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Jisung despertó con un adorable puchero, y con ambos puños talló sus párpados en busca de ahuyentar el sueño. Miró confundido alrededor, sorprendido por encontrarse en la cama de Minho, pues recuerda haberse dormido en el sillón.

Vió con alivio que mantenía puesto el uniforme, lo que significaba que el alfa no lo tocó de más.
El alivio se esfumó al sentir de nuevo el golpe de calor en su vientre, y es que el aroma de Lee no le era de ayuda.

Tomó un supresor del frasco para tragarlo y echó un rápido vistazo al azabache que dormía en un catre que salía del sofá. El clima matutino era fresco y no pudo retener la tentación de ir cubrir con la cobija a cierto alfa que la tiró al suelo.

Lo hizo, pero no se movía de su lado. Se veía tan pacífico dormido con sus labios abultados inconscientemente. En ese punto sus ojos se detuvieron y sus propios labios comenzaron a picar.

Rozó sus labios con sus dedos mientras su mirada seguía en los ajenos.

- No se dará cuenta, sigue dormido.

Lo alentaba su lobo a hacer algo que realmente no debería ni pensar. Se acercó al rostro contrario y con sus dedos tocó los rosados labios de Minho.
Sin darse cuenta lo que tocaban los belfos del alfa no eran sus dedos si no sus labios.

Apenas se rozaron, dejando un cosquilleo en su piel, se puso de pie bruscamente para alejarse de aquel incómodo momento que él mismo creó.

Apenas se escuchó la puerta del cuarto cerrarse, Lee reprimió una exclamación de sentimientos encontrados. Después de empezar a vivir solo se despertaba fácilmente ante cualquier cosa.

Su lobo le exigía volver a sentir los suaves labios contra los suyos, pero sería mejor fingir que no sabe nada de lo que sucedió.

Acomodó el sillón de vuelta y se dispuso a preparar el desayuno para ambos. Una vez todo listo se acercó a la puerta en busca de algún indicio de que pueda entrar.

Ni un sonido. Abrió la puerta encontrándose con Jisung enrollado en las cobijas girando mientras se quejaba.

- Supongo que lo que haces es normal y no preguntaré.- Jisung apenas lo escuchó se quitó la cobija.- Ven a comer.

Han se cubrió la cara por la pena de que lo haya visto peleando con sus cobijas. Comieron en silencio mientras el castaño evitaba a toda costa mirar al alfa frente a él.

Intentó tomar el vaso frente a él, golpeándolo con sus dedos y volcando el líquido sobre la mesa. Minho se levantó enseguida por un rollo de servilletas.

Ambos tomaron un par para comenzar a secar la mesa. Jisung se movía torpemente.

- Déjalo así, yo lo hago.- El menor levantó la cara, conectando miradas.

Han abría y cerraba la boca dejando escapar monosílabos, tentando a Lee a besarle. El castaño volvió a bajar la cara huyendo de la mirada de quien terminó de limpiar.

El desayuno fue incómodo para el menor, pues después de esa conexión de miradas su lobo se encontraba más que inquieto. Agradeció la comida y volvió a la cama donde se atrapó a él mismo inhalando profundamente el aroma que quedaba de Minho.

El alfa lo miraba desde el sillón de la sala. Siempre odió que sentada desde ahí podía ver su cuarto, pero ahora estaba más que agradecido.

Encendió el televisor junto a la consola de videojuegos, tomó ambos mandos y miró a la bolita que había en su cama.

- Jisung, ¿jugarías conmigo?- canturreó mientras se acercaba a la habitación.

Le tendió un mando al castaño que lo analizaba con recelo. Al final los dos terminaron en la sala sin la intención de perder el uno contra el otro.

Jisung tenía una ventaja sobre el alfa, pues este no dejaba de perderse en la forma en que remoja sus labios con su lengua. En especial cuando sonrió y pasó su lengua por su labio superior. Volvió a la realidad cuando su mando vibró.

Lo venció.

- ¡Hiciste trampa!- lo acusó enseguida.

- ¡Claro que no!- se defendió.

Pero por supuesto que Minho no iba a explicarle que lo distrajo con su lengua, porque además de sonar como un depravado sería raro.

- Quiero la revancha.- de quejó.- Pero esta vez quien pierda tiene que cumplir con un castigo.

El omega asintió gustoso. Ahora debía prestar total atención al juego o podría perder, pero volvió con su manía. En el rostro de Lee se asomó una sonrisa victoriosa, pues lo tenía en la mira.

Tenía dos opciones: ganar y hacer de las suyas con el menor o dejarlo ganar y ver qué hará.

Disparó mal a propósito para revelar su ubicación, viendo como el jugador virtual lo empezaba a buscar.

- ¿Dónde estás?- gruñó Jisung.

Entonces miró dando vueltas sobre su eje disparando y en una de esas dió al objetivo y ganó.

- Volví a ganar. No creo que seas muy bueno en esto.- se burló. El contrario solo se encogió en su lugar.

Ahora podía hacerle lo que quiera a Minho y lo único que se le ocurría ni lo podría decir en voz alta sin colorarse por completo.
No estaba seguro si era su celo o su lobo haciéndole una mala jugada.

- Yo...- su voz tembló, por lo que aclaró su garganta.- Yo quiero un abrazo.

Pidió tímido. No tardó ni dos segundos en verse envuelto en los brazos del alfa, sintiendo su calor y aroma tan familiar. Extrañaba eso. Comenzó a llorar en silencio, rodeado del sentimiento de protección que le daba. Se aferró con fuerza al alfa, sin intención de soltarlo.

- Perdóname, Jisung.- pidió de nuevo Lee.

En respuesta solo apretó más el agarre y escondió su rostro en el cuello del azabache. Sus labios rozaban el cuello ajeno provocando cosquillas en el mayor.

Giró su cabeza hacia donde Han estaba escondido provocando que se alejara un poco.

Sus respiraciones se mezclaban, y como si de un par de imanes se tratase se acercaron hasta que sus labios se encontraron.

Los belfos de Minho se movieron temerosos ante el posible rechazo, pero se sorprendió cuando el contrario intentó hacer lo contrario.

Suave: así se sentía el tacto.

Las manos del alfa acariciaban con ligereza la espalda del menor. Sintió como el pequeño cuerpo temblaba entre sus brazos, por lo que terminó- por mucho que quisiera seguir- el tímido beso.

Jisung intentó enderezarse pero el contrario no se lo permitió. Evitaba mirarlo de nuevo a los ojos porque temía caer de nuevo y perdonarlo sin más.

- Hannie, déjame abrazarte un poco más.

Y con aquella petición, este se rindió. Igual tendría que convivir con él nueve días más. Seguía molesto, pero necesitaba seguir abrazándole también.

celo con el enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora