Dedos entrelazados

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Nos quedamos un rato charlando en el sofá, todavía desnudos y piel con piel. La tengo entre mis brazos y reímos ante nuestras ocurrencias. No sé cuanto tiempo pasamos así, pero empieza a oscurecer. 

— ¿Quieres que demos un paseo? — le propongo, a pesar de que me encantaría quedarme aquí con ella. 

— Sí, creo que nos vendrá bien estirar las piernas. Si te apetece llamar a Xavi y Claudia, por mi no hay problema — responde ella y se que lo dice de verdad —. 

— Claro, puedo llamarles. Mis compañeros de trabajo también iban a tomar algo esta tarde. Puedo avisar a quien quieras. 

— Decide tú — me dice y me besa —.

Cojo mi teléfono y llamo a Xavi, pero no lo coge. Supongo que estará ocupado con Claudia, por lo que no seré yo quien les interrumpa, al contrario que mi tía Cati. Hago una segunda llamada, esta vez a Uriol y mi compañero me responde unos tonos después. 

— ¡Ey! ¿Dónde estás pillín? — contesta Uri al otro lado del teléfono. 

— ¿Habéis salido al final? — pregunto intentando ir al grano. 

— Sí, estamos en la Plaza Real, ¿os venís? 

— Claro, ya vamos, pillamos el metro y estamos allí en nada — le digo a mi amigo —. 

— Perfecto, aquí os esperamos. 

Cuelgo justo después y Lucía y yo comenzamos a vestirnos de nuevo. No puedo creer que hayamos estado a punto de tener un orgasmo mutuo hace tan sólo un rato. Es imposible no pensar en cómo ha cambiado todo en este tiempo, al menos en lo que al tema emocional se refiere. Pero me gusta como estoy ahora, este presente que vivo es maravilloso. 

Contemplo a Lucía mientras se viste. El pantalón se ajusta a sus piernas y se ciñe al talle de su cintura. Coge su camisa que reposa en el suelo, en el mismo lugar que la mía. Se la abotona y me mira con una sonrisa que le llega a los ojos. Me entrega mi prenda y comienzo a ponérmela. Cuando voy a introducir los pequeños botones por los diferentes ojales Lucía se acerca y lo hace ella. Es una imagen de lo más entrañable. Con movimientos hábiles hace el trabajo por mí y yo me limito a besar su frente y coger su cintura entre mis manos. 

Con las chaquetas puestas salimos al exterior del edificio. Bajamos hablando risueños sobre la cara que se me ha quedado cuando la he visto en el restaurante. Ha tenido que ser divertida mi expresión porque realmente, no me lo esperaba. Hace un frío impresionante cuando empieza a irse la luz del sol. Rodeo a Lucía por los hombros con mi brazo y la atraigo hacia mi para protegerla de la baja temperatura. 

— ¿Trabajas esta noche? — me pregunta acurrucándose en mi pecho. 

— No, pedí la noche libre porque sabía que venías — respondo y veo que la sonrisa le ilumina el rostro —.  

— Eso es genial, podemos cenar juntos si te apetece — propone y el plan me encanta —. 

— Podemos hacer lo que quieras — sentencio y tras mis palabras nos introducimos en la estación de metro —. 

No hay mucha gente, cosa que es de agradecer. Mientras esperamos a que llegue el siguiente tren saco el teléfono y nos saco una foto mientras Lucía tiene la cabeza apoyada en mi pecho. Sin pretenderlo ha quedado una imagen preciosa. 

El tren llega y nos subimos en él. Nos sentamos el uno al lado del otro a pesar de que el trayecto no será muy largo. No sé como, sale el tema de las redes sociales y le pregunto por las suyas. Ella saca su móvil y me enseña su perfil para que la agregue y yo lo hago encantando. 

El cabrón fui yo. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora