Eir vive ligada, día a día, a los abusos y humillaciones de su padrastro. Siente que ya no puede más y que el solo hecho de que su madre y hermana miren para otro lado, la enfurece cada vez más.
Hasta que un día todo cambia y lo que creía ser su ho...
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Lo primero que pensé cuando aquel hombre me arrastraba dentro de un carro por la densa nieve fue en donde estaban mis amigos. Aquí solo estaba yo y me ponía muy tensa pensar en que les había podido suceder algo grave. Me tranquilizaba un poco saber que Luka estaba con los dos hermanos, así sabría que tendrían una oportunidad de defenderse y luchar en caso de que algo saliera mal. No me gustaba estar lejos de ellos en este momento y me enfadaba mucho que ese hombre me hubiera secuestrado porque sí, a lo mejor a donde me llevase estaba Vienna... ese pensamiento cruzó un instante en mi mente y me ilusioné. Quizá todavía pudiera llegar a tiempo.
Observé todo el trayecto lo mejor que pude, así, si tuviera una oportunidad de escapar sabría como volver... Sin embargo, todo era igual. Nieve, árboles, y más nieve. Resoplé y me atreví a quedarme observando al hombre extraño, aunque solo veía su espalda me hacía una idea de su físico, aquel que había visto durante unos instantes en nuestra "pelea". Me quedé fijamente mirando los símbolos que tenía en los brazos y en el cuello. Nunca los había visto y me parecían de lo más extraños. Uno que se parecía a un remolino yacía en su nuca. Otro en forma de gotas de agua en su codo derecho. Un rayo en su otro codo. Y... un copo de nieve adornaba su hombro izquierdo. Un copo de nieve, ¿por qué ese hombre tenía esos extraños símbolos dibujados en su cuerpo?
Una idea se me cruzó por la cabeza, un loca idea. Si yo tenía poderes, este hombre también podría tenerlos, eso explicaba porque no había podido hacerle daño con mi poder. ¿Y si esos símbolos pudieran protegerlo de todos los poderes? Tenía sentido... el remolino le protegía del aire, las gotas del agua le protegían pues... del agua, claro. El rayo de la electricidad y el copo de nieve del hielo, mi poder. Me daba escalofríos pensar que este hombre fuera invencible, no tendría ningún posibilidad de escaparme de él. El miedo me consumió y me acurruqué en mí misma. Cerré los ojos y dejé que él me arrastrara en aquel carro por la nieve, con la compañía de los pájaros.
Me desperté de golpe, temblando con la boca seca y las muñecas me dolían una barbaridad. No podía estarme quieto del dolor de huesos que tenía. Habíamos pasado toda la noche en una choza sin fuego, sin mantas y sin sacos de dormir. La garganta me ardía y como pude me quité la mordaza que tenía en la boca. Tosí y carraspeé mientras me liberaba las muñecas de las ataduras con fuertes estirones. Cuando conseguí liberarme y ponerme en pie a duras penas, dos cuerpos yacían a mi lado.
Iryna y Wes.
Me agaché tan rápido como pude y empecé a moverlos y a gritarles que despertasen. No podían estar muertos. No... me negaba a creerlo. Puse mi oreja en el pecho de Wes y luego en el de Iryna. Sus corazones latían, muy despacio, pero latían. Estaba increíblemente pálidos, sin color en sus labios, parecían muertos en vida. Me levanté y me puse a pensar en una manera rápida de calentarlos. La choza no tenía paredes, así que el viento se colaba como un vendaval. Toda la noche así... dios mío.
Anoche no pudimos hacer fuego, sin embargo, todavía quedaban algunas ramas y palos que todavía podían prender. Los cogí y los solté al lado de los dos hermanos inconscientes. Y sin tener idea de como hacerlo, agarré dos palos en cada mano y empecé a chocarlos y a rasparlos entre sí con fuerza y rapidez. No podía fracasar otra vez con el fuego, si no lo conseguía, moriríamos los tres.