Capítulo 12

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-¿Cómo has dicho? - me preguntó el hombre con el ceño fruncido y cara de muy pocos amigos

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-¿Cómo has dicho? - me preguntó el hombre con el ceño fruncido y cara de muy pocos amigos.

Tragué saliva sin saber que decirle exactamente. Me pareció que había metido la pata hasta el fondo. Soltó de golpe el carro y éste se clavó en la nieve. El hombre se acercó a mí muy decidido y me apuntó con su dedo índice. Si no tenía pensado matarme ahora sí lo haría, sin duda.

-¡Habla! ¡¿QUE HAS DICHO?!

-N-nada - ni siquiera supe porque tartamudeé, estaba muy nerviosa, delante de mí tenía a un tipo muy alto, muy musculoso y muy protegido, incluso para mi poder, estaba totalmente indefensa ante él y eso no me gustaba.

-Estás acabando con mi poca paciencia. Vas a hablar o si no... - y de la nada de sus manos se formó una pequeña esfera de color naranja que a medida que pasaban los segundos se iba haciendo más grande.

Tragué saliva nuevamente.

-Mis amigos y yo rompimos el sello que habías puesto en las puertas de la iglesia. ¡Pero era necesario! Mi hermana está desaparecida y creíamos que estaría encerrada en esa iglesia, lo siento.

El hombre me miró por unos largos segundos y luego, se dio la vuelta, frustrado pasándose las manos por el pelo. Le miré mientras rezaba para que no me hiciese daño porque, al mirarlo, parecía que era eso lo que deseaba hacer con todas sus fuerzas. Sin embargo, no lo hizo. Se calmó un poco y volvió a empujar del carro.

-¿A dónde vamos? - necesitaba saber a donde demonios iba a llevarme ese hombre.

-No te interesa saberlo. Además, ten en cuenta que vas a pagar muy caro todo lo que me has dicho.

Tragué saliva fuertemente. Estaba metida en un buen lío.

Achiqué los ojos para poder ver mejor pero era imposible. Llevaba nevando un buen rato y ni siquiera sabía por dónde estaba pisando. Me daba miedo darme la vuelta y caerme. Hacía viento y apenas veía nada. No sabía si Wes e Iryna seguían detrás de mí, dada la enorme ventisca no me extrañaría que se hubiesen quedado atrás. así que solo me giré un poco para ver que ambos caminaban detrás de mí con los brazos extendidos. Volví mi vista al frente y seguí caminando como pude. Si algo les llegara a pasar sería todo por mi culpa, les había metido directamente a la muerte.

Negué con la cabeza espantando esos pensamientos, ahora no era hora de perder el tiempo, necesitábamos encontrar un sitio en el que cobijarnos de la ventisca o si no estaba claro que este sería nuestro fin.

Hice lo mismo que ellos y alargué los brazos esperando toparme con algo, pero al estar en medio de la nada era bastante improbable que encontrásemos alguna casa o choza.

-¡Vamos! - les grité para que siguiesen.

-¡Luka! ¡Nos vas a matar! - me gritó de vuelta Iryna.

La portadora del hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora