Elegido

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La confusión me rodeaba, no podía creer lo que estaban diciéndome, ví a mi padre que ilustraba un panorama distinto casi compadeciendose de su hijo menor.

—La luz te ha bendecido, hijo.

Retrocedí, algo estaba mal. Sentía la presión que toda la hermandad me encargaba en mis brazos. No puedo responsabilizarme de todos sus actos.

Un hombre llegó a mí y sin aliento me abofeteó.

—Por tu gran desobediencia y tu propio orgullo, no tomarás tú la espada del Sol. Una mujer sin títulos te avergonzará.

—El llamado es sólo para hombres, ustedes lo han dicho—espeté, por dentro estaba enfurecido.

Hizo señal a los demás para que me retirase, giró a espaldas y sólo ví por última vez la expresión de decepción del hombre. Él y mi padre quedaban solos en la sala, no quiso verme pero supe que estaba triste.
Las puertas se cerraron detrás de mí, era la última vez que vería esas grandes puertas, sólo llamaban a gente importante o de alto rango.

Dirigiéndome a mi habitación, caminaba rápido por los pasillos, tenía la necesidad de ir por Keren y contarle pero ella no entendería todo lo que sucedía, además de que ya no hablamos hace un tiempo.

En cuanto llegué, al abrir la puerta de mi cuarto quién estaba dentro esperándome era Esmee, ansiosa y preocupada por mis comportamientos hacia ella. Me sorprendió, aunque estuvo dubitativa casi arrepentida de haberse adentrado a escondidas.

—Mejor me voy, no debí venir a verte cuando a vos no te importa lo que siento–dijo Esmee.

En su intento de salir, le tomé la mano y la atraje hacia mí, sentía su cuerpo contra el mío. Su perfume y sus labios rosas inocentes, quería probarlos ¿Podría tener esa inocencia otra vez? Mi espíritu luchaba pero la sed era insaciable y mi deseo era creciente cuánto más cerca la tenía de mí.

—¿No ves lo que me hacés?—dije respirando muy cerca de sus labios.

Se veía tan linda acorralada, y le gustaba estarlo.

—Simon...— murmuró, no pude evitarlo.
Estaba besándola y el deseo comía mis buenos pensamientos.

Una mujer te avergonzará.

Una mujer sin títulos.

Será tu vergüenza.

—¿Esmee?¿ Era la mujer de la profecía?— pregunté al eco.

Esa noche, Esmee se levantó de mi cama y su rostro empapado en lágrimas me miraba con culpa.

—Vete— ordené— que nadie te vea salir.

—Simon, perdón.

—Mejor sería que te fueras ahora antes que golpeen mi puerta.

Ella tomó sus cosas y se fue como había entrado.

Arranqué las sábanas, sentía la maldad como  estaba atrayendome , la seducción, besos y el tacto de sus manos por mi cuerpo erizaban mi piel.
Me tomé de la cabeza con ambas manos como si también pudiera arrancar esas sensaciones que repetía mi mente.
Rompí el velador al tirarlo de la mesa, el artefacto cayó  y quedé a oscuras.

Oscuridad, la furia dentro queriendo ser liberada.
Mis ojos comenzaron a parpadear débilmente abriendose a la luz del día.

—Fue él¿ el traidor?— Talia fijaba su vista en sus herramientas, el cuchillo brillaba al afiliarlo delante de mí.

—¿Porqué querés asustarme? ¿Que es lo que te hice?— hablé a lo bajo  mostrando calma.

—¿Porqué hay una conexión entre vos y él? ¿Porqué él te salvó? ¿Porqué a vos?

Última EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora