Capítulo 2: Conferencia.

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Conferencia 

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— Mueres como un héroe o vives los suficiente para convertirte en villano. —Sus ojos miraban fijamente hacia la ventana, su rostro estaba tan calmado que no mostraba ninguna expresión— Ni siquiera tuve la opción de ser un héroe, Lan Zhan, debes entenderme. —Movió su cabeza para mirar al jade, este no despegaba sus ojos de la tranquila silueta en que se había convertido, tan relajada, como tensa, una combinación que nunca pensó ver en el otro.

— Nunca lo hice. —Wei Wuxian asintió mientras bajaba la cabeza— Ahora lo hago. —Desde su posición Lan Wangji no pudo ver la dolorosa expresión del cultivador demoníaco— Siempre lo haré. —Quería moverse e ir a abrazarlo, pero las heridas en su espalda no lo dejaban, estaban sanando, pero aún les quedaba un poco más de tiempo.

Wei Wuxian pensó que todos dejarían de temerle si lo veían así, sentando en el piso, con el cabello totalmente suelto y este ocultando las lágrimas que caían por sus mejillas, un líquido amargo que provocaba ardor en su piel al ser evidencia de que aún le quedaba un poco de vulnerabilidad, una desventaja demasiado patética, la cual podía ser su fin se mostraba ante las sectas.

No podían dejar de tenerle miedo, eso sería su fin.

— Lan Zhan, soy un cultivador demoníaco, iré a la conferencia de este año y mataré a muchas personas, dejaré aún más huérfanos en este mundo, a viudas y viudos, traeré desgracia. —Con su manga limpio su rostro para mirar al segundo jade, ante sus ojos debería verse patético, ignorando que, ante los ojos del jade, se veía simplemente hermoso.

— Mn. —Sorpresa mostró su rostro, Wei Wuxian no lo entendía, ¿Qué le pasó al Lan Zhan que él conocía?— No te juzgare, jamás lo he hecho. —Las lágrimas volvieron a salir sin control alguno, esta vez el jade pudo verlo.

— Lan Zhan, descansa. —Se paró mientas abría la puerta— Cuando te recuperes te diré todo lo que he hecho, hasta entonces no te pediré nada. —Antes de salir miro al Lan, dentro suyo algo anhelaba que lo mirase con desprecio, pero esa mirada nunca llegó, en cambio los ojos dorados de HanGuang-Jun solo mostraba tranquilidad y le trasmitían un silencioso apoyo, comprendiendo las acciones del cultivador demoniaco.

Se recostó en la puerta cerrada, estaba oscuro y el silencio podría ser aterrador, irónicamente lo más aterrador de allí era el propio dueño del lugar, sus ojos miraban a la nada sintiéndose intranquilo, era un sentimiento que lo acompaña desde que empezó toda esa locura.

Le desagradaba sentirlo, quería dejar de hacerlo.

"Aún no tienes tu venganza"

Oh, era eso.

— Tienes razón. —Sus labios se curvaron hacia arriba, se sentía algo feliz al saber el motivo de aquel desagradable sentimiento, antes no lo entendía, pero ya podía deshacerse de aquella sensación.

Por esos dos años ha sentido que algo estaba mal, que algo no encajaba, esa duda lo mantenía en las nubes, solo pensaba en ello, así que intento hacer de todo para apaciguarlo, se apoderó de Yiling, aprendió a usar la energía resentida sin temor a que esta dañara su mente, después de todo.

No se podía dañar lo que ya estaba hecho pedazos.

Se enfrentó a todo el mundo y ganó, por el momento, pero cumplió su meta de ser temido por cosas reales y no simples chismes, lo único que no pudo hacer fue sacrificar a sus hijos, pero eso era historia aparte, una que no quería ni pensar, el recuerdo de lo que tenía planeado hacer era asqueroso para él en ese momento, bueno, solo porque eran sus amados hijos.

Su Excelencia, El Patriarca de YilingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora