Se sentó ante la pantalla decidido a terminar lo que había iniciado algunos meses atrás. Su fascinación por los números primos y el café fue de gran ayuda para completar el número adecuado y no recaer en la historia, en unos de los relatos ya contados, en la tristeza o en la desesperación. Nunca se preocupó de la soledad, ya vivía ahí.