno y largo lo sujetaba por las solapas de la camisa y lo zarandeaba sin parar mientras gritaba.

Zeus y Hera (Scott Lang y tú) [MARVEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora