Capítulo 6

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-¿Estás de broma verdad? - le pregunté enfadada mientras me cruzaba de brazos

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-¿Estás de broma verdad? - le pregunté enfadada mientras me cruzaba de brazos.

Ese maldito idiota había sacado un pequeño libro. ¡Un libro! ¿Cómo pensaba abrir la iglesia con eso? ¿Lo lanzaría contra las paredes hasta que se abriese? Este chico estaba loco si creía que eso iba a funcionar.

-¿Quieres o no entrar a la iglesia?

-¿Con un libro? ¿Enserio?

-Te he dicho que confiases en mí.

-Y yo te he dicho que no confío en nadie que no conozca y tú precisamente no me estás cayendo muy bien que digamos.

-Cállate y observa - se acercó a la iglesia y ambas lo seguimos - hace unos años mientras estudiaba tuvimos que hacer un trabajo que se enfocaba concretamente en la parte norte de Ísser. Yo me enfrasqué mucho en esta iglesia y conseguí mucha información que ni siquiera aparece en los libros. Con esto - dijo señalando el pequeño libro que sostenía en las manos - puedo abrir esta iglesia, y creedme que no es ninguna broma.

Iryna y yo nos miramos sin creernos del todo a Wes.

-Vale, adelante, hazlo. Pero te juro que si no la abres y pierdo a mi hermana... sufrirás las consecuencias y me da igual que tu hermana esté delante - le dije muy seriamente y muy cabreada.

Wes se giró hacia Iryna.

-Eres testigo de lo que ocurrirá si no la abro.

Mi amiga rodó los ojos y le hizo un gesto a su hermano para que empezase ya. Como fuera una broma todo esto...

Wes abrió el pequeño libro y pasó las páginas, de una en una, hasta que encontró lo que buscaba. Intercalaba su mirada del libro a la iglesia, constantemente. Y ya me estaba empezando a impacientar justo cuando empezó a recitar algo que era imposible de entender.

-Haec parabola est temporis instantis ecclesiae nostrae domum suam potentiam et nostro. Nos sunt Disrespected in hac civitate, et omnes ex nobis, magi quidem et sagae constituerunt finem accipiat id quod est templum tuum actum malum. Cum maiestate decernere tantum redire ad urbem templum hoc. Propter incontinentiam vestram ignaviam modo hunc signatum cathedralis.

Pro tota civitas Isser, veniam peto et aperire hoc oro ut ecclesia.

Todo se quedó en silencio cuando Wes dejó de hablar. Ninguno de los tres se atrevía en romper el silencio que reinaba en la plaza. Miré alrededor varias veces para constatar que no había nadie más aquí. No ocurría nada. Y mi sangre empezó a hervir dentro de mi cuerpo. Cerré los puños con fuerza y di un paso al frente, directa hacia Wes. Pero entonces, se oyó un crujido. Me paré en seco y observé como la puerta de la iglesia se abría lentamente.

Me quedé en blanco. ¿Cómo podía haber hecho eso Wes? Tan solo con leer de aquel libro la puerta se había abierto. Tenía que ser cosa de magia, no encontraba otra explicación. Caminamos lentamente hacia la entrada, me incliné un poco y observé el interior. No había luz, y solo estaba iluminada tenuemente por los rayos del sol que entraban por la entrada. A primera vista era espeluznante y fría, muy fría. Se notaba que llevaba tiempo sin abrirse. Wes dio un paso pero le paré.

La portadora del hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora