Un Lugar Al Cual Volver.

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El dulce aroma a cereza invadía los sentidos del pelinegro que recobraba el conocimiento que se encontraba mirando al rededor mientras la imagen que tenía frente suyo daba vueltas sin dejarlo tranquilo.

La habitación apenas iluminada, las ventanas cerradas y una tenue luz rosada que emanaba de la cabecera de esa cama donde reposaba, lo mantenían intranquilo tratando de saber que es lo que había ocurrido.

Leorio no recordaba nada al respecto, a excepción de que sentía que tenía que buscar a alguien sin poder recobrar la imagen dejando que ese sentimiento que apretaba su pecho se mantuviera intacto sin entenderlo al respecto.

El silencio en la habitación comenzó a tranquilizarlo haciendo que se enderezara a un costado de la cama que dejaba resbalar su cuerpo con gentileza, suave al tacto y cómoda a más no poder dejando que se entretenga un rato pasando la mano en la misma repetidas veces.

Su mente parecía jugarle un poco; la silueta de esa persona escondida tras el brillo de esa ventana solo encendió su rubor para apartar sus ideas dejando que entrará sin problema.

Sus ojos apagados se cerraban regalandole un minuto sereno donde buscaba a quien tenía frente suyo; esa persona... cubriendo sus partes privadas con ambas manos, encorvando la espalda y ondulando su pelo con el viento de la ventana.

Su inquietud se mostraba tras no reconocerla, desanimandolo un poco; calmando el palpitar de su corazón.

Cruzado de brazos y sin respuesta, clavo su mirada a ese pequeño tocador de madera de pino que se encontraba pegado a la pared de la habitación, con la billetera de aquel momento sobre ella.

Leorio lo supo de inmediato levantándose de golpe sin perder el tiempo y tomarla en sus manos; sus ojos repasaban con aprecio el rostro de ese chico que se encontraba en la fotografía, teniendo ese semblante calmado, resaltando sus mirada y el color de su pelo, clavando nuevamente ese sentimiento que no dejaba al pelinegro.

La puerta de la habitación se abria en silencio, el caminar pesado de aquella chica retumbaba en la calma haciendo que el ambiente de tornará un poco tenso para el otro.

-Leorio....¿Cómo te sientes?, ¿estás mejor?. -preguntó Neón mientras sostenía un vaso con agua en su mano, esperando poder dejarlo al lado del buro junto a su cama.

El pelinegro no sostuvo una reacción aparente, sus ojos recorrían cada rincón del cuerpo de su amiga.

El pelo azul apenas agarraba intensidad por la iluminación, su piel blanca y tersa resaltaba cada detalle de su rostro, aquellos ojos de un verde tenue consumían su ternura, esa tela delgada de su bata blanca dejaba escapar el contorno del conjunto que llevaba ese momento.

Neón parecía confundida, notando como es que Leorio la miraba, regalandole una simple sonrisa dejándolo corto a lo que ella esperaba.

-Estoy bien, gracias a ti.- y ahí estaba, nuevamente ese ambiente tenso que dejó sin más que decir a los dos que cruzaban palabras.

Su amiga calmo su postura, coloco ese vaso que llevaba rato en su mano y tomó asiento junto a él esperando entablar una conversación mucho más centrada.

-Escucha Leorio, tienes que empezar con ese tratamiento cuanto antes. Te encontré desplomado en la enfermería; en cuanto pasé... Pensé en llamar a tus padres pero no se lo que sucedió; parecías reaccionar inconscientemente.
Te lleve conmigo en su lugar, llame a un taxi para poder llegar a casa y cuando cruzamos la puerta te quedaste dormido.- Neón recalcó con miedo a revivir esa situación nuevamente sosteniendo la mano de su compañero.

-Tranquila, en verdad estoy bien. Solo recuerdo que me asuste un poco al escuchar un ruido en la habitación, de ahí no se que más ocurrió. - explicó el pelinegro claramente ocultando el detalle que guardaba en silencio.

-Neón... Por cierto, ¿qué hacías por la enfermería?- preguntó Leorio desviando el tema en dirección a ella que retrocedió un poco sonrojada al respecto.

-Bueno... Yo te estaba buscando, como note que aún no salias del campus decidí ir a buscarte. Parece que a donde vaya tengo la suerte de encontrarnos... Por eso no me preocupe hasta que te vi en el suelo. - soltó con gracia mientras enredaba su pelo con nerviosismo en su índice derecho.

Leorio no comentó más dejando en calma el lugar; parándose frente a la cama acomodando su saco y enderezando su corbata de un intenso color vino.

-¿A dónde vas?. - Suplico Neón por una respuesta esperando comentar algo.

-perdón por todo lo que ocasione, solo iré a casa, mis padres deben estar preocupados. - respondió con apuro y apenado tras observar por el reflejo del espejo en el tocador algo que corrompió su tranquilidad.

-escucha... tienes veinte años, tus padres lo saben. ¿Por qué no te quedas esta noche?. Mi familia salió de viaje, regresarán dentro de dos días. Así que...¿Qué dices?. - detallo repuntando los nervios del chico.

Su vista claramente no dejo escapar lo que se reflejaba frente suyo, las piernas de Neón se quedaron estáticas dejando a la vista su ropa interior donde el pelinegro clavo su mirada, descubierta por una pequeña apertura de su vestimenta sin que ella se percatara al momento.

-Perdón, en verdad. No puedo quedarme.- exclamó el chico que cerró sus ojos terminando de colocarse los zapatos.

Ella no perdería su oportunidad, sosteniendo su lugar atrás suyo, reflejándose juntos en el espejo del tocador.

-Solo...por esta noche. Puedes quedarte en el cuarto de al lado. Lo ocupamos para visitas. -recalcó Neón evitando más las preguntas.

-En verdad, gracias por ayudarme nuevamente. Pero me tengo que ir. - Leorio parecía asustado tras lo evidente que era su idea, marcando sus nervios con el apresurado movimiento que hizo hacia la puerta.

El vago sentimiento que recorrió en el aire dio lugar a las palabras que escaparon de la boca de su amiga.

-¡Espera!, solo espera un momento. Tengo que entregarte algo. - sostuvo con firmeza mientras se acercó a su amigo entregandole un pequeño corazón de cuarzo rosa que dejó caer en su mano.

—Guardalo bien, yo misma lo hice, al principio era solo un trozo deforme pero creo que así esta mejor. Te cuidara en tu camino cada que regreses a casa, solo recuerda que una parte de mi está dentro. — explico con cariño a quien la observaba con asombro por el regalo, envolviendolo en su mano y llevándoselo a su bolsillo.

Su sorpresa no terminó en ese momento, al sentir el suave tacto de sus labios por las mejillas que le deseaban lo mejor. Dejando que se esfumara por la puerta abandonando el deseo de permanecer a su lado.









Continuará...



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