Esperanzas

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He llegado justo al trabajo. Por suerte Aleix no viene hoy. Me cambio rápido de ropa y entro en la cocina, donde me esperan la mayoría de mis compañeros. Algunos de ellos están sumergidos en conversaciones, otros preparando alimentos para aligerar el trabajo, pero los que llaman mi atención son Uriol, Gemma y Joao.

Me doy cuenta de que Gemma está demasiado seria y creo que algo le ocurre.

— Buenas tardes, ¿va todo bien?— Los tres se giran a mirarme y la cara de Gemma cambia por completo.

— Sí, todo bien Marc. Sólo estábamos hablando de que ocurrirá el día que llegue el nuevo chef. Nos hemos acostumbrado a trabajar contigo y será difícil volver a adaptarse...— Esa es la respuesta que me da Gemma, pero me doy cuenta de que Joao y Uriol se miran confusos.

- Eh.. Sí, claro, nos preocupa eso, simplemente... - Uriol afirma la respuesta de Gemma, pero me parece cuanto menos, extraño.

— Bueno, algún día tendrá que llegar el momento — Contesto—. Pero que venga alguien nuevo no significa que vaya a ser malo, igual nos deja como estamos, en nuestros puestos.

Si soy sincero, me he preocupado al verles tan serios, pero incluso con preocupación, no puedo ocultar la sonrisa de mi cara. No se exactamente por qué, pero me siento feliz.

- Papi, ¿a qué se debe esa sonrisa picarona? - A Joao no se le escapa nada y el cabrón, parece que no puede evitar decir en voz alta lo que piensa.

— ¿Eh? A nada, a nada... — No se que responder, pero la sonrisilla, me delata de nuevo.

— Uau, creo que mi papasito tiene un secretito... — Levanto de forma brusca la cabeza y trato de controlar mi vergüenza para no delatarme. Aún es pronto para decir nada. De eso estoy seguro.

— ¿Secretos? Anda, venga, vamos a trabajar, que empieza a llegar gente... — Sentencio. Joao se relaja, Uriol vuelve a lo suyo y Gemma parece estar seria de nuevo. Supongo que es su cara de concentración.

Organizo el trabajo en la cocina, en función de las posibles comandas de comida y los platos a sugerencia del chef. Mis compañeros responden siempre con amabilidad y eficacia. Es algo que les agradezco enormemente, la verdad.

Centrado en mi tarea, me dispongo a preparar los primeros platos que comienzan a pedirnos. Cocinar me relaja y me concentra, pero una voz en mi interior, no deja de repetir la conversación mantenida con Lucía. Eso hace que no deje de medio sonreír y tengo que parecer gilipollas. Pero hoy me da igual. Me siento bien y quiero seguir sintiéndome así.


Hoy ha habido menos gente en el restaurante, por lo que hemos podido cenar todos allí y cerrar temprano. Los chicos y chicas comentan algo de salir a tomar una copa por ahí.

— ¿Marc, te vienes? — Me pregunta Gemma.

— Eh... No, hoy creo que paso — Puedo notar la decepción en su mirada-.

— Vamos, tío. Iremos al Mirablau, que sabemos que te mola — Me ofrece Uriol.

— Gracias, pero tengo que irme a casa. Otro día os prometo que voy.

— Bueno vale, pero la próxima invitas tú.

Realmente, podría ir con ellos, pero es que mis ganas de volver a casa me superan. Declino mentalmente de nuevo la invitación.

— Hecho, la próxima invito yo.

Cerramos el restaurante y se dirigen en busca de sus respectivos vehículos y yo pienso en coger un bus, metro o tranvía que me deje cerca de casa. En ese momento me suena el teléfono con una notificación extraña.

El cabrón fui yo. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora