#12: Lágrimas de escarcha

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Intentó contener el sollozo por el mayor tiempo que pudo, pero con cada segundo que pasaba el dolor se volvía más intenso. Fue un milagro que lo soportara durante todo el tiempo que duró la reunión clandestina, pero después de los primeros minutos supo que las cosas no iban a estar bien. Apenas salió el último, Piscis sintió que podía dejar de contener la respiración. No necesitaba verse la mano para saber lo mal que estaba. Alzó su brazo, asqueándose por la masa gris azulada que ahora tenía por mano; sus dedos, doblados en ángulos imposibles, no respondían ante las órdenes de su cerebro y el pez creía que, de moverlos, estos se quebrarían.

Llamó con un hilo de voz a su compañero de litera por su nombre, no el real, no se sentía con el derecho de usar ese nombre, sino por el que les pusieron después. Y esa mención casi no sale por el nudo que se formaba en su garganta, resultado del dolor y la culpabilidad que sentía. No pudo mantenerles la mirada a esos claros ojos, por más esfuerzo que puso en eso, porque los ojos del contrario estaban tan llenos de preocupación que era doloroso. Casi tanto como su mano.

Por su mente sólo pasaba una disculpa, reproducida en bucle, que sabía que el otro estaba escuchando. No podía pensar en otra cosa, sin embargo, aunque lo intentara. Ni siquiera sabía si eso era mejor o peor que tener la mente en blanco. Y, por supuesto, no tenía la menor idea de a quién iban dirigidas esas palabras. Tal vez hacia él mismo, por dejar que esto avanzara a extremos impensables, pero no quería preocupar al resto.

Tal vez iban para el signo del jarrón, que sólo abría y cerraba la boca, incapaz de decir alguna palabra, mientras su preocupación pasaba a ser sólo terror.

Piscis puso su mano en la pared, ahí donde solía descargar ese leve cosquilleo que sentía de vez en cuando, mismo que esa tarde no había podido dejar salir porque todos estaban atentos a cualquier cosa que pasara en la habitación. Apenas vio sus insensibles dedos rozar con la pared cuando el hielo comenzó a extenderse, de su cuerpo hacia la construcción, causándole una mezcla extrañad de dolor y liberación que jamás pensó sentir en su vida, cubriendo más de la mitad de la pared en el proceso.

— Creo que tengo que decirte algo— Dijo, poniendo un poco más de esfuerzo para que el nudo en su garganta lo dejara hablar. En cuanto terminó de decir esa frase, las lágrimas salieron, tocando sus mejillas y convirtiéndose en escarcha.

El cobrizo recorrió el espacio que había entre ellos de dos zancadas, con la mayor urgencia del mundo, pero teniendo que contenerse a centímetros del castaño. Acuario moría por rodear con sus brazos al pequeño, pero la habilidad del menor no se lo permitiría. Y, como si hubieran abierto una represa, los sollozos no hacían más que aumentar de nivel a cada segundo que pasaba. Ambos chicos maldijeron al destino al tiempo que Acuario detenía su mano, a medio camino, antes de poder limpiarle una lágrima. Se convirtió en escarcha, lo que causaba una sensación extraña cuando Piscis se la quitaba del rostro: No podía dejarlas ahí por mucho tiempo o podrían dañarle la piel. Con sus pequeños brazos, el pez se rodeó a sí mismo en un abrazo falso que jamás se sentiría como los que se daban entre dos personas. Al ver eso, el corazón de Acuario se rompió un poco más.

Pero no tenían tiempo para autocompadecerse por sus destinos malditos, no llegarían a ninguna parte. El más alto caminó lo suficientemente cerca de Piscis para que sus ropas se rozaran. Tendrían que conformarse con eso. Al final, se encontró frente al desastre de hielo que se extendía por casi toda la pared. Extendió la mano, sintiendo el frío antes de tocarlo, maravillado y aterrorizado en partes iguales, mientras pasaba los dedos sobre la creación de ese pequeño castaño que, si bien había logrado controlar sus sollozos, no se terminaba de calmar.

— ¿Qué es esto?— Preguntó, sintiéndose estúpido antes de escuchar la respuesta mental que el signo de agua le dio. Se rio, porque se lo merecía. Por lo menos, eso hizo sonreír un poco al contrario— Me refiero a: ¿Qué significa?

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