Quizá escribir sea la manera más sincera de llegar a mi misma, abrirme paso por lo profundo de mis sentimientos y mantenerme a flote sobre mis miedos. Admito que me desconozco desde que abrí mis alas y alguien que me tomaba de la mano les hizo agujeros mientras me disponía a saltar. Hay alguien que me mira en el espejo y no soy yo, alguien que llora al otro lado y no soy yo, he de confesar que mi semblante ya no es el mismo, que mi mirada ha dejado de direccionarse hacia el cielo, para pasar a mirar mi sombra que camina desde hace tiempo frente a mi y no detrás. Juro que a veces intento volver a recoger mis pedazos para unirlos como un rompecabezas, pero ya no queda nada que me sostenga sobre la superficie de la realidad. Extraño ver aquella persona sonriente y decidida, admito que cada tanto me siento en la esquina de mi cama y me pongo a ver fotografías de cuando era yo, auténtica, sin miedos sobre mis hombros.
No soy capaz de enfrentarme a lo que podría ser mi única salida, quizá esta siempre fui yo, es lo que me digo, entonces cierro los ojos, respiro y me dispongo a continuar… y así una vez más, hasta quién sabe cuando, así… hasta tener la fuerza que se necesita para enfrentarse a sí mismo.
