Capítulo 3

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La noche había sido más larga de lo que solía serlo, pues no me podía quitar de la cabeza el hecho de que Dylan estuviera aquí. Pero al parecer, yo no era la única que no había podido dormir. Aunque no había dicho nada durante la noche, sabía que Alexander estaba despierto, y no habíamos pronunciado ninguna palabra en todo el tiempo. Parecía que ambos teníamos muchas cosas que pensar.

Tal vez, él pensaba en negocios, pues no sabía que otra cosa lo podía atormentar.

Cuando finalmente amaneció, me sentía agradecida de que fuera sábado, pues no me sentía con ánimos de trabajar.

Como todos los días, Alexander se había levantado a hacer ejercicio y comenzar su día, y los fines de semana no eran la excepción. Y a mí me tocaba hacer el desayuno esos días, pues eran los únicos libres que teníamos y que podías disfrutar de un desayuno tranquilo.

Pero cuando bajé a la cocina, para mi sorpresa, la comida ya estaba servida.

-¿Tú hiciste esto?- pregunté sorprendida.

Alexander se acercó a mí y me dio un beso.

-La mayor parte, el jugo de naranja lo compre- respondió sonriente.

-Pero era mi turno-

-Hoy quise hacer algo lindo por ti-

Lo abracé.

-Muchas gracias- dije sincera.

Nos sentamos a degustar los waffles hechos por mi esposo. Y mientras comíamos, la charla se hizo amena, hablábamos de los planes en la semana, de lo mucho que nos amábamos y de lo que hacíamos día a día.

Evité decirle el tema de ayer, porque probablemente era una tontería y yo le estaba dando mucha importancia.

-La próxima semana veremos a Daniel Duval para comprar sus acciones- dijo Alexander.

Sonreí.

-Eso es un gran paso para la empresa- dije feliz.

Me ponía muy feliz, porque sabía que gracias a mí se habían comprado esas acciones.

-Lo sé- tomó mi mano -Y creo que te mereces un ascenso-

Me sorprendí.

-Sé que no quieres ser ascendida, pero eres muy inteligente y muy buena para el negocio, y tus ideas llegarían más lejos si tienes un puesto más alto-

-Lo voy a pensar- respondí.

Él me sonrió.

-Eso quería escuchar-

Continuamos desayunando y recordando lo perfectos que éramos.




Me encontraba yo sola en nuestra habitación. Alexander había salido a comprar algunas cosas, y yo había decido quedarme aquí, pues tenía algo que resolver.

-Hola mamá- saludé.

-Hola hija- respondieron del otro lado del teléfono.

-¿Cómo han estado?- pregunté nerviosa.

-Muy bien, hemos ido al doctor y dice que todo está bien con mi enfermedad-

-Me da mucho gusto-

Hubo silencio del otro lado de la línea.

-¿Estas bien?-

-No- dije -Hay un asunto que no me deja de dar vueltas en la cabeza-

-¿Y qué es ese asunto?- preguntó mi madre.

¿Para Qué Quedarme? #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora