Guardiana de dolores

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—Quedate aquí, no te muevas del escondite hasta que regresé—impuse al niño ocultandolo sobre los arbustos.

Desde lo lejos aún se podían escuchar los gritos de la muerte, la noche parecía eterna y no favorecía encender la luz o irían a descubrirme. Las guardianas podíamos usar nuestra visión nocturna como los oscuros pero sólo cuando había uno presente debido a que acomplejabamos su alma a la nuestra hurtando sus dones.

Colores rojos disipaba y algunos se hacían más fuertes que otros, los veía solamente en movimiento, pues sí permanecen quietos no podría ver el color de su esencia.

—La luz nunca...—oí la voz de un hombre, lo ví tendido en el piso siendo atravesado por una lanza en manos de un oscuro.

—¿Muere? —el bárbaro se burló del cadáver.

Éste el gran dilema entre las guardianas y sus principios, está prohibido matar o vengar a alguien, como seres puros cuidamos el alma de todo aquel que aún vive. Que ironía que aquellas guardianas fueron masacradas por las víctimas de los luminosos.
Pero eso fue hace mucho tiempo, y soy la única guardiana en todo un legado, no hay restricciones para mí.

—¿Que mierd- —su garganta fue expulsada de su cuerpo dejando a la vista su interior, reemplazando su voz a un sonido líquido saliendo.

Y la presión en mi cabeza tildaba unas veces nublando mi vista hasta dejarme mareada.

El hombre cayó en silencio moribundo, al mismo tiempo que yo caí sobre mis rodillas.

—No matarás, no matarás, no matarás, no matarás—el eco de los recuerdos atormentaba mis hechos— repitan conmigo, no matarás.

—No matarás—las voces al unisono de niñas aprendices.

—No ignorarás al necesitado.

—No mentirás.

—No fornicarás.

—No abandonarás.

El dolor recorría desde mí cabeza hasta mis manos, el temblor como una enfermedad debilitante.

—Los principios de una guardiana, mantenerse pura hasta su finalidad- repetía la voz.

Y quebré una de ellas.

Me acerqué al luminoso que yacía para preparar su alma que aún dormitaba, pero se retraía, cómo un ave enjaulado o un parto fallido, no podía sacarlo para embalsamarlo bajo mi poder solar y me ví rendida al ver su alma apagarse por mi precipitadas fuerzas.

Me levanté del suelo cómo pude, inspirando y exhalando profundo mientras encontraba valor y fuerza para seguir. Aún había alguien más a quien podría salvar.

«Al monte, al monte» una de las voces susurrantes como un vaivén en el viento, miré hacia la dirección donde la luna decreciente resplandeció en su poca luz sólo para ubicarme el lugar.
En largas pisadas sobre la pantanosa subida del monte, me apresuraba a llegar a tiempo, sentía el miedo de sus almas y escuché los gritos de un hombre desconsolado.

Corrí cuánto pude, no estaba solo en aquél monte, las ansias por sangre venían por parte de dos cómo una línea roja conectandolos entre sí.

Y el estruendoso ruido de dos filos chocandose con ímpetu mezcladas entre mis rápidas pisadas. Temí no llegar a tiempo hasta que lo ví.

Owen estaba combatiendo contra una oscura, y tendida en el suelo sin vida estaba Elis.
Favorecí a Owen otorgando un poco más de fortaleza en sus despliegues sin que sintiera las heridas de su causante, aumentando su adrenalina sobre su atacante.
La mujer evitaba con éxito los golpes que se dirigían hacia ellas pero era cuestión de tiempo que se equivocara en algún movimiento o se cansara de evadirlos.

-No puedes hacerle daño a una chica- incitó la mujer que se burlaba sobre el dolor de Owen, de manera que subiera su furor y se cegara para equivocación.

Owen apartó con suficiente fuerza sobre la espada de su enemiga para luego deslizarla sobre su muñeca ocasionando un leve corte, en su distracción al ver lo ocurrido, Owen golpeó de una patada vertical con giro provocando la caída de la oscura.
Saqué de mi el aporte que compartí para vitalizar a Owen, él se acercó a la mujer y pisó sobre su herida.
Sin pestañear ni pensar desde la razón común entre lo que está bien o mal, se inclinó y le atravesó debajo de su mentón hasta su cabeza.
Su sonido fue desagradable tanto como verlo, retiró su arma sobre el cuerpo y la limpió con el traje de la muerta.

—Fue Keren— dijo.

Lo miré perpleja. Él se levantó para volver a ver a su amiga que estaba tendida sin vida en el suelo.
Sus ojos abiertos y vacíos, sin las pupilas ni el iris de su color, pareció por un momento que Owen estuviera a punto de lamentarse por no haberla salvado cuanto antes.
Posó sus manos para cerrar los ojos de Elis, y siguió hablando con una voz diferente a la suya, una contenida de lágrimas.

—Mató a Esmee y escondió a Simon hasta que llegó éste momento—dijo lleno de odio sobre él, continuó—Ella es la elegida, pero tú lo sabías ¿No es así?

—Sabes mucho para ser sólo un guerrero— inmuté.

En un corto momento cuestioné si habría sido buena elección salvar a Owen, no recibí las gracias sólo temor sobre las cosas que él sabe, y si es bueno que lo sepa.

—Maldita rata— dijo entre dientes refiriéndose a Keren.

—Ve al sur, Oliver está solo, escondido sobre la roca manchada— interrumpí con prisa.

Se levantó junto con su arma y alzó una ceja, sabía que iba oponerse solo para mostrar su hombría.

—De ninguna manera, tú eres una guardiana indefensa— dijo sin evitar ofenderme, si supiera que maté alguien de la forma más sanguinaria.

—Oliver te necesita más que yo, es un niño y está solo— dije con firmeza—necesita tu protección.

En su silencio, aproveché acercarme al cuerpo inerte de Elis, su alma debía ascender antes de apagarse completamente. Me arrodillé, coloqué mis manos sobre su pecho, cerré mis ojos y mis labios hablaban sin emitir sonido.
La luz sobresalió de su cuerpo cómo una pequeña esfera reluciente flotando encima de mis manos, la liviandad y el sentimiento similar a la felicidad, la pureza y la paz, cosquilleaban mis sentidos. Lo más hermoso dura unos segundos, era algo que sólo una guardiana podría experimentar, la envolví cuidadosamente bajo un escudo como la placenta envuelve al feto.

— La luz nunca muere, Elis— dije a la pequeña luz— cumpliste tu propósito.

La luz ascendió con rapidez hacía el cielo y posó sobre la luna incrementando así su poder un poco más, el satélite parpadeó reluciente agradeciendo su centella.
Ése es nuestro fin, ser la energía de la luna cuánto se pueda, siniestra y reconfortante; no sabemos si ella está de nuestro lado o no, sólo sé que es una labor entre tantas... Quizá sólo para ganar tiempo antes de que estemos rodeados de la oscuridad, un reemplazo del sol.

Owen observaba como el ente deslumbrante de su compañera otorgaba un poco más de poder a la luna, quizá cuestionando lo mismo o viendo que éste tambien sería su destino.
Aunque no nos guste morir, es una bendición no ser inmortal y sobre todo cumplir con el propósito que te fue encomendado.

—Si es muy peligroso regresa al completar la media luna, no te arriesgues más si no consigues la luna llena— ordenó Owen— Iré por Oliver, estaremos en el lado sureste pasando el muro de Iskender.

Asentí con la cabeza estado de acuerdo, mientras la luz de luna crecía poco a poco debilitando la fuerza de los oscuros, sabía que no tendría mucho tiempo para reunir las siguientes almas. Veía cómo Owen sujetaba el arma de Elis ya recargada y la espada sobre su mango por detrás de su espalda, no corrió sino que se retiró con cautela para no ser percibido en su agitación.

Última EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora