Los últimos tres días han avanzado sin mucha novedad. Me levantaba, hacía ejercicio, desayunaba y hablaba con Lucía. Algunas de estas cosas la hemos hecho juntos y disfrutado del momento. Las cosas en el trabajo van bien, sin problemas. Por suerte, nadie se ha enterado de nuestra tarde entre fogones, cosa que agradezco enormemente.
Esta mañana hablé con Aleix y pusimos en común los días que me debe de este año. Un total de veinticuatro días para ser exactos. Pagármelos todos sale más caro que darme vacaciones, así que tengo varios días libres los días que está aquí Lucía. También tendré vacaciones en Navidad y podré disfrutar de mi familia. Aún así, no los he gastado todos, me he reservado algunos, por si acaso. Ventajas de dejar los días de vacaciones acumulados hasta casi finales de noviembre.
Mi jefe confía en mí. Sabe que dejo instrucciones a mis compañeros de cómo hacer las cosas, incluso estando yo allí. Además, aún no ha contratado a ningún chef, por lo que él me necesita más a mi que yo a él. Por eso cede ante tantos días de vacaciones, aunque tampoco debería quejarse. Sigo con el contrato de chef provisional, por lo que si no contrata a nadie en un mes, me tendrá que ascender a chef a cargo y subirme el sueldo, otra vez.
Desde la conversación mantenida con mi madre el día que Lucía se marchó, me siento más relajado y tranquilo. No tengo la sensación de estar alerta todo el tiempo por si me ven hablando con ella o por si mi hermana entra en mi habitación sin que lo espere. De hecho mi hermana ha entrado varias veces a resolver dudas de matemáticas y otras asignaturas. Pero no estoy seguro de que fueran dudas o simplemente cotillear.
He llegado hace nada del trabajo y literalmente, corro hasta mi habitación. Hoy Lucía no tiene clases, por lo visto se las han anulado y está en casa. Tengo ganas de verla y hablar con ella. No me entretengo y enciendo el ordenador. Tengo ganas de contarle lo de las vacaciones porque eso significa que vamos a poder pasar juntos más tiempo del que habíamos imaginado. Está conectada, esperándome y yo me niego a que pase un minuto más. Le doy al botón de videollamada.
— ¡Hola! — me saluda ella nada más verme, cargada de efusividad.
— Hola preciosa — respondo yo —. ¿Cómo estas? — me doy cuenta de que no está en su habitación, como de costumbre.
— Bien, estoy bien. Tenía ganas de hablar contigo.
— Yo también tenía ganas, la verdad. Por cierto, ¿dónde estás? — pregunto con curiosidad.
— Estoy en el salón de casa. Aquí en Jaén es festivo hoy, por eso no he trabajado y mis padres están fuera con unos familiares — me explica ella.
— Vale, ahora lo entiendo, ya decía yo que me resultaba raro no verte en tu habitación — ambos sonreímos —. Por cierto, tengo una especie de sorpresa.
— ¿Una sorpresa? ¡Cuéntamela! —me pide y yo decido no prolongar su agonía.
— ¿Recuerdas que te dije que mi jefe me debía días de vacaciones?
— Sí, me acuerdo, claro.
— Pues esta mañana hemos estado haciendo números. Me debe un total de veinticuatro días — ella abre mucho los ojos, una señal típica de la incredulidad o sorpresa—, así que hemos llegado a una especie de acuerdo.
— ¿Qué tipo de acuerdo? — está ansiosa por saberlo.
— Pues, la semana que viene, tendré días libres, por lo que podemos vernos más de lo que habíamos pensado — me doy cuenta de que su sonrisa se ensancha por momentos —. Además, tengo vacaciones en Navidad y aún así me he dejado unos días más, por si surge algo. Si no los gasto, me los tiene que pagar.
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El cabrón fui yo. (+18)
RomanceMarc tiene todo en su vida; o al menos es lo que cree él. Una relación monótona, llena de secretos y mentiras. Una novia lúgubre y sin remordimientos. Cuando decide que ha sido suficiente, conoce a quién verdaderamente vale la pena para su vida y l...