Nada

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Mi mente es una plaza a las cinco de la tarde, un caos lleno de ideas que no hacen más que destrozarme por dentro, tanto que me desconozco, trato de no pensar en lo que me hiere ocultándolo con un optimismo que me eleva pero que al instante me vuelve a dejar en tierra y me perfora la piel. Que insuficiente es el aire que respiro cuando no es el amor quien me visita, que insignificante resulta volver a incorporarse en los días cuando no está, pero a pesar del frío, mis manos la aguardan. Quién diría que mi futuro estaría en sus manos, que mi felicidad dependería de aquellas últimas palabras que salieran de su boca, quién diría que mi memoria borraría mi pasado para llenarlo de un futuro a su lado, ni yo lo sabía ni siquiera cuando el primer beso marcó para siempre nuestras vidas, pero sabía que la palabra ileso era solo un adorno en el amor, sabía que mi vida había iniciado cuando mi mano escribió el primer verso y que el último, sería quien marcaría mi final, sabía tantas cosas y a la vez las desconocía, sabía que la amaría, sabía que ella lo haría y sabía que sin ella nunca nada sería igual.

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