La Obra De Aydin [02] TERMINADA✔️

Capítulo 42

6 meses después...

Aydin

El desgaste físico, mental, pero sobre todo, emocional fue algo que marcó la investigación de meses que estuve haciendo para encontrar al idiota. Mi familia y Chung Hee me ayudaron en lo que pudieron, pero no lo hallamos. Investigadores profesionales tampoco lograron mucho, solo se repetía una y otra vez lo mismo, que estaba afuera del país, sin embargo, no se sabía específicamente en cuál estaba, ya que por su dinero y poder era muy seguro que se moviera constantemente para no ser atrapado.

No obstante, eso no fue impedimento para que siguiera buscando, lo cual acarreó que dejara de ser presidente de la editorial. Beda tomó el puesto y los chicos decidieron apoyarlo para sacar la empresa adelante junto con Coral mientras que Eros ayudaba cuando podía ya que había iniciado sus estudios de medicina en la universidad.

Lo único bueno es que con el dinero que había dejado, o bueno, que devolvió Tuck, pudieron contratar más personal para hacer más llevadero todo.

Así que vivía mi día a día pensando en Evie y en los hijos que jamás iba a conocer, culpándome por la muerte de ellos, recordando en cada rincón que miraba los momentos que disfrutamos juntos.

Y eso se vio evidenciado en las pocas noches que salí, yendo a bares, emborrachándome a ver si con eso disipaba el dolor, pero solo lograba aumentar mi sentimiento. Un par de veces, en los que me encontraba inconsciente, Nelly me rescató de los bares llamando a mis hermanos para que fueran por mí. Una vez me dejaban en casa, el llanto amargo era mi único compañero.

Mi familia, preocupada por mi situación, me convenció de que asistiera a terapia donde la psicóloga me diagnóstico que estaba sufriendo lo que se llamaba un «duelo complicado», pero tampoco ayudó mucho que digamos, intentaron tratarme con psicoterapia y nada daba resultado, seguía extrañando a mi esposa como el primer día y el dolor de su ausencia aumentaba con cada segundo que pasaba. Tuve la necesidad de dejar el tratamiento, las terapias, sin embargo, la sola idea de tener a mi familia encima intentando ayudarme, preocupándose por mí, me retenía. Así que preferí soportar a mi psicólogo dos veces a la semana que a mis padres y hermanos todos los días, al menos, mi terapeuta me ayudaba a controlar las ganas de matar a cualquier periodista que insistía en entrevistarme para hablar sobre la pérdida de Evie.

El país entero se conmocionó con la noticia de su muerte, los noticieros querían saber cómo sucedió y no perdían tiempo encontrar detalles de cómo fue que Vincent o Willy logró ocultar tan bien su identidad, pero ninguno dio respuestas a sus preguntas. Mi familia, o mejor dicho, Coral les respondía solo para pedirles que ayudaran a encontrarlo para que pagara por todo el daño que causó. Aunque el entusiasmo de ellos no duró mucho porque a los meses después dejaron de tocar el tema y lo dejaron como algo del pasado, dejando las investigaciones y a ella en el olvido.

Pero yo no lo iba a hacer, no lo aceptaba.

Miré a Ayvie quien se mantenía cerca de mí en todo momento haciéndome compañía en la soledad de mi departamento. Nuestra perrita era lo único que ella me dejó para recordarla y era por ello que la cuidaba con mi vida, Evie lo hubiera querido así y era lo mínimo que podía hacer por ella.

La tomé en brazos en cuanto noté que estaba buscando mi atención y caminé con ella hacia la cocina para darle comida, sin embargo, no llegué muy lejos porque en el trayecto me detuve en cuanto mis ojos se posaron en el cuadro que adornaba la pared de la sala.

El cuadro con las seis flores que ella mandó a confeccionar para tenerlas de recuerdo.

Cada vez que lo veía, me repetía una y otra vez que ese era mi recordatorio para jamás olvidar que una vez entregué la flor a la mujer de mi vida y que nunca más nadie me volvería a sentir igual añadiendo con eso el otro cuadro con fotografías del día en que nos casamos donde juré amarla hasta el final de mis días. Nadie iba a ocupar su lugar y de eso me iba a encargar hasta que acabara mi vida. El anillo que reposaba en mi dedo era prueba evidente de aquello.