Capítulo 1

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Ya había llegado el frío y afuera la nieve golpeaba la pequeña ciudad sin ningún tipo de escrúpulos

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Ya había llegado el frío y afuera la nieve golpeaba la pequeña ciudad sin ningún tipo de escrúpulos. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo al pensar en como sería este año, porque el anterior no había sido muy bueno. Me aparté de la ventana e intenté encender el fuego de la chimenea. Nada. Resoplé y me dejé caer en el sofá. No tenía nada que hacer, mi madre y mi hermana se habían ido a comprar para la cena y Sean... no sabía exactamente donde estaba pero me daba igual. Por mí que no volviera a casa, que se perdiera y que la nieve le enterrara bajo metros y metros de profundidad, así todos estaríamos contentos.

Me dirigí a la pequeña cocina que teníamos y barrí un poco el suelo con la vieja escoba. Sin embargo, por mucho que limpiaba, el suelo se volvía a ensuciar. Me exasperé. Y tiré la escoba a un lado. Odiaba esto. Lo odiaba con toda mi alma. Tenía veintidós años y todavía seguía en esta maldita casa a merced del capullo de Sean y sus órdenes de mierda. Si papá no se hubiera ido... si mamá no se hubiera casado con Sean... Vienna y yo seríamos felices. Me estremecí por el frío y volví al sofá. Me tapé con la manta e intenté calentarme. Cerré los ojos y me dejé caer para atrás. Poco a poco el sueño pudo conmigo.

Unos golpes secos en la puerta me despertaron. Parpadeé varias veces y bostecé. No sabía que hora era pero afuera ya se estaba haciendo de noche, así que supuse que había dormido dos o tres horas. Miré a mi alrededor y fruncí el ceño al no ver a mi madre y a mi hermana. Todavía no habían llegado... El dieron otros dos golpes a la puerta y me levanté del sofá. Caminé con pasos perezosos hacia la puerta. Y la abrí. El frío me golpeó la cara y entrecerré los ojos mientras un brazo fuerte me empujó hacia un lado. Me di contra la puerta en la espalda e hice una mueca de dolor. Otra vez no...

Cerré la puerta y me volví encarándome con Sean. Un Sean totalmente borracho. Él se dio la vuelta y antes de que pudiera decir nada me dio un bofetón en la mejilla. Caí al suelo y me llevé la mano a la cara. Sean se arrodilló a mi lado y me cogió del pelo.

-¿Dónde están?

Su aliento... sentí náuseas y estuve a punto de vomitar. Me estiró del pelo haciéndome levantar la cabeza. Le miré y le escupí. Me soltó bruscamente y me pateó un costado del cuerpo. Volvió a cogerme del pelo y me levantó. Me hizo ponerme de pie y... el vestido... me manoseó las piernas desnudas, no paraba de mirarme, se acercó a mi cuello. Lo olió, lo lamió y... la puerta se volvió a abrir y lloré. Lloré por la maldita situación. Lloré porque fue mi hermana pequeña la que me vio de esa manera. Lloré porque Vienna también empezó a llorar y lloré porque mi madre empujó a Sean mientras me cogía por el brazo y me alejaba de él. Me cubrí la cara con ambas manos y me dejé caer en el suelo. Atrás los dos habían empezado a gritarse y hubo uno que otro empujón y golpe. No quise mirar, no podía ver como mi padrastro golpeaba a mi madre. Esto no era vida. Esto era una pesadilla.

Hasta que pararon. Hasta que todo se volvió silencioso, oscuro y frío. Lo único que se escuchaba era mi respiración. Me habían roto. Todos. Mi padre lo hizo cuando se marchó. Mi madre cuando se casó con Sean. Mi hermana cuando decidió olvidarse de todo y encerrarse en sí misma. Y Sean cuando me golpeaba y maltrataba. Las lágrimas no paraban de caerme, me empapaban el vestido, mi cuerpo, el suelo... frío, sentía mucho frío. Temblaba, no podía parar. Las manos... un destello de luz azul me las cubrió y abrí la boca, sorprendida. A mi alrededor todo se veía negro, no había nadie. Y yo... ya no sentía nada.

La portadora del hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora