Nueve

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Anoche fue la fiesta de mi amiga.

No estuvo mal, pero como no es lo mío, me aburrí muchísimo. Su nombre estaba colgando en la puerta de entrada, con cartones de letras muy grandes unidos por una cinta rosada. Todo era rosado. Los centros de mesa, los sorbitos, los globos, las cintas que colgaban por todas partes, su vestido. TODO. Me sentía en el mundo de Barbie Doll.

Pero a pesar de ello, fue muy divertido (para los que bailaban en la pista), había buena comida (para los que podían comerla porque no eran diabéticos), y buena bebida (yo tomé agua). En fin, estuve ahí sentada comiendo empanaditas y tomando agua toda la fiesta. No estuvo tan mal.

Había una mesa enfrente a mí en la que se sentaban todos los chicos normales que estaban bastantes pasados de copas y bailaban descordinados, pero estaba este chico que se limitó a sentarse allí mientras todos bailaban. Me hizo sentirme algo orgullosa de la población masculina por un momento.

La cosa es que cuando todos estaban comiendo helado (el alimento más delicioso y con más glucosa del mundo), yo quise salir afuera.

En el patio del salón había bancos, una cancha, una piscina y un chico.

Estaba este chico, el mismo de antes, sentado en el banco más alejado. No supe que hacer al principio, pero me convencí de que ni siquiera le importaba mi existencia y me senté en un banco verde que estaba a mi lado. Respiré hondo y seguí leyendo en mi celular un libro que había empezado hace unas horas.

-Levin.

Habían pasado veinte minutos, o quizás tres horas, y escuché esa palabra, más bien, ése nombre. Dejé de leer y me concentré en este chico, el mismo de siempre, que estaba sentado a un banco de distancia. Levin.

-Lis. -Le respondí.

-Hola.

-Hola.

Bajó la mirada y yo hice lo mismo. Luego de unos tres minutos Levin atacó de nuevo:

-¿Qué estás leyendo?

-¿Cómo sabes que estoy leyendo algo?

-Porque tienes la concentración de alguien que lee algo.

-Podría estar viendo una película porno.

Se rió. Noté un brillo de metal en su labio. ¿Un piercing?

-No eres el tipo de persona que miraría una película porno.

-Touché. Estoy leyendo.

-Ya lo sabía. ¿Qué lees?

-Ciudades de papel de John Green.

-Hermoso libro.

Lo miré con una ceja levantada probablemente, porque según mis amigas hago eso seguido, y ese era el momento perfecto para levantar una ceja.

-¿Lo has leído?

-Lo he releído unas tres veces.

-Yo lo he releído unas diez veces.

-Me ganaste.

-Lo sé.

Bueno, ahí comenzó la charla incómoda, mediante la cual él intentó averiguar cosas sobre mí y yo cosas sobre él. Descubrí que tiene diecisiete años, va a un colegio privado, vive en la parte rica de la ciudad, no conocía a nadie en la fiesta, no toma alcohol (no le creí esto último), su apellido es O'Connor, le gusta leer y su banda favorita es The Script. Yo le dije que tengo dieciséis años, voy a un colegio público, vivo en la parte media-baja de la ciudad, conocía a todos en la fiesta, no tomo alcohol (omití la parte de la diabetes), mi apellido es Rowinski, me gusta leer y no tengo banda favorita.

Al final, fuimos para adentro, él se despidió y me dijo que esperaba verme otra vez y yo le dije un simple "adiós" y una patética media sonrisa y me senté hasta que me pasó a buscar mi padre.

Te cuento esto porque es la cosa más emocionante que me ha pasado en la vida en relación a un chico.

En este momento lo estoy buscando en Facebook. Odio Facebook, pero Levin O'Connor parece el tipo que chico que usa Facebook. La cosa es que hay unos trescientos Levin O'Connor. Tendré que investigar.

Con amor, Lis Rowinski.

CountdownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora