Hyungwon miró a su alrededor preguntándose cómo es que tanta gente disfrutaba de tal espectáculo. Y también, en lo ridículo que había sido hacer caso a su terapeuta.
Horas atrás le dijo que debía probar cosas que antes no se hubiera atrevido y apenas salió del consultorio buscó una cafetería que incluyera el servicio de internet por el precio de un café. Una vez instalado en un pequeño sillón que había tenido mejores épocas y con la clave de wifi anotado en una servilleta se dispuso a buscar algo que no lo hiciera salir de la ciudad ni poner en riesgo su integridad. Varias horas estuvo vagando por la red sin encontrar nada que llamara verdaderamente su atención y estaba por dejarlo cuando, entre tantos sitios que visitó y sin fijarse a qué daba click llegó a un anuncio que oferta los últimos boletos para una pelea estelar de boxeo que se realizaría aquella misma noche y no muy lejos de donde se encontraba.
Se mordió el labio considerando si realmente quería y valía la pena gastar unos cuantos billetes por una experiencia pasajera y que seguramente no disfrutaría. Sin embargo, las palabras de su terapeuta brillaron como un faro de luz en su memoria y se convenció de que era lo mejor, no era lejos, no era caro y por la poca clientela de la cafetería convino que tampoco le haría mal pasar el resto de la tarde allí y pedirse algo más que un café.
Sacó su tarjeta de crédito y tecleó rápidamente los datos hasta que obtuvo el código con el que le permitirían la entrada al recinto de boxeo y se pidió un almuerzo, que no era más que un par de bollos recalentados y otro americano.
Y ahí estaba, sentado en el borde de las gradas y mirando alrededor, con el olor a cerveza y palomitas inundando sus fosas nasales y sin nada a lo que aferrarse más que el pasamanos que lo separaba de uno de los pasillos por los que entraban los boxeadores. Minutos después las luces se apagaron y todos tomaron asiento en lo que fue una calma extrañamente repentina que dio paso a un sinfín de vítores y abucheos por igual, en un rugido estruendoso que clamaba por los contrincantes y para el que Hyungwon no estaba preparado. A su lado, dos hombres enormes y que bien podían ser boxeadores saltaron de sus asientos con cerveza en mano y salpicando su rostro.
Tales hombres aplaudieron como gorilas al ver en el extremo opuesto salir a uno de los retadores, Hyungwon no se molestó en memorizar su nombre ya que jamás volvería a un lugar así. La multitud volvió a guardar silencio mientras tomaba su lugar en una esquina y el presentador nombraba al oponente y entonces una segunda oleada de gritos llegó, más fuerte y más desesperada y el pasillo a su lado fue iluminado por un reflector y la canción de algún rapero americano de voz gruesa sonó por los altavoces.
Un séquito de matones encabezaba la fila como si de algo sirviera, el tipo al que protegían estaba a punto de ser golpeado, pero supuso que era parte del espectáculo, detrás de ellos y cubierto por una bata negra y dorada se encontraba el contrincante. Hyungwon apenas tuvo tiempo de respirar cuando le bajaron la capucha y su rostro quedó descubierto.
Mentiría si no dijera que quedó pasmado con sus rasgos. Era como ver el rostro de un niño que está por salirse con la suya en una travesura y, aun así, sus pómulos y su barbilla mantenían una postura rígida y altiva. Los gorilas junto a Hyungwon dijeron el nombre del luchador y escupieron a quien sabe dónde, él susurró su nombre como un hechizo que no debe ser repetido, o eso creyó, pues Shin Wonho giró la cabeza en su dirección y sonrió.
El brillo en sus ojos lo dejó temblando, había algo salvaje en ellos que Hyungwon solo pudo comparar con un tigre, y no estaba seguro pero tal vez, sólo tal vez, sus miradas conectaron un segundo antes de que el volviera la vista al frente y siguiera su camino al cuadrilátero.
Desde ahí, todo fue en cámara lenta. La multitud aclamaba por igual, Wonho se deshizo de su bata y Hyungwon sintió sangre en su boca, su labio siendo apresado entre sus dientes porque apenas existía gravedad suficiente que lo mantuviera con los pues en el suelo. Wonho dio una vuelta al cuadrilátero, pavoneándose por las cuatro esquinas como si el otro no estuviese a punto de querer arrancarle la cabeza y entonces se colocó en la esquina que quedaba frente a Hyungwon, el luchador alzó los puños enguantados y sonrió, una vez para los espectadores, y otra sonrisa, acompañada de ojos de tigre y una mirada que prometía algo más que un buen show y de la cual Hyungwon se sintió dueño, porque qué tan posible era que entre tanta gente estuviese sonriendo para él precisamente, un chico que apenas sabía nada del deporte, por no decir del luchador.
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(2Won) BLINDING LIGHTS
FanfictionHe estado solo durante mucho tiempo. Tal vez tú puedas enseñarme cómo amar. La ciudad está fría y vacía, no hay nadie para juzgarme. Estoy cegado por las luces. No podré dormir hasta sentir tu caricia, eres en quien confío. ~Serie inspirada en Blind...