Tragué saliva y me empequeñecí ante el hombre que ahora me miraba como si fuera un plato muy delicioso y él estuviese hambriento. Que tal vez sí fuera así y tal vez no tendría ninguna piedad en una chica tan débil y patética como lo era yo. Llevaba días, semanas secuestrada por esos dos y echaba de menos mi antigua vida, que no era muy buena pero era mejor que esta. Echaba de menos a mi madre y a mi hermana. A Eir que la había tratado muy mal y me prometí que si salía de esta todo cambiaría, para bien.
Volví a tragar saliva y desvié la mirada hacia Alaric quien estaba de pie con los brazos cruzados, mirándome. Él era el más convencible de los dos y si tenía alguna posibilidad de salir de aquí sería con él. Sin embargo, ya lo había intentado y seguía en sus trece con enseñar un poder que no poseía y que nunca había oído hablar de él. Ya me estaba dando cuenta de que a quienes buscaban era a Eir, ella tenía ese don del que tanto ansiaban encontrar, ¿para qué? Ni idea. Pero no iba a dejar que ellos secuestrasen a mi hermana, le debía mucho, así que si todavía pensaban que era yo la que buscaban, dejaría que lo creyesen solo para que mi hermana estuviera a salvo.
-Vienna - escuché mi nombre en boca de Alaric y me estremecí - si no haces algo ya te va a atacar y será mucho peor para ti, créeme.
Que hiciera algo. ¿Algo como qué? Estaba muy frustrada y no hacer más que llorar en mi habitación me frustraba todavía más. El hecho de estar encerrada me cabreaba y lo único que estuve haciendo estos días era romper cosas, gritar como una loca y rogar que me sacasen de aquí. No logré que lo hicieran pero al menos, convencí a Alaric y me sacó un poco de esa habitación a dar una vuelta por los alrededores de esta mansión. Habíamos tenido tiempo de conocernos y, aunque el más peligroso era Kalet, cuando se trataba de sacar lo que ellos creían que tenía en mi interior, siempre lo hacía Alaric y no me presionaba, siempre era cuando yo quería. Ni siquiera tenía idea de porque hablaba o pensaba bien de él si me tenía secuestrada, pero sentía que Alaric nunca quiso esto, sino que todo era idea de su hermano.
El grandullón que tenía enfrente dio dos pasos hacia mí y yo retrocedí para ganar o igualar distancia. Tenía miedo, sí. Me iba a hacer daño, sí, y mucho. Volví a tragar saliva, y pensé que si él me veía atacar primero tal vez todavía creyese que tenía el poder, ya que estos días empezaban a pensar que yo no tenía absolutamente nada y si quería proteger a Eir debía de demostrar lo contrario. Si fuese valiente, si me abalanzaba sobre ese hombre, aunque no le hiciese nada, ellos verían que sería capaz de defenderme y que no les iba a dar lo que querían. Así que armándome de valor y con su mirada puesta en mí, cerré los ojos y me abalancé sobre el grandullón.
Cuando abrí los ojos estaba en el suelo, todo me daba vueltas y me dolía horrores la cabeza.
-¡Vienna! - gritó Alaric y vino corriendo hacía mí.
Me quise incorporar, hacer ver que podía seguir pero los brazos y las piernas me fallaron y volví a caer al suelo. Me llevé una mano a la cabeza y noté algo viscoso, me miré los dedos y descubrí que era sangre. Hice una mueca de dolor y en segundo, Alaric estuvo enfrente de mí sosteniendo mi cabeza y mirándome la herida con cierta preocupación. Le empujé y le alejé unos centímetros de mí. No quería su ayuda, ni la de él ni la de nadie. Apoyando las manos en el suelo, me levanté, Alaric hizo lo mismo y se acercó a mí, pero lo paré.
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La portadora del hielo
FantasyEir vive ligada, día a día, a los abusos y humillaciones de su padrastro. Siente que ya no puede más y que el solo hecho de que su madre y hermana miren para otro lado, la enfurece cada vez más. Hasta que un día todo cambia y lo que creía ser su ho...