#21: Estrategias improvisadas

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Si tuviera la habilidad de ese compañero siempre ausente y pudiera saltar hacia el pasado para advertirle a su yo de hace unos meses que terminaría teniendo esta discusión, no hubiera hecho más que reírse. Pasó una hora que pareció eterna en la alcoba no.3 escuchando cómo el signo de la cabra hablaba sobre cosas que no le interesaban y cómo el signo del jarrón se las daba de líder de la generación, a pesar de que Aries no mostró su rostro en toda la reunión. Una hora fingiendo que su cerebro no se había desconectado. Una hora esperando para poder irse y ahora, cuando por fin se encontraba con su mejor amigo, quizá la única persona que no detestaba tanto, el signo de fuego tenía el descaro de seguir con la farsa de planes y estrategias que todos se empeñaban en hacer. ¿No se daba cuenta de que él no quería eso?

Porque, si algo tenían las intricadas maquinaciones que su generación hacía, era que todas carecían de lógica y rozaban lo ridículo. Podía lidiar con la mayoría: Llevaba toda su vida haciéndolo. En primer lugar, porque su círculo cercano no era susceptible a este tipo de juegos... O eso pensaba. ¿Qué podía decirle a su mejor amigo cuando se le presentaba con una propuesta digna de un niño de tres años y una sonrisa cargada de inocencia? «Lo siento, no quiero pasar mis últimos años jugando a los mejores amigos». Había fallas mayúsculas en el plan ajeno.

— Si eres consciente de que fueron ellos los que decidieron excluirme, ¿Verdad?

La sonrisa de Leo, tan amplia que formaba pequeñas arrugas alrededor de sus ojos, se esfumó tan rápido que casi hacía al otro sentirse culpable. Casi. Hacía mucho que Virgo había superado esa necesidad de caerle bien a todos. Tenía un mejor amigo y unos cuantos más que no lo hacían poner los ojos en blanco a cada frase, ¿Necesitaba más?

— ¡Por eso mismo deberías aceptar!— Al parecer, el signo del león no cedería tan fácil con eso. Pudo verlo en el brillo en sus ojos, esa chispa que se volvió a encender ante su negativa. Y seguiría insistiendo. Virgo nunca había visto así de decidido a su amigo, y en parte le agradaba la idea de que Leo tuviera algo en lo que poner su mente, una meta, pero no era su ideal de felicidad acceder a lo que le estaba proponiendo— ¡Vamos, Chase! Nos conocemos desde siempre.

— Justo por eso es una pésima idea, Sirâj— Si Leo podía usar su nombre, él también.

El mencionado hizo un puchero, sin ceder del todo, pero conociendo al albino como lo hacía, lo mejor era que retrocediera un par de pasos antes de que este terminara por huir de la conversación. Por una vez, no sería tan impulsivo y dejaría que el otro se pensara con la posibilidad de elegir. Eso sí, no le permitiría a su mejor amigo seguir como estaba ahora, eso no podía ser sano para nadie.

— ¿Estás diciendo que es mejor idea dejarle un ojo morado a Capri?— Una sonrisa socarrona se abrió paso en el rostro del signo de tierra, dejando en claro que estaba orgulloso de su hazaña. Leo casi sintió cómo había acertado en el blanco. Si de algo pecaba su amigo, era de orgullo. Y, aunque no le gustaba mucho la idea de ir repartiendo golpes por la vida, quizá podría utilizar esto para convencerlo. Quizá, por una vez en la vida, los golpes harían amistades.

— Él se lo buscó— Murmuró, más por miedo a que las paredes tuvieran oídos y terminar en la oficina de la señora Katsaros por una pelea, justo como el caso Libra contra Acuario, que por sentir pena o arrepentimiento. Su sonrisa lo delataba.

Capricornio no era bastante hábil como para esconder sus intenciones, no como otros miembros de la generación, y en definitiva no mejor que Virgo. Casi le gritaba en la cara que esa conversación era una gigantesca provocación, casi le estaba pidiendo el golpe. Y Virgo, aunque no lo admitiría, no era una persona con mucha paciencia. Fue casi como que las estrellas se alinearan para él, con un cuarto oscuro y sin supervisión. Y quién era él para negar ese regalo celestial.

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