Prólogo: Colisión

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Prólogo: Colisión.

Iniciaremos con un escenario, así es como empieza todo relato, nuestra primera escena se sitúa en una casa de dos pisos, sin nada llamativo, una simple casa de familia, con un jardín de césped bien cuidado, algunos árboles en el fondo y unos cuantos arbustos rodeando la parte delantera.

Al lado de esta casa familiar se encuentra otra casa idéntica en cuanto a espacio, simple y de dos pisos. Pero a diferencia de la primera, esta no está habitada. Fue vendida hace una semana a una familia muy parecida a la que habita nuestra casa original. Ambas casas se encuentran en un barrio bueno, de clase media-alta, con bastantes casas y muchas familias, pero ninguna de ellas importa en este momento, ya que en nuestro escenario principal está por empezar el día.

-¡Edin, cariño, apúrate! ¡Alina baja ya!-gritó una mujer desde la primera planta. Ella tiene treinta y un años. Unos cuantos apodos como mamá, cariño o Lori, le son dichos diariamente, aunque su nombre real es Lorena, la esposa de León Doyle, juntos tuvieron dos hijos.

-¡Ya voy mamá! -gritó desde la segunda planta la hija mayor de Lorena, Alina, de siete años. Bajó corriendo por las escaleras con un vestido color turquesa y una sonrisa radiante. Poco después bajó desganado el segundo hijo de los Doyle, que con cuatro años fue despertado temprano contra su voluntad.

-Mamá tengo sueño... -dijo el niño.

-Eddie, no te vestiste bien.

-Lori, cariño, ¿cuando llegan los vecinos? -preguntó su esposo abotonándose la camisa. Su esposa se fue de la sala y subió las escaleras para poco después bajar con una camisa de su hijo.

-Toma hijo. -dijo poniéndole la camisa al niño. -León, los vecinos llegan hoy, es por eso que le dijiste a tu secretaria que hoy por la tarde no irías y cancelaste las citas, estamos por ir al restaurante en el que comeremos con ellos. -Lorena lanzó un suspiro, su esposo rutinariamente salía de la casa a las siete de la mañana, volvía a almorzar y luego volvía a irse. Encargado de relaciones en una empresa internacional, León es un hombre ocupado. Terminó de arreglarle la camisa a su hijo y luego la metió dentro del pantalón.

-No quiero ir... me aburren los grandes. -dijo con sueño el niño, esa misma mañana lo habían despertado para ir a despedir a unos familiares.

-Edin, hay una niña de tu edad, serán amigos. No te aburrirás, también tienen una hija de la edad de tu hermana. -Le contestó su padre. Luego los cuatro salieron de la casa en el auto.

-Edin... ¿Acaso no puedes sentarte al lado de la ventana como cualquiera? ¿Por qué siempre estás en el centro? Puedes lastimarte. -Regañó Alina a su hermanito menor, que solo bufó.

En otro lado, a la entrada de la ciudad...

-Papi, ¿hoy iremos a casa? -pregunto Élaine, la mayor de las dos hijas del matrimonio Green, de siete años y medio.

-Sí Eli, pero antes tenemos un almuerzo con los vecinos, nos han invitado a comer el día que tu mamá y yo compramos la casa. -dijo el hombre sonriéndole a su esposa sentada en el asiento de conductor mientras él manejaba.

-Tienen dos hijos de las mismas edades que ustedes, pueden hacerse amigos en el barrio niñas.

-¿Por qué? -preguntó la hija menor de la familia. Su madre la miró confundida. -¿Ellos tienen que ser nuestros amigos?

-Pues, no tienen que serlo, pero pueden. -la niña sonrió y luego miró a su hermana, ambas llevaban vestidos, ya que su madre las vestía a su gusto cada vez que podía. No es como si la poca voluntad de una niña de cuatro años se gastara en evitar un vestido, pero Halinor prefería usar pantalones. -Élaine, cariño, acomoda las coletas de Halinor, la derecha está más baja que la izquierda.

Halinor se acercó a su hermana, y quedó en el punto entre los dos asientos delanteros, con plena vista de lo que sucediera delante de ellos. Aunque cualquiera juraría que a ninguna niña le gustaría ver lo que vio ella.

-¡Saquen a todos! ¡Evalúen heridas! -se escuchó exclamar a un hombre, su voz era lejana, grave. Incluso irreal en la oscuridad que rodeaba a ambos niños, una oscuridad tenebrosa, solo interrumpida por la calidez del contacto humano, un contacto que aunque desconocido, era una saliente de la cual aferrarse.

-¡Informe de heridas! ¿Algún muerto? -gritó una mujer. Luego la luz inundó esa horrible oscuridad. Los niños fueron separados, y ella empezó a llorar, a ambos le dolía la cabeza, después de todo habían salido disparados hacia adelante con el choque, los autos colisionaron a tal punto que podría haberse fundido en uno, y sabrá dios porque, los dos pequeños terminaron en el mismo punto. Poco después, estaban el algo parecido a un abrazo. Aún sin conocerse, ambos encontraron en el otro lo que les faltaba, contacto humano.

-¡Todos vivos! Una mujer ya está despierta, solo heridas superficiales. Una niña tiene un brazo roto, está inconsciente. Los dos hombres adultos siguen inconscientes y tienen heridas en evaluación. Otra de las niñas ya despertó y está muy asustada y shockeada, pero creemos que no le sucedió nada grave. La mujer del auto azul y su esposo fueron los que más recibieron el impacto, está inconsciente y posiblemente entre en coma si no la atendemos rápido.

-¿Los dos niños pequeños? -preguntó uno de los doctores.

-Ambos llevados a urgencias, estaban en el centro de la colisión, no los estudiamos para no retrasar. Creemos que pueden tener daños serios. Ambos estaban como dormidos, la niña lloró en cuanto la sacamos. Al niño lo sacamos inconsciente. Ya buscamos identificaciones, los del auto azul son León y Lorena Doyle, y sus dos hijos, Alina y Edin. Los otros son Gala y Uriah, también con sus hijas, Élaine y Halinor.

Espero les haya gustado el Prólogo, luego de este viene una introducción, que en realidad se divide en dos partes. La primera es un año después de este hecho, y la segunda es cuando Edin y Hali tienen ocho años.

Esta es mi primera historia sin magia o fantasía de por medio, es decir, la primera en el género de amistad/amor adolescente, por lo tanto agradeceré mucho las opiniones y críticas.

P.D: ¿Qué les pareció la portada?

Los ojos del ArtistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora